Blogia
Filosofía desde la trinchera

Reflexiones de un francotirador

“Me parece cada vez más que el filósofo, que necesariamente es un hombre del mañana y del pasado-mañana, se ha encontrado y debía encontrarse siempre en contradicción con el presente: su enemigo ha sido siempre el ideal de moda. Hasta aquí todos estos extraordinarios pioneros de la humanidad a los que llamamos filósofos y que rara vez han tenido el sentimiento de ser enemigos de la sabiduría, que se han considerado más bien locos desagradables y enigmas peligrosos, se han asignado una tarea dura, involuntaria, ineluctable, pero grandiosa: ser la mala conciencia de su época.” Nietzsche. Más allá del bien y del mal.

 

            Con esta magnífica cita del malinterpretado Nietzsche terminamos estas reflexiones del francotirador. Al leer este pensamiento de Nietzsche, citado por otro filósofo radical, no hay otra forma de ser filósofo o pensador, M. Onfray, me he dado cuenta de que la dimensión fundamental de estos escritos es la de ser la mala conciencia de la sociedad. Pensar es siempre, pensar contra… Toda sociedad es un conjunto de engaños, creencias, mitos e ideologías que deben ser desenmascarados. Y éste es el papel que juega el pensamiento. Por eso el pensador es siempre del mañana. Su tarea es siempre la de la denuncia. Se filosofa con el martillo, que decía también Nietzsche. Por eso el filósofo (intelectual, pensador, no hablo del filósofo profesional ni académico, éste es un remedo o caricatura, que diría Unamuno) está condenado a la soledad y la incomprensión. Pero el pensamiento es absolutamente necesario como contrapunto de las conciencias dormidas. De los escombros derivados de su acción surge la sociedad del mañana. El pensamiento debe estar siempre vigilante, aunque emprenda su vuelo al caer el ocaso, la lechuza de Minerva hegeliana, que representa al filósofo.

El hombre debe alcanzar la mayoría de edad. Es decir, pensar por sí mismo. La acción, no está reñida con el pensamiento. El problema es que generalmente no existe el pensamiento, sino la ideología y las creencias. El hombre masa actúa dirigido por creencias e ideologías. Vivimos alienados, en un estado carcelario, pero inconscientes de nuestra situación. La acción debe comenzar por el pensamiento y esto, en primer lugar, consiste en tomar conciencia de nuestro estado de alienación: inconsciencia, esclavitud.

 

                                   ***

 

            La mayor violencia es aquella que destruyendo el cuerpo destruye el espíritu. La tortura. Se trata de aniquilar progresivamente el espíritu por medio del deterioro progresivo del cuerpo. Su máxima expresión son los campos de concentración. El mal radical, que diría Kant: dañar a un hombre tanto como para que renuncie a su propia dignidad, el ser persona.

La condición humana. Somos capaces del máximo mal y el máximo bien. Razones suficientes para el optimismo y el pesimismo.

 

            Es necesario recuperar la memoria histórica para conquistar la tolerancia.

 

                                   ***

 

            El famoso cosmólogo Hawkins acaba de publicar una obra “La ilusión del designio” en el que se atreve a decir que dios ya no es necesario. En su más conocida obra de divulgación hacia compatible la existencia de dios con los conocimientos físicos. Ahora se desdice y nos cuenta que con las nuevas teorías de supercuerdas es posible concebir la existencia del universo, el comienzo a partir de la nada. Es algo así como una fluctuación cuántica, con lo cuál no es la nada podría explicar el principio del universo, al menos del nuestro, porque la pluralidad de los mundos o el multiuniverso es otra perspectiva nueva en las ciencias cosmológicas. Habría tantos universos como historias cuánticas posibles, lo que sucedería es que las leyes que regirían en cada uno de esos universos serían distintas.

