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Filosofía desde la trinchera

Platón

 

-Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?

-Sin duda.

-Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y, se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?

-Seguramente.

-Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibido, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

-Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.

-Mira también si lo compartes en esto: no hay que asombrarse de que quienes han llegado allí no estén dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos, sino que sus almas aspiran a pasar el tiempo arriba; lo cual es natural, si la alegoría descrita es correcta también en esto.

-Muy natural.

-Tampoco seria extraño que alguien que, de contemplar las cosas divinas, pasara a las humanas, se comportase desmañadamente y quedara en ridículo por ver de modo confuso y, no acostumbrado aún en forma suficiente a las tinieblas circundantes, se viera forzado, en los tribunales o en cualquier otra parte, a disputar sobre sombras de justicia o sobre las figurillas de las cuales hay sombras, y a reñir sobre esto del modo en que esto es discutido por quienes jamás han visto la Justicia en sí.

 

 

                                   PLATÓN. La república.

 

Realiza una composición filosófica en la que aparezcan los siguientes aspectos:

 

  1. Ideas centrales del texto y su relación con la filosofía general del autor.
  2. Relaciona al autor con su contexto histórico.
  3. El pensamiento político de Tomás de Aquino. Relaciónalo con el pensamiento de Platón.

 

 

 

 

 

 

1.El texto pertenece a La República de Platón. Podemos considerar ésta como su obra central en la que se propone un modelo de estado en el que impere la justicia. Platón, en su carta séptima, parte de la tesis de que no habrá un gobierno justo hasta que los reyes sean filósofos o los filósofos reyes. En la república aparecen todos los temas centrales de la filosofía platónica que van encaminados a la justificación de su gobierno aristocrático de los mejores en contraposición a la democracia que fomentaba el relativismo y el poder de los ignorantes. En el otro polo estaría la tiranía, como el gobierno que está basado en la fuerza y el miedo.

 

Tres son las ideas centrales que aparecen en este fragmento. En primer lugar se refiere Platón a la salida del esclavo filósofo de la caverna. Una vez que éste ha alcanzado el conocimiento del mundo exterior (la realidad) vuelve para mostrárselo a sus compañeros cautivos. Pero estos lo rechazarán. La alusión aquí a su maestro Sócrates es clara. Es el pueblo el que “democráticamente” castiga a Sócrates por intentar guiarlos en la virtud y hacer de su vida un continuo ejercicio de autoanálisis (conócete a ti mismo) y de crítica de sus ciudadanos. Sócrates dedica su vida a intentar guiar a los atenienses sacándolos del error moral y político (entiéndase que ética y política coinciden en este momento) en el que se encuentran. Pero salir de la comodidad, la pereza, el vicio, la vanidad es difícil y exigente (de ahí también la metáfora de la ascensión en la caverna, que representa la dialéctica o la filosofía); por esto, y el orgullo socrático, el filósofo por excelencia será condenado. Es el precio que tuvo que pagar por ser el tábano de Atenas. Esto es un aviso para navegantes; el pensamiento crítico nos aleja de lo común y nos crea continuamente enemigos, de ahí su dificultad y la necesidad de no bajar nunca la guardia.

 

            La segunda idea importante del texto es la comparación que hace Platón de su conocida alegoría de la caverna con la realidad y el conocimiento. Aquí estaríamos en el nivel ontológico y epistemológico que fundamenta la teoría platónica del estado. Estas dos interpretaciones del mito, que comentaremos después, son centrales y necesarias para la fundamentación de la teoría del estado de Platón, vertebrado, a su vez, por su teoría ética: intelectualismo platónico. Para Platón, como para su maestro Sócrates, conocer el bien nos lleva directamente a actuar bien. Esta es la teoría que defendió Sócrates contra los sofistas. Por eso el gobierno debe ser el de los mejores y los mejores son los más sabios, porque estos conocen el bien y la justicia que son lo necesario para el gobierno. Y, por eso, también, Platón fundará una aristocracia. El poder pertenece al más sabio. No todos los ciudadanos son iguales. Cada uno tiene unas capacidades implícitas (innatismo platónico) que desarrollará por medio de la educación.

