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Filosofía desde la trinchera

Los límites del conocimiento.

Yo creo que tenemos serios problemas para tener una teoría total del universo. Hay que contar con los límites del conocimiento que están en el propio sujeto cognoscente. Esto es muy largo, en mi primer libro “Fin de milenio y otros ensayos” Editora Regional, 2001. Dediqué un capítulo entero. El libro está agotado y no sé si lo tengo en formato electrónico. Pero sólo con un par de ejemplos es suficiente. Primero, tenemos un límite empírico, que señalaba antes, no tenemos ni podemos tener experiencia de la totalidad, segundo la verificación completa es imposible por lo que se llama el problema de la inducción. Es decir, no podemos probar el futuro, porque del futuro no hay experiencia. La información, para nosotros, no puede ir más allá de la velocidad de la luz, aunque el principio de no localidad de la MQ demuestra que hay comunicación instantánea entre partículas, cosa que Einstein decía que era una aberración, pero los experimentos de Aspect probaron suficientemente. Hay algunos experimentos que hablan de no localidad en los otros niveles. La teoría de cuerdas, por ejemplo, afirma que hay once dimensiones. Eso sólo lo podemos pensar matemáticamente, no lo podemos imaginar porque nuestro cerebro funciona con tres dimensiones más el tiempo, cuando se juntan en cuatro ya empezamos a tener dificultades (teoría de la relatividad). Nuestros conceptos del entendimiento, es decir, aquello con lo que pensamos racionalmente, que ya lo descubrió Aristóteles, y residen en el lenguaje (bueno en el cerebro y se expresan en el lenguaje) son doce. Por tanto sólo podemos pensar de esa manera, podría haber seres que pensasen de treinta formas distintas que tuviesen relación con la realidad. Por eso nosotros no conocemos la realidad, la construimos con nuestra sensibilidad y nuestro entendimiento. En realidad creamos la realidad al observarla. Una partícula es tal, en la medida que es observada, mientras tanto, es una vibración cuántica: una cuerda. Vamos, lo del gato de Schrödinger. En esencia es que nosotros como parte integrante del mundo pensamos el mundo que es y, de alguna manera, somos la consciencia del mundo o, como decía Carl Sagan, la voz de la consciencia cósmica. El universo que se piensa a sí mismo. Pero esto ya está en Spinoza. Este autor comienza su Ética demostrada según el orden geométrico” con el primer axioma. “Sólo hay una substancia y esa substancia es la substancia infinita que es Dios”. Nosotros somos modos de esa sustancia a través de los cuáles esa sustancia, de forma limitada, se conoce.

 

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