 

            Me gustaría hacer unas precisiones sobre estos asuntos. En primer lugar, los periodistas utilizan esta noticia desde la más absoluta ignorancia, tanto de la física, como de la filosofía. Lo que pretenden es crear un espectáculo. Desean una confrontación absoluta entre ciencia y religión del modo más simplista. El discurso religioso y el científico son diferentes. Sólo tienen coincidencias cuando la religión intenta explicar el mundo. Dios no es un objeto, luego excede a la ciencia. La ciencia no se cuestiona nada sobre dios. Ahora bien, lo que sucede es que las explicaciones científicas anulan el discurso religioso, cuando éste intenta explicar el mundo. Por otro lado, creo que el propio Hawkins quiere darse propaganda, hacer su libro más provocador. Para mí comete dos errores. Primero, el cientificismo. Pensar que el único discurso verdadero es el de la ciencia, esto es una constante en toda su obra. En segundo lugar, las críticas a la religión, son muy antiguas y no tuvieron necesidad de la ciencia para ser tremendamente poderosas. Las encontramos en los hinduistas, jansenistas, y en los griegos, los sofistas y, después, los escépticos, sin olvidar a los epicúreos. El surgimiento de la ciencia, tanto en Grecia, como después en el renacimiento, vuelve a enfrentar dos discursos. Pero, también, dos formas de poder que estaban en juego: el del clero, frente a la burguesía emergente. Las cosas no son tan sencillas. Desde luego que, para mí, el discurso racional, siempre provisional, anula la existencia de un ser objetivo creador del universo. Pero la religión, no es sólo esto, es un estado de la consciencia. Probablemente un estado necesario en nuestra evolución. Somos animales de creencias que necesitan de historias para dar sentido a su existencia. Pero, además, esas historias dan un orden moral que fija los rudimentos de la vida moral. La ciencia física, por sí sola, no elimina todos estos aspectos de la religión. Ahora bien, el discurso racional y filosófico puede explicar todas estas dimensiones. Pero todo ello no va a eliminar la actitud de creencia en el hombre. La creencia es un modo de funcionar la mente o el cerebro humano. Incluso creemos en la razón. El fundamento del conocimiento racional es la confianza en la razón. Por eso la razón es limitada y el conocimiento científico conjetural.

 

            El hombre inventa a los dioses porque le son necesarios para su existencia. La religiosidad es una realidad profunda de la naturaleza humana. La desaparición de las religiones tradicionales da lugar al surgimiento de nuevas formas religiosas, incluido el cientificismo del que peca Hawkins. El análisis de la religión debe ser profundo e interdisciplinar. La física, la cosmología, en este caso, no es más que un argumento. La verdad es que los argumentos teológicos a favor de la existencia de dios no han variado desde Tomás de Aquino. Incluso, el argumento del diseño inteligente, no es más que la reformulación de la quinta vía. Si hay un orden debe haber un dios ordenador, dicen. Todas las argumentaciones son vulnerables y, además, dan un salto cualitativo. En primer lugar, acuden a una causa incausada, un motor inmóvil, un ser absolutamente necesario, un ser absoluto y una causa final. Pero, nada nos impide pensar que el universo sea eterno, porque, de lo contrario, trasladamos la justificación del universo a la de dios. Si dios es la causa y el origen del universo, de dónde procede dios. La respuesta es que dios es eterno e inengendrado. Pero, qué impide que el universo sea eterno, o cíclico. Esto, en primer lugar, pero por otro lado, todas las pruebas dan un salto cualitativo. Identifican la causa incausada, la causa final, el ser necesario…con dios. Pero, ¿qué dios? Porque hay muchos. Y sino de dónde vienen las guerras de religiones. En dios se cree y cada uno tiene el suyo particular. Porque la creencia es una cuestión particular. No se puede demostrar la existencia de dios, porque es algo subjetivo, no es un objeto, que diría kant. Pero al no ser un objeto queda fuera del ámbito de la ciencia. En verdad, la ciencia, no necesita de dios, pero no ahora, sino desde que aparece. Porque el objetivo de la ciencia es explicar el mundo a partir de la razón. Otra cosa es que haya científicos creyentes. Y esto se explica, precisamente, porque, como dijimos, la naturaleza humana es religiosa. El hombre es un ser de creencias e historias que recrea el lenguaje produciendo una realidad simbólica. Por eso la religión es simbólica. Su realidad reside en la propia naturaleza del lenguaje. Pero no debemos de olvidar que todo el pensamiento racional tiene su sede en el lenguaje. El lenguaje es el que objetiva la realidad. La objetividad es una recreación del lenguaje, no una separación entre el hombre, sujeto cognoscente, y la “realidad”. La realidad es siempre construcción. Lo que sucede es que la ciencia nos muestra una realidad intersubjetiva, la creencia es sólo subjetiva, aunque exista una comunión de creencia. Esta comunión de creencias tiene como referencia una serie de historias mágicas y míticas en las que se cree. Y aquí subyace la dimensión de delirio que hay en la religión. Lo que ocurre es que no es reconocido como tal por ser compartido. Pero este es ya otro asunto, así mismo,