 

            Y la tercera idea del texto se refiere al deber del gobernante. El sabio no puede mantenerse en el estudio y en la contemplación de las ideas, aunque le gustase en algunos casos. El deber del filósofo (o sabio, mejor) cuando ha salido al mundo exterior (conoce el mundo de las ideas: recuerda, teoría de la reminiscencia) es volver a la caverna; esto es, gobernar. Hay dos cosas importantes que señalar con respecto a esta idea. En primer lugar, el carácter socrático de la misma. El filósofo es un pedagogo, un educador. En la figura del filósofo se unen la teoría y la praxis: el ejemplo clarísimo –paradigma de los filósofos- es Sócrates. La otra idea asociada es la teoría de la justicia en el estado platónico. Para Platón, el estado se compondría de tres clases. A cada una le corresponde una virtud: al pueblo llano, la templanza, a los guerreros, el valor y a los filósofos gobernantes (además de las anteriores) la prudencia o sabiduría. Estas serían tres de las cuatro virtudes cardinales. Pero hay una virtud que engloba a todo el estado, es la de la justicia. Ésta representa el equilibrio, y ésta se expresa por el hecho de que cada clase debe cumplir con su cometido para que todo en el estado esté en equilibrio. Así, el pueblo llano debe realizar el trabajo productivo, los guerreros defender y vigilar el orden y los filósofos gobernar. Así se garantiza que cada cual haga lo que le corresponde y no hay lucha interna por el poder y, con ello, desequilibrios. Y esto nos explica también que estamos frente a una aristocracia en la que existe una diferencia cualitativa entre los ciudadanos y de entre estos deberán, para garantizar el bien, gobernar los mejores de entre ellos.

 

            Una vez que hemos analizado las ideas centrales del texto y las hemos contextualizado dentro de la filosofía de Platón vamos a pasar a un estudio un poco más profundo del pensamiento platónico que nos ayude a contemplar desde una perspectiva más general y profunda el porqué de estas ideas. Creemos que es muy interesante para entender la filosofía de Platón arrancar de la carta séptima. Aquí, de forma autobiográfica, Platón nos cuenta cual ha sido la verdadera intención de su vida: dedicarse a la política y crear un gobierno justo. Pero distintas vicisitudes le hacen comprender que no existe un gobierno justo en ninguna parte. Por una parte están sus intentos de ser consejero político en Siracusa, todos estuvieron avocados al fracaso; y, por otro, la experiencia de su maestro Sócrates. Sabio entre los sabios y muerto a manos de la mayoría. Rechazo, por tanto, absoluto de la democracia. Por ello su tesis, que aparece hacia el final de la carta VII, y que hemos citado más arriba es que no habrá un gobierno justo hasta que los reyes sean filósofos o los filósofos reyes. Toda la filosofía platónica está encaminada a justificar esta tesis. Para esto tiene que combatir las teorías sofistas, pero éstas las abordaremos en la segunda cuestión.

 

            Es muy importante para entender la filosofía platónica su influencia pitagórica y el aprecio en el que tiene a las matemáticas como modelo de conocimiento. Las matemáticas son un saber apodíctico y deductivo, por tanto son un saber objetivo del que no podemos dudar. Lo que quiere buscar Platón es un modelo general del conocimiento similar al de las matemáticas que justifica la posibilidad de conocer el bien y la justicia y, con ello, la posibilidad de que gobiernen aquellos que conozcan estas ideas. Por eso Platón va a defender el innatismo (en la teoría del conocimiento o epistemología) y el idealismo (teoría ontológica.) De lo que se trata es de que, según el innatismo platónico, nacemos ya con el conocimiento de las ideas, todo nuestro aprender entonces  es recordar. No aprendemos lo que no sabemos, sino lo que ya sabemos. Y para fundamentar esto inventa la teoría de la reminiscencia y de la reencarnación del alma. Aprender es recordar lo que ya sabíamos y hemos olvidado al reencarnarnos. Platón intenta demostrar esto en su diálogo Menón o del aprender. Un esclavo es capaz de demostrar el teorema de Pitágoras, sin conocerlo de antes, sólo con la ayuda de las preguntas bien dirigidas de Sócrates. Aquí observamos, tanto el método socrático, la mayéutica: el arte de ayudar a dar a luz a las ideas, como la dialéctica platónica, inspirada en su maestro, la forma ascendente, por medio del diálogo, de acceder al conocimiento de las ideas. Y esto nos lleva directamente a la teoría central de Platón que es la de las ideas. Como vemos las tres teorías: reminiscencia, reencarnación y teoría de las ideas están entrelazadas, se apoyan mutuamente.

