Javier Álvarez. “Éxtasis sin fe”. Trotta. 2.000
Javier Álvarez es un doctor en psiquiatría y en filología hispánica muy peculiar. De entrada es un hombre de una gran sensibilidad, un humanista. Un hombre que, delicadamente, desobedece el pensamiento políticamente correcto. Que se atreve a denunciar todo un sistema de creencias erróneo, sin aspavientos ni palabras malsonante. Un hombre de gran erudición y grandes conocimientos. Un hombre sabio. Se enfrenta al pensamiento vigente, a lo establecido, al conjunto de creencias falsas que nos permiten vivir en la comodidad, pero en el engaño, con argumentos racionales, con una impresionante base empírica y con una fundamentación teórica en las neurociencias apabullante.
Pues bien, a este doctor en psiquiatría y filología hispánica se le ha ocurrido decir poco menos que la enfermedad mental no existe. Pero precisemos un poco para no asustar. Lo que nos dice es lo siguiente. La enfermedad mental se considera como una caída de la consciencia, una desestructuración de la misma. Para J. Álvarez la enfermedad mental es todo lo contrario. No es una enfermedad es un estado elevado de consciencia. Y se le ocurrió la idea leyendo el “Cántico espiritual” de san Juan de la Cruz. Advirtió que el místico español describe en su famosa obra con toda precisión lo que podemos llamar un trastorno maniaco depresivo conocido actualmente como un trastorno bipolar. Pues bien, si leemos atentamente, nos damos cuenta de cómo San Juan de la Cruz describe un estado de depresión profunda, la noche oscura del alma, seguida de una fase maníaca, es decir, el éxtasis o la vivencia mística.
Nuestro autor fundamenta en diversos pilares su tesis. En primer lugar considera, como hemos señalado, que la enfermedad mental no es una caída de la consciencia, sino una hiperconsciencia de aquel que muestra los síntomas. Y a este estado, que no es enfermedad, sino una forma elevada de conocimiento, lo llama Hiperia. Término que toma del griego y que viene a significar lo que venimos diciendo. Una consciencia elevado, una consciencia más allá de la conciencia ordinaria y de los automatismos cotidianos, una experiencia superior de conocimiento. Pues, como decíamos, son varios los fundamentos en los que se apoya el autor. El primero empieza con San Juan de la Cruz y sigue con el estudio de una gran cantidad de místicos de la historia occidental, así como de filósofos, desde Sócrates, pasando por Platón, hasta Wittgenstein, grandes científicos y matemáticos, así como escritores y artistas. Parece que aquí se nos confirma que la genialidad y la locura van unidas, pero, precisamente, porque la locura no es tal, sino un estado superior de consciencia. Son esas fases de “locura” las que les ofrecen a estos místicos, sabios y artistas, además del estudio y la dedicación, el camino hacia un conocimiento superior.
El segundo fundamento es el estudio de la epilepsia. Hay que distinguir entre una epilepsia generalizada, en la que todas las células del cerebro se activan a la vez y producen un colapso y las epilepsias parciales que se producen en zonas muy localizadas del cerebro: estas van desde las simples ausencias hasta experiencias de gran calado. Con estas compara los estados hipéricos. Pues bien, en los casos documentados de epilepsias parciales, se observa la misma descripción por parte de los “pacientes” que en los casos documentados de experiencias de estados de consciencia “alterados”, habría que llamarlos hipéricos desde ahora, de los genios y místicos de la historia.
La siguiente fundamentación es la estrictamente teórica. Consiste en el estudio de la neurobiología y neuroquímica de la epilepsia para constatar la normalidad del funcionamiento del cerebro, tanto en los casos de epilepsias normales, como de ausencias, como de experiencias místicas, o estados hipéricos en la meditación, de cualquiera que se dedique a ello, no hay que ser ni santo ni genio. Es algo accesible a todo el mundo. Aquí se nos describen también esos estados que se alcanzan en la meditación, la oración, el recitado de mantras, cómo la propaganda afecta al cerebro de la misma forma que los mantras, etc. Éste es el núcleo duro de su argumentación porque se ponen las bases neurobiológicas de su modelo en el que se explica, desde el sustrato biológico, las experiencias místicas, la depresión, el delirio, la epilepsia, etc.
Y, otro fundamento en el que se apoya el autor, es en la experiencia cotidiana que tenemos todo el mundo de estados de conciencia muy parecidos a los del delirio, la epilepsia, las ausencias. Aquí analiza fenómenos tan comunes, y que hasta ahora no tenían una explicación dentro del paradigma, se consideran anomalías y no se les presta atención. Nos referimos a fenómenos como el famoso dejá vu, las ensoñaciones, los sueños lúcidos, los efectos de la meditación, la oración, los mantras…como altos estados de conocimiento. O fenómenos como la aparición de ideas cuando no nos preocupamos del problema a resolver, pero al que le hemos dedicado muchas horas. Las sensaciones de fuera del tiempo que se producen cuando realizamos una tarea repetitiva. Se llega a un estado muy similar al que se persigue con la oración y los mantras. También se analizan los delirios. Todos deliramos. Nuestra conciencia de lo que somos es casi un delirio en el sentido de que es una construcción. No debemos olvidarnos de que la memoria es intencional, selectiva y creativa. Nuestra vida es nuestra propia invención. Pero invención de la que no somos dueños totalmente porque repetimos patrones inconscientes: tanto individuales como colectivos, así como histórico-culturales y genéticos.
En suma, la obra es absolutamente revolucionaria porque elimina el concepto de enfermedad mental, en casi todas las enfermedades, y lo sustituye, justo por su contrario, un estado superior de conocimiento. En ningún modo en estado desestructurado. El problema es que, muy pocos son los que son capaces de canalizar sus experiencias de conciencia hipérica hacia su propia vida, su propio desarrollo, su trabajo intelectual, artístico o hacia la vida espiritual o religiosa. Muchos, la mayoría, quedan atrapados en el estigma social que los absorbe. Acaban creyéndose enfermos porque la sociedad así los concibe. Y, efectivamente, enferman. No dan salida, porque ni biográficamente, ni socioculturalmente, encuentran un caldo de cultivo para desarrollar su estado de conocimiento. De modo que sería necesario cambiar absolutamente el paradigma psiquiátrico, sobre todo, el biologicista, y cambiarlo por otro paradigma distinto al de la enfermedad. Por otro lado, el conocimiento de estos estados superiores de consciencia y aparición en experiencias de la vida cotidiana de todo el mundo, así como en la práctica meditativa y la oración, nos puede servir como guía de estudio para alcanzar un conocimiento superior. Un conocimiento que no se reduce al ámbito lógico-matemático, sino que se eleva a la unión o síntesis de los dos hemisferios cerebrales, a través de la cual se puede llegar a un conocimiento inefable. Hay que tener en cuenta que la experiencia del hemisferio derecho está fuera del lenguaje y del tiempo. Son las que se tienen en los estados elevados de consciencia, ya sea en una epilepsia parcial, en una experiencia mística, en una meditación…da igual, todas tienen la misma forma y contenido. Todo ello nos permitiría acceder a un tipo de conocimiento superior y accesible a todo el mundo. Así como evitar el sufrimiento de muchos “enfermos” mentales.