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Filosofía desde la trinchera

“No hay mayor bien para el hombre que reflexionar cada día sobre su vida y sobre todo aquello que vosotros me habéis oído hablar, examinándose a sí mismo y examinando a los demás, porque vivir sin examinarse a sí mismo no es vivir.” Platón. Apología de Sócrates.

Pocas palabras más esclarecedoras de lo que debe ser un hombre y un ciudadano. El análisis de uno mismo es el autoconocimiento y éste nos lleva a el reconocimiento de nuestras falsas ideas que no son más que prejuicios y creencias infundadas. Y estos pensamientos y creencias falsas nos producen un sentimiento y una forma de actuar. Lo que propone Sócrates es que para mejorar la ciudad tenemos, previamente, que conocernos a nosotros mismos y esto abrirá la puerta a la transformación de nuestros actos lo que conlleva, de suyo, la transformación de la Polis. De tal forma que podemos decir que la política no cambia a las personas, sino que somos las personas las que cambiamos la política. De modo que si tenemos la política que tenemos y no hacemos más que quejarnos, pues ya sabemos quiénes son los responsables…

La última frase es muy importante. “Vivir sin examinarse a sí mismo no es vivir”. Dicho de otra manera, es ser un esclavo. Por ello es el conocimiento de sí mismo lo que nos hace libres. Este conocimiento que nos lleva a la libertad y a los demás va acompañado de la compasión.

“Quien depende de sí mismo “está preparado para alcanzar la mejor vida, mientras que el que se deja llevar por el capricho, está condenado a vagar de aquí para allá desorientado. La enkrateia (poder sobre nosotros, fuerza, valor) es la victoria sobre nosotros mismos, que es, de todas las victorias, la primera y la mejor, mientras que ser vencido por sí mismo, es, de todas las derrotas, la peor y más vergonzante.” Platón. Leyes. El reto que nos lanza Sócrates con la enkrateia es el de liberarnos de los malentendidos sobre nosotros mismos.” Gregorio Luri ¿Matar a Sócrates?

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La filosofía está más allá del ámbito de la verdad entendida al modo científico. La filosofía es, fundamentalmente, crítica de las opiniones. Un análisis del pensamiento y su función. Es un desenmascarar lo que pensamos sobre la realidad. Es trascender las apariencias. Y luego tiene una versión práctica que es la ética, es un modo de vida, un ideal de ser y de felicidad, individual y colectiva. La filosofía es una forma de trascender lo meramente aparente, es una forma de ver, una mirada hacia el interior para descubrir tu propia nada y tu propia ficción que es el mundo que te has inventado para vivir. Y cuando trasciendes esa ficción, pues te encuentras con el Ser, la Nada o el vacío y todo carece de importancia. Porque los que valoramos somos nosotros, el universo, lo que hay, no valora ni tiene valor en sí. Si por un instante dejamos de juzgar nos acercamos a nuestra naturaleza primigenia. Bueno, pues aquí tienes una visión teórico-práctica y mística de la filosofía.

¿Se puede alcanzar la verdad absoluta?

Si entendemos por verdad, la científica, pues no. Porque no tenemos criterio para saberlo y el conocimiento tiene unos límites. De modo que no podemos conocer el universo en su totalidad ni en su profundidad ni en su extensión. De todas formas hay defensores de la teoría del todo, como Hawking, que dicen que sí.

Desde el punto de vista de la intuición, no de la razón y la experiencia, sí. Lo que ocurre es que esta verdad se nos señala, el camino lo tiene que recorrer uno sólo y si se alcanza (el ideal del sabio en el que coinciden ser y saber) es una verdad inefable, que no se puede decir, se muestra en el Ser.

En todo caso se vive en la provisionalidad, por eso nuestra mente, que no puede soportar este estado de duda permanente, crea creencias y mitos en los que se apoya para poder vivir. El camino de la verdad, en el segundo sentido, lo que hace es ir desenmascarando esos mitos. En el primer sentido lo que intentamos es un conocimiento objetivo, no introspectivo, como la segunda vía, racional y empírico del mundo y nosotros mismos y con la posibilidad de aplicación para transformar el mundo y a nosotros mismos. También este camino es lento y trabajoso y es el que desmitificó, la realidad, en la Ilustración y desde el Renacimiento, que el poder de la iglesia tenía bajo la superstición.

 

 

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