 

            La teoría de las ideas es la más conocida de todas sus teoría y el centro sobre el que se apoya toda su filosofía. Por otra parte, la alegoría de la caverna nos muestra visualmente esta teoría, además de que en ella se encuentra implícita toda su filosofía. Platón nos dice con su teoría de las ideas que existen dos mundos, uno el aparente y otro la auténtica realidad. Las apariencias son las que captamos por medio de los sentidos, son engañosas, inciertas. No es posible la ciencia de las apariencias. De lo particular no hay ciencia. De las apariencias sólo hay doxa u opinión. Es lo que ven los esclavos en el interior de la caverna. El mundo sensible, en cuanto al conocimiento, nos lleva a la ignorancia: las cadenas que atan a los esclavos en la caverna. Esta ignorancia o no saber es esclavitud en la medida en que no somos conscientes de nuestro estado de conocimiento. Es creer saber cuando realmente no se sabe. De aquí que el ignorante no sea culpable, en la medida que no sabe. Y de aquí también el hecho de que la democracia sea el gobierno de los ignorantes, que están representados por la mayoría. Por el contrario, el mundo inteligible es el de las ideas a las que accedemos por medio de la razón. Nótese aquí la influencia de los pitagóricos y las matemáticas. Los entes matemáticos no son sensibles, son ideales. Pues igual va a ocurrir con todos los objetos de nuestro conocimiento, son ideas. Así el verdadero conocimiento es el de las ideas a las que llegamos por medio de la dialéctica, que es el camino ascendente de la caverna. De las ideas lo que tenemos es entonces episteme: conocimiento verdadero, seguro y deductivo. Además las ideas son universales y sólo hay conocimiento verdadero (ciencia) de las ideas. Por eso el filósofo que se ha liberado, cuando sale al mundo exterior conoce la realidad y se da cuenta de que lo que veía eran sombras, una proyección, una copia imperfecta de la realidad. Y, por esto, también, es el filósofo el que debe gobernar, porque conoce la idea de bien y de justicia. En cambio, la mayoría (el gobierno de la democracia) están inmersos en las apariencias. Como decíamos, el camino que nos lleva a las ideas es el de la dialéctica o filosofía. En este sentido podemos entender la teoría del amor platónico. El amor es “engendrar en la belleza” la búsqueda de la belleza (como desarrolla Platón en el Banquete y el Fedro). El amor es búsqueda de lo que no se tiene; en esa medida, llega a decir Platón que el amor es un filósofo (esa es su naturaleza); el filósofo busca la sabiduría en tanto que no la tiene. Y la búsqueda es dialéctica, yendo de lo particular a lo universal.

 

            Con esto queda fundamentado epistemológica y ontológicamente la teoría del estado de Platón. También éticamente, como señalábamos, porque conocer, también es conocer la virtud, no olvidemos el intelectualismo socrático del que se ha hablado más arriba. Platón desarrolla su teoría del estado paralelamente a la teoría del alma. El alma se compone de tres partes; así también el estado. La teoría del estado de Platón es organicista. Concibe el estado como un todo armónico y equilibrado. Las partes del alma son la concupiscible, la irascible y la racional. Ésta última debe equilibrar a las otras dos que representan a las pasiones. La razón, por tanto gobierna a la pasión. Esto queda meridianamente explicado con el mito del auriga (la razón) que guía a sus dos caballos: el concupiscente y el irascible. Sólo habrá armonía si consigue dominar esos dos caballos (pasiones). Lo mismo ocurrirá en el estado; hay tres partes: el pueblo, que correspondería a la parte concupiscente del alma y cuya virtud debe ser la templanza, los guerreros, que se corresponderían con la parte irascible y cuya virtud es el valor y, por último, los gobernantes, que se corresponden con la parte racional y que poseen la virtud de la prudencia. Por ello es al gobernante al que le corresponde guiar hacia las otras dos partes del estado, porque es realmente el que sabe. Ninguna de las partes puede sustituir a la otra, en tal caso caeríamos en la injusticia: cuando alguien hace lo que no le corresponde. De ahí lo que decíamos del deber de cada parte del estado. Y esto expresaría la máxima virtud que es la de la justicia. Y ésta es la aristocracia platónica, el gobierno de los mejores, en tanto que estos son los más sabios. Éste es el estado ideal y “primitivo” u originario de Platón. Nuestro filósofo es un pesimista histórico. Considera que en la historia se ha producido una degeneración. Por ello, el modelo en el que se inspira es el de la aristocracia clásica griega. El modelo que podemos llamar del rey pastor. El rey cuida de su rebaño y quiere lo mejor para éste. El pastor nunca quiere el mal de su rebaño y sabe de su oficio. Hay que tener en cuenta que en el estado platónico lo importante es el bien de todos: que es la justicia, no el bien de uno, o unos pocos que es un estado degenerado. El individuo para Platón no cuenta, sólo en tanto que miembro de la comunidad. Hay una identificación absoluta entre ética y política que después romperá su discípulo Aristóteles. Todo gobierno que no sea la aristocracia platónica es una degeneración. La oligarquía es el poder de los ricos, que sólo beneficia a estos, la timocracia es el poder basado en el honor, la democracia es el poder de la mayoría que son ignorantes y que dan lugar al desorden. Degeneran a su vez en anarquía y tiranía, éste último el peor de las formas posibles de gobierno.

