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Filosofía desde la trinchera

Hay una soledad real del profesor en la medida en la que se enfrenta a un público que son sus alumnos, pero, también, sus espectadores. Dar una clase es, muchas veces, actuar. Pero esa soledad que es profunda, enriquecedora y te hace valiente, es valiosa. Hay otra soledad que es la del auténtico profesor frente a la administración y el poder educativo, ésta pretende minar tu autonomía, pretende domesticarte. Y, en realidad, ésta no es la soledad, sino que uno cada día se siente más vigilado.

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