Mario, creo que hay algo en lo que te equivocas. A mí no me dan ninguna pena esas personas que viven instalados en la cobardía, o peor aún, los hipócritas y cínicos que ocupan el poder. No, lo que pienso es que el esfuerzo de la ilustración tiene que alcanzar a todos. Si queremos conseguir una democracia mejor, debe ser para todos, aunque muchos sean indiferentes y pasivos. Pero lo que sí es necesario es terminar con la clase que parasita el poder y con la locura de distribución del capital o la riqueza, eso sí. Una democracia garantiza un estado de derecho, igualdad ante la ley, esto es necesario, porque si no la ley es arbitraria y entonces caemos en la tiranía. El hecho de que haya muchas personas cómodas, o cobardes, no implica que no haya que luchar por un estado de derecho más desarrollado y participativo. Otra cosa importante que para mí es una guía ética y política. Decía Terencio, “hombre soy y nada de lo humano me es ajeno” Nadie está limpio ni es absolutamente virtuoso, en nuestra vida hay una tensión constante entre vicio y virtud. La sabiduría consiste en ir dominando el vicio, es insuprimible, va con nosotros. El dominio del vicio exige la fuerza, que es la virtud. Y, como nada de lo humano me es ajeno, no podemos perder la empatía que, en definitiva, es lo que nos permite sobrevivir y genera el altruismo: ser capaz de ponerse en el lugar (intelectual y sentimental) del otro.
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