 

            Una de las críticas más interesante, además de la de Aristóteles (que es realista también en política, por lo tanto, no idealista y utópico como su maestro), es la de Popper en su obra la sociedad abierta y sus enemigos. Aquí acusa a Platón a Hegel y Marx de totalitaristas. El Estado platónico, sin ser una tiranía es un totalitarismo, en la medida en la que se intenta formar un gobierno como un todo a partir de una idea previa de cómo debe ser el estado. El individuo queda anulado frente al estado. Popper, además, ve en la teoría de los metales  -que justifica la diferenciación de las tres clases- un racismo encubierto; sobre todo con la serie de leyes “casi eugenésicas” que elabora Platón en su obra de vejez Las Leyes.

 

 

2.Platón vive entre el siglo V y IV antes de C. Su vida está marcada por múltiples acontecimientos políticos que explican su interés por la política. Hay que señalar las guerras del Peloponeso que enfrentan a Esparta y Atenas, la guerra contra los persas, que intentan salvar la cultura griega (se hace una liga de ciudades encabezada por Atenas). El surgimiento de la democracia en Atenas, la caída de ésta con el gobierno de los treinta tiranos, en el que un tío de Platón figuraba. La figura de Sócrates y su relación con la democracia hasta la muerte de éste. Hay que destacar también para entender su filosofía su influencia pitagórica y su formación en “ciencias”. Pero lo que fundamentalmente queremos destacar aquí es el surgimiento de la polis, como unidad política, la democracia en Atenas, la filosofía de los sofistas y la figura de Sócrates enfrentado a estos y maestro de Platón.

 

            De la época arcaica griega se pasa a la época clásica en la que tiene lugar la emergencia de la polis como modelo de ciudad estado que se autogobiernan y son autárquicas. El máximo esplendor de la polis tiene lugar en el llamado siglo de Pericles que es también llamada la época de la ilustración ática. Es el siglo de máximo esplendor cultural griego, concretamente ateniense, es el momento también del primer intento histórico de establecer como forma de gobierno la democracia. Pericles es la cabeza visible de ésta. Es famosa su oración fúnebre a los generales muertos en batalla, en la que ensalza a Atenas porque se ha dado a sí misma las leyes. Porque todos los ciudadanos participan en ellas; ahí radica su fuerza. En la polis ateniense es, como decimos, donde surge la democracia y al ser el centro económico y cultural de toda Grecia es donde acudirán, no sólo comerciantes, artistas y toda clase de metecos (forasteros) sino que también acudirán los sofistas. Para entender a los sofistas y a Sócrates tenemos que entender la democracia griega y el sentido de qué es ser ciudadano. En esta época no se distingue entre hombre y ciudadano. Por tanto, tampoco existe una diferencia entre ética y política. El hombre es en tanto que es ciudadano, pertenece a una polis. La condena al destierro (ostracismo) era el peor castigo, más que la muerte. Sócrates no aceptó el destierro; el sentido de su vida está en la polis. Esta identidad entre ética y política, entre hombre y ciudadano marcarán tanto a Sócrates como a Platón. Será Aristóteles el que establezca por primera vez la diferencia entre ética y política. Pero claro, la época de Aristóteles marca el fin de la polis como estado y se pasa al modelo de imperio (Alejandro Magno). Después de esto vendrá la crisis y, por tanto, las filosofías prácticas (teorías de la felicidad); aquí ya no hay identidad con el estado, el pensamiento se hace individualista.

