06 de noviembre de 2009
Vivimos un problema tremendo de superpoblación. Y este problema no se puede desligar del del cambio climático y del modelo de crecimiento que conlleva la economía neoliberal. Hoy más que nunca las tesis de Malthus están al día y en lo cierto. En un planeta limitado en recursos es necesario un límite del crecimiento de la población. Todos los datos señalan que la pobreza y el hambre en el mundo aumentan progresivamente, y este aumento está relacionado con el crecimiento de la población. Es insostenible este nivel de crecimiento, la tierra no lo soportará. Pero el problema se torna todavía más inmoral. Los que siguen creciendo demográficamente son los países más pobres, donde el hambre se ceba más. Desde los países desarrollados no ponemos los remedios para evitar esto, ni para solucionar el hambre. El dinero dedicado este año a la erradicación del hambre en el mundo sólo representa un dos por ciento del dinero que los EEUU. introdujeron en bancos, aseguradoras e instituciones hipotecarias, todas privadas y con altos rendimientos para intentar solucionar la crisis. En verdad que este mundo es absolutamente irracional y que la única justificación de las guerras es la conquista y saqueos de los recurso. Probablemente a los países más ricos no les interesa para nada salvar a la población que paulatinamente va muriendo. Quizás tenga razón Susan George en su libro de política ficción Informe Lugano, el plan es que solo vivan 2.000 millones de habitantes, el resto tiene que desaparecer, ya veremos como. Pero esto último es tremendamente inquietante. Leo hoy en una entrevista a un ecólogo de poblaciones que precisamente la cifra adecuada de sostenibilidad del planeta sea la de 2.000 millones, curiosa coincidencia. La cuestión crucial es cómo podemos llegar a este decrecimiento en la población. Lo paradójico es que los países ricos no van a crecer en sus poblaciones, pero sí los muy pobres. ¿Qué vamos a hacer en un mundo globalizado cuando los hambrientos quieran comer como nosotros? Encima a esto hay que sumarle el hecho de que el cambio climático, un hecho ya establecido, producirá cada vez más inmigrantes ecológicos. ¿Cómo podremos resolver estos problemas? Y encima los países ricos no quieren oír ni hablar del decrecimiento económico, sin éste es inviable la supervivencia de la humanidad. Pero permítaseme un tono escéptico y pesimista. La historia de la humanidad es una historia de guerra, conquista, saqueos, exterminios, el siglo XX ha sido el peor de todos porque hemos tenido la tecnología que nos ha permitido matar masivamente. La cuestión que hay que pensar ahora es si el futuro será distinto. Me temo que no. Los políticos y el poder económico no están poniendo los medios para que esta situación se solucione, al contrario, sólo trabas. La acción política es un pensamiento a corto plazo y limitado por tremendos conflictos de intereses. Somos un cáncer para el planeta, pero el planeta tiene capacidad inmunológica para curarse. El cambio climático no es más que una sinergia, una respuesta causal compleja del planeta en su conjunto para adaptarse a las nuevas circunstancias de un alto porcentaje de CO2 en la atmósfera. Claro, el resultado de ello es la inhabitabilidad del planeta para innumerables especies (recordemos que estamos asistiendo a la mayor extinción de especies de toda la historia de la evolución y, además, con un origen antropogénico) entre ellas el hombre que se verá reducido a una mínima expresión desde el punto de vista de las tesis más pesimistas como es la de Loveloc, el autor de la teoría de Gaia. Esperemos que aún estemos a tiempo para resolver o paliar este problema límite al que nos enfrentamos. Existen, en tal caso, dos decrecimientos necesarios, el económico y el de la población, y ambos están ligados causalmente. Sin ellos el colapso civilizatorio es sólo cuestión de tiempo. Basta ya de creer que el desarrollo tecnológico resolverá los problemas. Con ese cuento nos llevan engañando desde mediados del siglo pasado, más exactamente desde los años setenta. De todas formas es una idea equivocada que procede de la ilustración y que tiene su base en la secularización de la idea de progreso. No es necesario ser tecnófobo para apreciar la falsedad de esta idea, sólo hay que ir a los datos, los índices de pobreza han aumentado, la desigualdad ha aumentado, los recursos han disminuido, la población ha aumentado casi exponencialmente, el cambio climático es una realidad y sus efectos ya se dejan sentir en amplias zonas del planeta que están provocando inmigración ecológica. En fin, el futuro es tremendamente incierto. Mientras tanto nuestros mandatarios discuten de trivialidades. Hasta cierto punto el hombre es un ser “caído” incapaz de ponerse en el lugar del otro. Ha hecho de la guerra una profesión y una forma de vida. Tenemos las armas suficientes para exterminar a gran parte de la humanidad. ¿Será éste el recurso que utilizaremos como hemos hecho a lo largo de la historia cuando nos hemos enfrentado a un problema ecológico de recursos?... no me atrevo ni a contestar.