La tolerancia basada en el relativismo de las opiniones es dogmatismo y da paso al fanatismo.

Esta mañana me he quedado perplejo y me he dado cuenta de que, en verdad, esta sociedad está enferma. N sé si los psiquiatras, psicólogos y analistas de la “mente”, harán mucho o poco negocio. Pero, lo cierto es que esta sociedad está tremendamente enferma. Pero la enfermedad, no es somática (todas son somáticas, esto es, físicas, no hay un alma, pero entiéndaseme), sino moral. Lo que me ha ocurrido es lo siguiente. Voy a unos grandes almacenes y por casualidad veo la sección de librería y como el mes de agosto ha retrasado mis pedidos de libros, pues me dirijo a sus anaqueles, pasando de largo por la sección de best sellers, novela histórica y demás. Y, esperanzado, me dirijo a la sección de ensayo. La primera sorpresa que me llevo es lo escuálida de la misma, en comparación con las citadas. Pero mi sorpresa se hace mayúscula cuando me doy cuenta de que todos los títulos que apareen en ensayo son de libros de autoayuda, así llamados. Yo pienso que a los únicos que ayudan es a los que los escriben y a las editoriales, pero, en fin. Como hemos dicho más de una vez, la lectura es la conversación de la humanidad. Pero la lectura hoy en día, además de la fragmentación que ha sufrido por las nuevas tecnologías de la comunicación, no es más que una forma de pasar el rato, de llenar nuestro vacío con misterios novelados sobre el origen y los milagros de nuestros religiones y, en último termino, para encontrar nuestro equilibrio. Todo ello muestra que estamos moralmente enfermos. Y, por ello, supongo que las consultas de psicólogos y psiquiatras están repletas. Estos profesionales pueden ayudar, y en algunos casos, mucho, pero yo confío más en la bioquímica. Y cuando el problema es de origen moral, en la filosofía y la sabiduría milenaria. Pero, como ya sabemos, debido a la razón instrumental, la moral se ha medicalizado a través de psicólogos y pedagogos. Y los síntomas que he mostrado son estrictamente morales.

 

