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Filosofía desde la trinchera

En eso estamos, Fernando, pero ojalá fuese la cosa tan sencilla. En mi manera de pensar, muy propia y particular, pero con ciertas raíces en la izquierda marxista, pero no ortodoxa, la educación es uno de los vehículos que toda forma de poder utiliza para transmitir el pensamiento hegemónico de una sociedad. Ese pensamiento incluye un conjunta de valores que son los que se admiten comúnmente y no suelen ser cuestionados por la inmensa mayoría porque ésta, perdona la terminología marxista, se encuentra alienada por la ideología. Ahora bien, en el devenir histórico se han producido diferentes sistemas de organizar el poder y la producción, de tal forma que cada un de ellos genera un sistema de valores, aquello que más se aprecia. Desde esta perspectiva se pueden señalar diversos sistemas educativos que responden a los intereses del poder hegemónico y su ideología. Por eso está muy bien lo que tu dices, pero no es fácil dado el sistema de valores que el sistema dominante transmite. Por analizar sólo aquel que proviene de la ciencia podemos citar tres. El primero, que nace con los griegos y renace con la revolución científica es el del saber teórico. Aquí el objetivo del conocimiento era el del saber por el mero hecho de saber. El conocimiento en este sentido era una actividad heroica y tenía que ver con la ética: libertad. En segundo lugar, el valor teórico del conocimiento se sustituye por el valor de transformación de la realidad. Saber para poder. Saber como medio de transformación y dominio de la realidad. En este úlrtimo paradigma, el tecnológico, hemos vivido hasta el último tercio del siglo XX. El capitalismo desbocado de este final de siglo y comienzo del XXI ha generado otro tipo de valores centrado en el consumo, la producción por el mero hecho de la producción: el crecimiento ilimitado. Y esto ha generado unos nuevos valores que se transmiten en los sistemas educativos (las leyes que los vertebran.) La sociedad hipercapitalista en la que vivimos ya no necesita, prácticamente de la ciencia básica, ya hay mucha. La tecnología está tremendamente desarrollada y, por sí sóla producirá más. Lo que hace falta es mucha mano de obra “cualificada técnicamente” que se adapte al mercado laboral para poder seguir manteniendo al sistema que, sin el consumo, se vendría abajo. Por eso, los valores imperantes no son el saber, el poder transformar la naturaleza, sino el adaptarse a la sociedad del conocimiento y de la información que nos dicen que está en perpetuo cambio. Y por eso digo que no es fácil. Para cambiar esto hacia algo mejor, que no tiene que ser lo anterior, hace falta una transformación social o cambio de paradigma. De esto último hablé un poco en la conferencia de “Ciencia y economía.” Y por acabar con Popper, y sin que te pongas nervioso, siempre recuerdo una preocupación que tenía este autor amante del saber científico como la máxima conquista de la humanidad. Pues decía que la ciencia podía desaparecer algún día. Le preocupaba el espíritu pragmático y utilitarista que iba imperando. Eso acabaría con el espíritu teórico. Bromeando decía que los científicos podían tener una infección de misticismo y la ciencia terminaría. Lo que sí es cierto es que la ciencia ha florecido varias veces en la historia y ha desaparecido, nada garantiza su persistencia. Y, curiosamente, eso es lo que está ocurriendo hoy en día. La ciencia tiene más que ver con la industria y la empresa y los valores que los rigen (que son los del capital desbocado) que con el saber. Por eso es difícil tu propuesta, para nosotros que somos ya viejos y de otra educación, sí, pero para las nuevas generaciones, no. Ellas están inmersas en otro sistema de valores dominantes. Es una pena, pero sabes que soy un pesimista, pero también un activista esperanzado.

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