06 de noviembre de 2009
Magnifica la obra de mi amigo y compañero de profesión Esteban Mira Conquista y destrucción de las indias. 1492-1573. Es una obra valiente, contra los verdades establecidas. Una obra rigurosa que quiere redimir a las víctimas y en la medida en la que la historia lo permite hacer justicia. El autor, sin participar de la leyenda negra, que analiza como un discurso interesado construido por los europeos para combatir propagandísticamente contra el imperio español, considera y demuestra que la conquista de América fue una destrucción casi total de un mundo, una civilización, una cultura. Fue un exterminio, etnocidio y genocidio. La obra está profusamente documentada. Hay en su interior un debate entre las distintas posturas. El autor las sopesa y ve los puntos fuertes y débiles de cada una. Su metodología es interesante. Hace una crítica al historicismo y a los que intentan justificar lo injustificable a partir de la situación histórica. Considera que hay universales ético, independientemente de que hubiese una declaración de derechos humanos y una legislación que proteja al débil. La conquista de América fue un exterminio del fuerte por el débil, cosa que no debe sorprender porque siempre ha sido así. También hicieron lo propio el resto de las naciones europeas que participaron en esta conquista. La historia está sembrada de cadáveres en nombre del progreso y la civilización. El débil siempre ha sido considerado el bárbaro. La civilización se ha asentado en la fuerza. La conquista-destrucción de América por los españoles tiene una justificación ideológica que pretende encubrir la masacre. Esta ideología se basa en la identidad nacional, la misma que lleva a la expulsión y exterminio de judíos y musulmanes de España. Se pretende recuperar una España eterna, salvadora y guardiana de los valores cristianos civilizados de occidente. Todo esto es ideología, apariencias creadas por los poderosos para justificar su ansia de poder y de dominio y para saquear los recurso de los otros. Nada especial tenemos aquí los españoles, esto es común a la historia porque es común al género humano. Es necesario negar la leyenda negra, porque es una construcción cínica de otras naciones contra España, igual que hay que negar la leyenda rosa española que nos viene a contar que los españoles redimieron de la barbarie, cristianizaron y modernizaron el nuevo mundo. Patrañas, para justificar los crímenes cometidos bajo la ideología de la identidad que hemos comentado antes. Fue un genocidio, como lo fue lo que hicieron los ingleses en Norteamérica. Es muy interesante la metodología de Esteban cuando pretende explicar la historia desde la actualidad. El historiador debe tender a la objetividad e imparcialidad, pero es inevitable la contextualización del discurso histórico. Y todo historiador tiene su contexto. Y, además, se puede y se debe hacer un juicio de valor, tras los análisis objetivos e imparciales, si queremos extraer alguna enseñanza moral y política de la historia. En fin, una obra fantástica, valiente, esclarecedora y clara, erudita y, a veces sabia, por el tono ético que la anima. La historia debe ser un instrumento para la justicia y para el crecimiento ético de la humanidad, si intentamos falsificarla estamos condenando nuestro propio futuro.
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