            El hombre actual vive en el vacío. Es lo que hemos llamado el nihilismo. La muerte de las religiones han desencantado el mundo, como dijera Weber. Las religiones que las han sustituido anulan la magia, el misterio y al individuo. Al contrario, lo quieren racionalizar todo. Pretenden una solución racional y definitiva para todos los problemas. La nueva religión es la tecnociencia que se extiende a todos los ámbitos del saber. Pero el hombre, como animal de creencias que es, convierte a la ciencia en religión y cree en el mito del progreso. Pero esta nueva religión no alimenta su espíritu y por eso acude a las novelas de misterio en las que se relacionan la historia, la religión, el misterio, lo mágico y lo policíaco. Ésta es una perfecta mezcla para cautivar al individuo, mientras dura la lectura. La necesidad de mitos y de historias se suple momentáneamente y nuestro vacío espiritual también. De paso, se entretienen. Pero, como el mal tiene un origen todavía más profundo, se necesita al psicólogo y a los libros de autoayuda. La sociedad ha transformado a las personas en individuos aislados. Somos animales que vivimos en y desde la comunicación. Pero la sociedad nos aísla, poniéndonos en el centro de las preocupaciones. El ciudadano occidental de hoy en día está absolutamente preocupado por sí mismo. Los únicos valores que lo rigen son los egocéntricos: su salud, su bienestar, su auto, su vivienda, la moda, y así. La cuestión pública, que es su dimensión social en la que se debe realizar, la justicia y la igualdad, careen de importancia. El nihilismo occidental en el que han caído los ciudadanos los convierte en individuos intercambiables, islas hipercomunicadas, pero sin contenido (sólo hay que echar un vistazo a las redes sociales y ver qué tipo de mensajes predominan.)  Estos individuos carecen de la capacidad de la empatía, de ver más allá de su propio “mal”, más bien malestar creado por la sociedad de consumo que los ha vuelto sobre sí mismos para dar marcha a la dinámica del deseo. Por eso la enfermedad, mejor, el mal, es moral. No hay enfermedad. Hay un mal, porque esto es una cuestión ético-filosófica, no médica. A menos que la medicina se conciba en un sentido más antiguo en el que se cohesionaban, la ética, la técnica, la ciencia y el arte. Pero en la sociedad en la que vivimos, esto, de momento, no es posible. En definitiva, este individuo egoísta e insatisfecho -lo exige la propia dinámica del deseo, que lo devora, a la vez que alimenta el motor de la sociedad, que es el consumo- está poseído por un mal moral: la insolidaridad. El no ser capaz de ponerse en el lugar del otro. Sólo quiere su propio bienestar. Pero, precisamente, el mal está en lo de lo propio. Todos estos libros de autoayuda lo que hacen es reafirmar el yo, el origen del mal. De lo que se trata es de salir de este yo por las diferentes vías que tenemos: el conocimiento, el arte, la solidaridad, la comunicación con amigos y familiares, el compromiso público por la justicia… Todo ello esparce nuestro yo en la comunidad y nos hace participe de ella. Pero el mirar sólo nuestra salud, nuestras posesiones y todo lo demás, nos lleva a un grado de insatisfacción y frustración permanente; a un, paradójico, empequeñecimiento del yo. El individuo egocéntrico tiene un yo reducido, porque nuestro yo se engrandece por la comunicación con los demás por muchos y variados medios. Esta comunicación nos sacia, porque está constituida los placeres intelectuales: conocimiento, arte, amistad, compromiso, y nos produce serenidad, a la par que un olvido de nuestra condición contingente.

Arturo, me llegó el mensaje, aunque no aparece ya en el muro. Considero que la injusticia es eterna, por eso, creo acertado tu juicio de que es algo imperecedero, como fenómeno artístico, la canción protesta, pero más importante, como cuestión política. Cada cosa en cada momento. Puede ser que no te apetezca nada escuchar esta canción, pero, a mí, por ejemplo, me recuerda la tremendas injusticias que hay en el mundo, por muchas y derivadas causas, entre ellas la opresión de los más fuertes, sobre los más débiles. Creo que no debemos perder nunca la sensibilidad ante la justicia universal. A mí escuchar esto me refresca la conciencia moral. Saludos.

 

                                   ***

 

            La pedagogía, al intentar establecerse como ciencia, anula al hombre. Educar es introducirte en la interioridad del otro para forjar personas.

 

                                   ***

 

            Episodio dantesco. Me refiero a la persecución por parte de los políticos de un seminario de lengua por no utilizar el llamado lenguaje no sexista. Síntoma clarísimo del estado orwelliano en el que vivimos. La manipulación del lenguaje es la manipulación de las consciencias y del conocimiento. Y esta manipulación se hace desde una ideología que pretende anular al individuo.

Es menester estar en guerra con el mundo y en paz con los hombres.