 

            En la democracia ateniense no todos eran ciudadanos, sólo una parte de la población. El resto eran metecos, esclavos y mujeres. Ninguno de ellos tenía derecho al voto. Esta democracia se caracterizaba por ser asamblearia o directa. Las decisiones se tomaban en la asamblea tras escuchar a los oradores. Y este punto es importante para ver la influencia de los sofistas en la polis ateniense. Los sofistas eran metecos. Se autoproclamaban sabios y maestros de virtud y cultura. Entre ellos cabe destacar a dos de entre los sofistas mayores: Protágoras y Gorgias. La tesis fundamental de los sofistas es la del relativismo moral y cultural; que, por supuesto tiene una base en el relativismo epistemológico; una suerte de escepticismo sobre el conocimiento. No nos es posible el conocimiento cierto y seguro puesto que éste arranca de las sensaciones y éstas son mudables. Si no es posible un conocimiento verdadero mucho menos lo será del bien y de la justicia. Todas las normas políticas y morales, las costumbres son relativas a cada pueblo y cultura. No podemos decir cual es la verdadera porque cada cual considera las suyas como tales. De ahí que declare Protágoras que el hombre es la medida de todas las cosas. Ahora bien, si todo es relativo cuál es la medida o el criterio de la verdad, pues lo útil. Llegamos así a una moral utilitarista o pragmática. Pero, claro, ¿cómo defendemos lo útil o lo mejor?. Para ello los sofistas inventan el arte del discurso o la retórica que es el arte de convencer, independientemente de que sea o no verdad aquello de lo que se convence. Para Protágoras todo es verdad, para Gorgias todo es falso, de lo que se trata es del poder de disuasión. Es el triunfo del discurso y de la palabra. Y esto es lo que necesitaban los oradores atenienses. Por esto los sofistas se convierten en sus maestros y se dedican también a la defensa ante los tribunales.

 

            Pues bien, Sócrates está inmerso en esta situación. Pero no cree que todo sea relativo, por el contrario, piensa que la virtud (el objeto de su filosofía) es una y que se puede aprender (intelectualismo socrático que heredará Platón y fundamentará como ya hemos demostrado). Al contrario que los sofistas, Sócrates se declara ignorante (sólo sé que no sé nada) y esto le hace investigarse a sí mismo (conócete a ti mismo). Cuando conoce la sentencia del templo de Delfos, que es el hombre más sabio de Grecia, decide indagar entre los que se consideran sabios (los sofistas). Pero Sócrates no da discursos (retórica), lo que hace es preguntar, ése es su saber. Este arte de la mayéutica es el que nos muestra Platón en sus diálogos, sobre todo en los primeros o socráticos. Platón nos muestra a un Sócrates que desenmascara a sus contrincantes sofistas y les hace ver su total ignorancia, ni siquiera saben que no saben. Y ésta es la fuerte herencia socrática en Platón. El conocimiento se adquiere por el diálogo, no por la retórica. La retórica no es conocimiento es cosmética del alma, abalorios, adornos, palabras, en definitiva, para tranquilizar y adular a la plebe. En cambio, Sócrates se dedica a la investigación de sí mismo y de los demás. Y esta indagación requiere del diálogo, de las preguntas y respuestas en busca de la verdad (virtud); cuando la alcancemos seremos virtuosos. La dialéctica es la medicina del alma, nos dice Platón, frente a la retórica. De aquí el ataque radical a la democracia ateniense –además de que Platón por su origen noble y aristocrático nunca fue demócrata.- En la democracia no hay verdades absolutas. –todo se puede defender. Nadie tiene totalmente la razón, de ahí la importancia del discurso. Esto está bien, pero lo que vio Platón aquí fue la degeneración de la democracia en demagogia. El poder de la palabra para dominar y seducir al pueblo, no para cultivar la virtud. Por eso Platón ve un peligro terrible en la democracia pues representa al gobierno de los que no saben y son convencidos por demagogos y oportunistas, que buscan el poder y no el bien del pueblo. Por el contrario, Platón piensa que al pueblo hay que guiarlo, pues no es capaz de autogobernarse. De ahí que el sabio sepa bien qué le conviene. Además, resulta que la democracia condena a un hombre sabio, justo y bueno (Sócrates), nunca puede ser éste un gobierno justo. Y por eso Platón apuesta por la aristocracia de los sabios, pero, para eso tiene que refutar el relativismo de los sofistas mostrando que sí es posible un conocimiento seguro del bien y la justicia. Pero esto ya lo hemos demostrado en la primera cuestión.

 

3. Lo que hay que desarrollar aquí es la política de Tomás de Aquino que la veremos en el texto que le corresponde. Sería interesante que hicieseis alusiones a Platón y Aristóteles. Es importante señalar lo de el rey pastor por las similitudes entre Tomás de Aquino y la aristocracia platónica.

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