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Filosofía desde la trinchera

La naturaleza del mal.

"Todo es mal. O sea, todo lo que existe es mal; que las cosas existan es un mal; cada una de las cosas existe con la finalidad del mal; la existencia es un mal y se ordena al mal; el fin del universo es el mal; el orden y el Estado, las leyes, la trayectoria natural del universo no son sino mal, ni están encaminadas a nada que no sea el mal". Leopardi.

En primer lugar este pesimismo no nos lleva a nada, salvo a atacarnos a nosotros mismos. Dicho de otra manera atacamos al mundo porque nosotros nos sentimos mal. Proyectamos el mal en el otro, porque el mal lo tenemos nosotros. Y nuestro mal son nuestros pensamientos erróneos sobre el mundo y los otros. Y esos pensamientos son las ideas que de ellos nos hacemos. Ello no quiere decir que no exista el mal en el mundo, pero depende de nuestro pensamiento. Si todos pensásemos correctamente no existiría el mal. Esto ha sido una explicación psicológica. Después daré una teológica. En cuanto a la escisión pues hay que explicarlo por el pensamiento dual. Nuestra civilización ha producido la dualidad, el pensamiento dual más desarrollado. Y esto se produce después de Sócrates. En el artículo “Filosofía aplicada Cura sui (curarse a sí mismo)” de la Gaceta Independiente de Mayo lo explico. Nuestro cerebro es dual, según predomine un hemisferio u otro. Siempre trabajan los dos y, por ello, siempre ha aparecido la dualidad. Pero, el pensamiento dual: sujeto-objeto, hombre-mujer, frío-caliente, arriba-abajo, bien-mal…se ha desarrollado más en unas culturas que en otras. Las que han trabajado más el hemisferio izquierdo (lógico formal) son más dualistas, como la tradición occidental, mientras que las que han trabajado culturalmente más el hemisferio derecho, son menos dualistas e, incluso, se han dado cuenta de que el problema del conocimiento, el problema de la realidad y el de la ética es el problema de la dualidad. Que en realidad no existen los opuesto, sino la unidad. Así tenemos: el taoísmo, el budismo y el hinduismo advaita. En las religiones del libro, como están contaminadas del pensamiento dual, aportado por la filosofía platónica y aristotélica, pues la dualidad es lo imperante, excepto en la mística. Todos los místicos dicen que dios es todo y buscan la unidad con dios. Por eso los místicos han sido en la mayoría de los casos perseguidos. Mientras que en Oriente el propio pensamiento es ya de por sí místico. Lo de la dualidad tiene su base biológica y cultural. Hoy hay que mirar las cosas desde la epigenética.

La explicación teológica es doble. En primer lugar desde el teísmo. Es decir, desde la existencia de dios. Si dios existe y es uno e infinito y, por tanto, infinitamente bueno, el mal no existe objetivamente. El mal, es, según la teología cristiana, privación del bien, no hay esa dualidad, porque si no dios deja de ser dios y, entonces caemos en el ateísmo. Por eso el problema del mal ha dado lugar a muchos ateos que no han sido capaces de soportar el sufrimiento. Así como muchos creyentes, han sido capaz de soportar grandes dosis de sufrimiento porque creen en dios y saben que todo procede de su voluntad y su voluntad no puede ser nunca mala.

Desde el punto de vista panteísta (que es en el que yo me sitúo), tampoco puede existir el mal. El panteísmo considera que lo que llamamos dios es todo lo que hay, pero que no es personal, ni creador, ni se ha encarnado. Es, y punto. Entonces todo lo que hay es parte de dios y dios no es ni bueno ni malo. Lo bueno y lo malo son percepciones nuestras que ocurren dentro de dios. El mal serían modos de ser inadecuados, por tanto deben ser corregidos: científicamente lo llamamos: errores, éticamente, lo llamamos: mal. Por ello, si corregimos nuestro pensamiento, porque en el fondo lo que hay es lo que pensamos, corregimos el mal. El mal es nuestro pensamiento erróneo (odiar) y nos hace infeliz. El bien es el pensamiento adecuado (la compasión) y nos hace feliz. Pero es que además, si lo que existe es dios o el Ser, pues no hay nada más, y tampoco el tiempo, con lo que esto no es más que un sueño o una realidad virtual (una simulación informática), es decir, apariencia. Y, claro, si lo que existe es el Ser, pues no puede existir el tiempo, con lo cual volvemos de nuevo a la mística. Somos uno con el cosmos y, lo demás es apariencia. Un “bostezo del ser”. Esto tiene algo bueno, seríamos eternos, pero no tal y como nos pensamos porque nos pensamos desde la idea inadecuada del tiempo. El tiempo matemático no tiene nada que ver con el psicológico. O, como decía Agustín de Hipona, el tiempo, si nadie me lo pregunta se lo que es, pero si me lo preguntan, pues no sé qué contestar.

Y, por último, el ateo, que es igual que el panteísta, pero eliminando el ámbito de la espiritualidad.

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