 

                                    ***

 

            Se han cumplido treinta años del asesinato de monseñor Romero en el Salvador. Otra muerte asesina exenta de la justicia universal. Dos cosas importantes hay que señalar. La actitud de la iglesia y la de la política. La iglesia, desde su moral pacata e interesada; una moral hipócrita, aliada al poder, no sabe ver la dimensión social de su mensaje evangélico. Dimensión que los teólogos de la liberación, como Ignacio Ellacuría, asesinado, en el mismo El Salvador, diez años después, han sabido entender y practicar. Como señala Jon Sobrino, jesuita y teólogo de la liberación: “fuera de los pobres no hay salvación”. Y esto es lo que la iglesia no ha entendido. Creo que si el mensaje eclesiástico se dirigiese más en esta dirección, y olvidase, las formas, los ritos, la pose, y dogmática, tendría más repercusión social. El vacío de la conciencia en el que la ciudadanía está cayendo necesita ser rellenado por valores universales. El hombre es un ser de creencias y necesita valores por los que luchar. La iglesia, como todas las religiones, los tiene, es menester sacarlos a la luz. Esa lucha que el Papa encamina contra el relativismo es importante, pero dirigir después el ataque contra la modernidad y la ilustración, es errar el tiro, es volver al oscurantismo, el dogmatismo y el absolutismo. Tras la crítica al relativismo tiene que recuperar el mensaje evangélico, no la dogmática. Su compromiso ético y teológico debe ser por la justicia universal, no por los dogmas y las formas. Eso sería una forma de salvación de la religión cristiana, a la par, que harían un gran favor a la humanidad, a la que tantas explicaciones le deben por su larga historia criminal.

 

            En cuanto al aspecto político hay que señalar que la historia de la humanidad es una historia de opresión, y que, si algún progreso moral existe, ha de ir encaminado a la consecución de la justicia universal. Éste es un viejo ideal de la ilustración. El poder siempre ha ido contra los débiles. Ha intentado siempre ocultar sus crímenes. La ventaja de los regímenes democráticos es que tienen los mecanismos para realizar la justicia. La misión es no dejar que la democracia degenere, de tal manera, que la justicia se pueda aplicar. Por eso, a la democracia, como forma política debe subyacer la ética. La democracia como forma de vida. Ello quiere decir, que la democracia requiere la interiorización de una serie de valores.

 

                                   ***

 

            Vuelve a aparecer la polémica sobre la investigación con embriones y células madre, concretamente, en Estados Unidos. La polémica está tremendamente viciada. Hay múltiples factores que intervienen: la religión, los intereses científicos, la política, el capital de las multinacionales farmacéutica, la salud… de ahí que la discusión sea tremendamente compleja.

 

            Para empezar, podemos decir, que el desarrollo tecnocientífico no implica, de suyo, un desarrollo ético-político de la humanidad. Y esto vale también para el desarrollo en el ámbito de la medicina. Lo que ocurre es que, como la medicina tiene que ver con nuestra salud, identificamos salud con mejora ética y política. No es cierto, la salud es un bien, no una virtud. Eso sí, los bienes ayudan a la consecución de la virtud, pero no la implican. Nos encontramos dos fanatismos, en este debate, encontrados. Por un lado el del mito del progreso científico y, por otro, el fanatismo religioso. Los dos son irreconciliables entre sí porque los dos son pensamientos excluyentes al autoconsiderarse verdades absolutas. La religión mantiene que los embriones son criaturas humanas, hijas de dios, y por tanto, sujetos de dignidad (es curioso que la iglesia se preocupe tanto de estos embriones y tan poco de la gran miseria de la humanidad, y esto no es demagogia, son hechos, lo que sucede es que hoy en día, el pensamiento políticamente correcto, confunde la realidad con la demagogia, dicho sea esto de paso), ello quiere decir que no pueden ser manipulados. Utilizar un embrión, como abortar, es considerado un asesinato. Por su lado, la creencia en el progreso, neutralidad y autonomía de la ciencia, considera que el desarrollo científico es imparable y dirige el cambio social. Intentar poner trabas éticas al desarrollo científico es absurdo. Tenemos que pensar, dicen con una nueva ética. Esto último es una gran estupidez. Lo que hace falta es actuar con los valores universales que ya tenemos, que no es poco; y que estos estén contemplados en las diferentes legislaciones. Los creyentes en el progreso científico sostienen, además, que todo desarrollo científico es un bien para la humanidad porque, como hemos dicho, enlazan progreso tecnocientífico con progreso ético-político. Esto es, como sabemos, un error, que la historia demiente, y pura ideología. De modo que, ambos discurso, no pueden nunca entenderse porque son dogmáticos. Es necesario un discurso crítico para ver un poco de luz en este entramado de intereses.

