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Filosofía desde la trinchera

“El mundo juzga adecuadamente muchas cosas porque vive en la ignorancia natural, que es la verdadera sede del hombre. Las ciencias tienen dos extremos que se tocan. El primero es la pura ignorancia natural en la que se encuentran todos los hombres al nacer. El otro extremo es aquel al que llegan las grandes almas que, después de haber recorrido todo lo que los hombres pueden saber, descubren que no saben nada, y vuelven a encontrarse en la misma ignorancia de la que habían salido, pero ésta es una ignorancia docta que se conoce. Entre unos y otros están los que salieron de la ignorancia natural y no pudieron alcanzar la otra; estos tienen un barniz de esta ciencia presuntuosa y se las dan de entendidos. Son los que alborotan el mundo y juzgan inadecuadamente de todo.” Pascal

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Efectivamente: "La servidumbre humana voluntaria." La Boetié. Y Kant "¿Qué es la Ilustración". Nos decía el maestro Kant que el hombre era autoculpable de su minoría de edad (sumisión), por pereza y cobardía. En definitiva no era más que la misma respuesta a lo que ya Montaigne y La Boetié habían dicho. Pero todo este problema arranca, a mi modo de ver, de forma radical en la oposición de Platón a la democracia. Éste decía que la democracia era el gobierno de los ignorantes. Pero, cuidado, hay que entender lo que significa ignorante en Platón, no es el que no sabe, sino el que es esclavo de los vicios, porque la virtud es un conocimiento (intelectualismo moral, que defendía Platón al igual que su maestro Sócrates). No se trata de no saber cosas, sino de pereza y cobardía, de intereses propios y egoísmo, ésa es la ignorancia a la que se refieren Sócrates y Platón. No se trata del gobierno de los sabios eruditos o tecnócratas, en la actualidad, sino de los mejores moralmente. Y ¿son los mejores moralmente nuestros gobernantes? Ése es el origen histórico-antropológico y filosófico del problema. Y si nos vamos a la antropología física y cultural vemos que el hombre, como todos los primates, es un animal jerárquico. Otra cosa es que, culturalmente, hayamos inventado la igualdad y la democracia. Pero nos encontramos con problemas de fondo ontológico difícilmente superables.

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Un amigo distingue entre enfermedades punibles y no punibles. Por ejemplo el cáncer de pulmón está relacionado con el tabaco. Pues eso es, para un fumador, una enfermedad punible. Es decir, que encima de que tienes un cáncer la sociedad te culpabiliza. Y tú mismo. Y te tienes que arrepentir. Y el sufrimiento va a ser tu forma de redimirte. Porque nos hemos empeñado en medicalizar la vida, pero eso no es un objetivo médico, sino económico. Un no fumador es más rentable, económicamente, que un fumador. Siempre lo he dicho, el estado no se preocupa por nuestra salud, ni por nuestra educación (nada más hay que ver cómo está) sino por el dinero que aportamos y por el que le costamos. Por eso la democracia que tenemos es una democracia capitalista que nos priva de la libertad (autoritarismo, entonces) en nombre de utopías: como la salud, la eterna juventud, el éxito social, la belleza que a ellos les importa, la moda…y de esa manera controla nuestro pensamiento. Una religión que nos convierte en culpables, si fumamos, si bebemos, si estamos gordos, si envejecemos, si no hacemos una formación continua y pagada a su antojo, que no sirve para nada, salvo para alargar el tiempo de espera para conseguir un trabajo basura o para aumentar tu sueldo y para beneficio de los que inventaron y mantienen el sistema y así sucesivamente…cada vez soy más anarquista. Un anarco-libertario, como cuando joven “utópico”, aunque los utópicos son ellos. Cómo me va a importar a mí ahora la gran mentira que nos están haciendo tragar ahora con Grecia. Y la que nos están haciendo tragar desde la “fundación de Europa” y el estado de bienestar o capitalismo de baja intensidad. Hay dos salidas: o la mística o el anarco-terrorismo. Prefiero y cultivo la primera.

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“No puede haber un grito mayor de angustia que el de un hombre” Wittgenstein. Aforismos, Madrid, Alianza, 1995, p. 195

La angustia es la separación la escisión de nuestro ser. Lo contrario a la angustia es el sentimiento oceánico del que hablaba Freud. Un sentimiento religioso o espiritual. Religioso en el sentido de “Religare”: estar unido al todo en su fundamento. Wittgenstein, en su vida, conoció los dos extremos y anduvo siempre detrás de aquello que no se puede decir, que es lo inefable: lo místico. Por eso nunca fue entendido por sus contemporáneos y por eso su vida fue solitaria y errante. Era demasiado sensible como para soportar la vulgaridad y demasiado exigente consigo mismo como para dejarse arrastrar por la mera diversión que te hace uno con el otro, aunque sea un nivel menor de identificación con el todo, es una forma –en la que no hay que quedarse, sólo utilizarla- para trascender el sufrimiento. El único camino es el místico. Pero la unión con el todo, el  mismo Freud lo dice en “El malestar en la cultura” es una mezcla de la inteligencia superior y la afectividad. Es decir, sentirse identificado con el todo no es sólo una operación intelectual de carácter superior, sino una cuestión de afectividad. Que se llama, precisamente compasión. No utilizo la palabra amor por la cantidad de acepciones y vivencias egoístas, románticas, relaciones vinculadas con el poder sobre el otro, los celos… es un concepto demasiado contaminado que ha perdido su aspecto positivo que aún conserva la compasión.

 

 

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