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Filosofía desde la trinchera

“Tiene más valor una mazorca de maíz que un anillo de oro”

 

Nosotros no somos los dueños de la tierra, somos los habitantes de la tierra, sus hijos y hermanos de todos los seres vivos. La idea fuerza de la cultura occidental de considerar la tierra como propiedad da lugar a la destrucción de la humanidad. La idea de que somos parte e hijos de la tierra da lugar a la convivencia pacífica con la naturaleza y con los demás. Es la diferencia entre la competitividad y el egoísmo, frente al altruismo y la compasión. Hacemos y somos lo que pensamos y creemos y así ha funcionado nuestra civilización, pero hay muchas otras que no han funcionado así. Hemos triunfado sobre todas las demás porque nuestra civilización tiene en su origen una idea fuerza depredadora “Creced y multiplicaos y dominad la tierra” que al unirse con el desarrollo científico y la revolución industrial nos llevó a la situación actual de colapso civilizatorio. Pero hay otras ideas fuerzas en otras civilizaciones, incluso en la nuestra, como el naturalismo de los estoicos, los epicúreos,  los cínicos y los escépticos que habría que actualizar para tener una nueva idea fuerza que sustituya a nuestro pensamiento y nuestras creencias ancestrales que nos han llevado a este callejón sin salida. La tierra no tiene dueño, somos sus hijos. “Tiene más valor una mazorca de maíz que un anillo de oro”. Eso es lo que entiende el que vive con la naturaleza y no contra la naturaleza. La mazorca me va a alimentar y si siembro parte recogeré al año próximo. Es la vida. El anillo de oro está muerto y si nos unimos a él, nosotros también.

Si la tierra no pertenece a nadie y todos somos hijos de ella, esto significa que tenemos una buena idea para pensar en un estado cosmopolita. Si todos los bienes naturales son de todos y de nadie tenemos la idea para construir una nueva forma de relación del hombre con la tierra que no sea la explotación, dominación y destrucción. Un sistema de producción que no tiene porqué generar beneficios, sino vida, que es lo máximo que se puede tener. Pero para todo ello hemos de cambiar nuestra consciencia. No se puede pensar altivamente como dueño y señor, ni de forma competitiva y egoísta. Esto supone la destrucción de la vida. Es pensar en contra de la vida. De ahí que nos encontremos en esta circunstancia de fin civilizatorio, de caos mundial, de desigualdad y crueldad extrema, que aún se agudizará más. Hemos de pensar con y desde la tierra. Desde su perspectiva que es la Vida y nuestra perspectiva. Porque hemos olvidado que somos tierra, somos los hijos de la tierra por tanto somos tierra. Y la tierra es Vida. Si vivimos contra la tierra vivimos contra la vida. Nuestra perspectiva tiene que ser la Vida. Y la vida es colaboración, relación, no destrucción. La vida es equilibrio y cada vez produce más vida. Debemos volver al equilibrio, a la tierra. Porque, en el fondo, todo es Uno. Nosotros nos diferenciamos de la unidad por nuestro ego que nos hace pensar desde la dualidad. Pero nuestra mente contiene pensamientos y creencias que son artificiales. Pero esas creencias artificiales y esos pensamientos míticos son los que hacen que seamos lo que somos y que actuemos como actuamos. Por eso es menester cambiarlos para trascender esa dualidad en la que vivimos, que personalmente nos hace infelices, desgraciados y productores de infelicidad y, socialmente, hemos generado una sociedad absolutamente enferma. Una auténtica locura de sociedad en la que los hombres son objetos mercantiles, mera mercancía, mero número en la cadena de producción. Separados de la tierra y de los demás. Nos matamos los unos a los otros, simplemente por la peopiedad, en realidad, algo que no nos pertenece y de lo que nos hemos adueñado artificialmente. Vivimos esquizofrénicamente, esa es la dualidad. Por eso nuestro modelo social genera un tremendo sufrimiento, a nivel individual (en las tribus y culturas primitivas, e, incluso, por ejemplo, los saharauis, no existe el suicidio), en nuestra cultura es masivo, aunque está escondido. Si hay suicidio es porque la sociedad no está sana, no es el individuo, como se suele decir. El individuo busca la salida a una sociedad enferma y sinsentido a través del suicidio. Pero cuando se vive con la naturaleza y en armonía con ella, tenemos una sociedad sana y un individuo sano. Y, además, tenemos un sentido, el sentido de la propia Vida. Simplemente: Ser. Y éste es el sentido, no el tener. El Ser es la Vida y es eterno, consiste en el estar en el Aquí y el Ahora, mientras que el tener se da en el tiempo y crea la angustia que produce el deseo que es meramente aparente, pero produce dolor para siempre, porque el deseo no se satisface nunca. Ser en y con la naturaleza y Ser uno con todo lo que hay: el Universo. Esto es lo que ganamos con una nueva consciencia y una nueva idea de nosotros y del mundo.

 

 

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