 

            No hay ningún fundamento que nos haga pensar que el embrión sea una persona. De facto no lo es, en potencia, desde la filosofía aristotélica, que es la que subyace al cristianismo, sí podría llegar a serlo. Pero el ser persona es algo que nosotros otorgamos a los individuos. Y eso fue una lección que aprendimos en la ilustración. Los derechos no son naturales, por muy evidentes que se nos muestren a la consciencia, sino construcciones. Lo que hemos conquistado es el concepto de dignidad que, por cierto, algo aportó la religión cristiana a esto. Y por eso la discusión hay que centrarla en la dignidad. Un embrión, no es un sujeto de dignidad, esto es algo posterior. Ahora bien, una vida sin salud, puede ser una vida indigna. Y aquí es donde está el nudo del problema ético. Investigar con embriones puede dar lugar a un tipo de conocimiento que a la larga haga la vida más saludable a las personas o, que permita salir de un estado de vida indigna a algunos hombres. Esto es cierto, pero hay que tener mucho cuidado con este argumento, porque en seguida podemos caer en el mito del progreso. Todo descubrimiento científico tiene su cara y su cruz. El progreso es siempre también un regreso. Si justificamos toda investigación con el motivo del bien para la humanidad, además de caer en el mito del progreso, hemos caído en el realismo político de que el fin justifica los medios. Los medios, en este caso, son la ciencia y la técnica. Y, de esta manera, separaríamos la ciencia de la ética, cosa que les interesa a los cientificistas. Pero la ciencia, como hemos señalado, no es neutral. Hay valores éticos, cuyo centro es el de la dignidad humana y el bien de la ecosfera, que deben dirigirla. No todo está permitido en ciencia. Además, hay un problema epistemológico. El conocimiento científico es limitado. No podemos predecir con certeza, ni cuánto va a avanzar nuestro conocimiento, ni cómo y, por supuesto, qué consecuencias sociales va a tener. Por ello, es necesario aplicar el principio de precaución. Lo contrario es jugar a ser como dioses y puede ser que destapemos la caja de los truenos, cosa que ya hemos hecho más de una vez y que, por lo demás, tiene a la humanidad en alerta máxima. Por ello, lo que debe dirigir la investigación científica es la ética y no los intereses políticos particulares y, menos aún, que es la realidad, de la que no hemos hablado, los intereses económicos y militares. Lo del bien de la humanidad es la ideología que el poder político-económico utiliza para convencer a la ciudadanía. Y lo de la salud, precisamente, como es lo que más nos toca, pues es un argumento que el poder económico utiliza sabiendo que el poder de persuasión es inmenso. Hay que estar vigilantes ante todo esto. Pero antes hay que exigirles a nuestros políticos que estén por encima de las multinacionales. El esperpento de la gripe porcina (gripe A) de este año, además de un tremendo coste económico que podría haber sido dirigido a otros asuntos sociales, ha dejado bien claro quien manda. Y no son, precisamente, ni los políticos de los diferentes estados, ni la organización mundial de la salud, sino unos pocos miembros de las diferentes industrias farmacéuticas. Mientras que esta estructura social no cambie, en nombre de nuestra salud, estaremos en manos de los especuladores de las diferentes multinacionales farmacéuticas. Y no vayamos a creernos que a estas industrias les interesa nuestra salud, ¿no sería mejor pensar todo lo contrario…?; sino qué sentido tienen…