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Filosofía desde la trinchera

Magnífica reflexión para mañana partiendo de la obra de nuestro común amigo Esteban Mira. Sólo hay una cosa que no comparto. Estoy contigo en que no existe ninguna razón ni argumento sólido contra la tesis del exterminio y que existe una unión entre capitalismo e imperialismo y esto nos lleva al exterminio del otro por la propia lógica del capital. Pero en lo que disiento es en que la naturaleza humana sea bondadosa de por sí y que el mundo precolombino fuese un paraíso. Eso es falso. La naturaleza humana es la de un animal gregario, recolector y cazador. Desde el neolítico la guerra está instalada entre nosotros. Hay sistemas de producción que la fomentan más que otros. El capitalismo que se empieza a globalizar, como Marx bien analiza en el Manifiesto Comunista, lleva la guerra al exterminio. Siempre ligado éste a ideologías que son el alimento del pueblo para ser la mano ejecutora del poder. Es el caso de la ideología del nacionalcatolicismo que echa a los judíos y los musulmanes de Al- Andalus y los tortura y reprime, así como extermina al indio. Y, desde entonces para acá seguimos en las mismas. Con esto no quiero demonizar la naturaleza humana, como sugieres tú, sino ser realista. El hombre ha sido capaz de grandes hazañas éticas, como de también es el protagonista de su propia autodestrucción. El realismo, en este caso me remito a Kant, “el fuste torcido de la humanidad”, una unión entre Rousseau y Hobbes, nos lleva a la idea regulativa de la paz perpetua. Y ésta pasa por la búsqueda de una ética cosmopolita que sería la base de una legislación internacional. Necesitamos leyes porque no somos buenos de modo natural, pero construimos leyes basadas en la ética y las obedecemos porque somos lo suficientemente buenos para ello. Sin estos presupuestos no podemos entender ni la destrucción de las indias ni a un fray Bartolomé de las casas y el derecho de gentes.

 

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            No hay derechos sagrados, esto es ya metafórico, pero considero que la libertad unida a la justicia y la fraternidad son los derechos humanos inalienables. Pero estos derechos no son más que la guía ética de la humanidad. Son conquistables. Primero los descubrimos y, después, debemos esforzarnos en llevarlos a la ley y a la praxis de la misma. La ilustración los proclamó y consideró, ingenuamente, que educación es lo mismo que ilustración. ¿Un alumno recen salido de la ESO es un hombre libre de pensamiento? Es el error del optimismo ilustrado que dio lugar a tanta barbarie en la historia. La razón se idolatró y se convirtió en una diosa. Eso dio lugar a la perversión de la propia razón ilustrada y de la propia ilustración con ella. El objetivo de la educación debe ser la libertad de los individuos, pero dudo que necesariamente exista una unión entre libertad y felicidad. Sospecho desde hace ya bastante, que la felicidad es algo muy accidental e, incluso, bioquímico. Otra cosa es que la justicia social sea la base de la conquista de la felicidad. Justicia y libertad como condición de posibilidad de felicidad. Condición suficiente, pero no necesaria, que dirían los lógicos y matemáticos. Pero yo he dejado ya de pensar que la educación sea el vehículo de la libertad. Si entendemos educación en el sentido más amplio y profundo del término, desde luego que sí. Ahora bien, si la entendemos ligada al estado, no, rotundamente. La educación, al menos en España y en gran parte del mundo capitalista, es adaptación. Es decir, control. Se nos promete la felicidad por medio de la obediencia sumisa, sin ser conscientes de que somos obedientes. El neolenguaje confunde obediencia con adaptabilidad. Y de todo ello sale un individuo inconsciente de su propia esclavitud. Un subproducto del sistema. Feliz y acomodado, pero esclavo, por lo menos en el ámbito del pensamiento. Y, además, instalado en la pseudolibertad del relativismo de las opiniones. Pensar que todas las opiniones son respetables e iguales. ¡Menuda farsa y baile de marionetas! La libertad es algo demasiado importante como para dejarla en manos de una ley de educación…

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