Pero, hombre, Miguel. China es neoliberal en sus relaciones internacionales y, por tanto, es neoliberal. Internamente no lo es, porque es un totalitarismo político en el que el estado, que es el partido único, controla el setenta por ciento de la riqueza. Esa pluralidad de la que hablas no es garantía de pluralidad ni de ideas, ni política, ni de expresión. Y ya sabes que mi crítica no es una defensa de la democracia neoliberal. Ésta también es un totalitarismo. Y por eso no entiendo tu crítica del principio. Y menos viniendo de un marxista. De qué ideal extraterrestre me hablas. Pero si llevo toda mi vida luchando contra ideales y utopías. ¿Qué quiere decir eso de que es un rastro de cristianismo que me queda? No lo puedo creer. Puede ser que en mí haya muchos rastros de cristianismo, no lo dudo, pero creo que son voluntarios y bien examinados, como son lo que considero la base de la ética social del cristianismo, el sermón de la montaña y la parábola del buen samaritano. Y esto lo podemos entender con el mensaje de Jon Sobrino, teólogo de la liberación, “fuera de los pobres no hay salvación”. Pero a esto no te refieres, sino a un ideal. Eso no lo entiendo porque, precisamente, una de las tareas que he realizado en mis escritos es intentar averiguar los orígenes de la idea de progreso, utopía y emancipación de la humanidad. Ideas que proceden de la mitología juedeocristiana, también a su manera están en el mito de la caída de los griegos, que, por su puesto, aprovecha Platón, para fundar su estado totalitario. Soy un escéptico y un nihilista, en lo referente al sentido de la historia. Por tanto, no existe ningún rastro de cristianismo en este ámbito en mi pensamiento. Por el contrario, es precisamente en tus ideales utópicos, en tu creencia en la posibilidad de la emancipación de la humanidad y de los débiles, en la que late el mito cristiano del progreso y la salvación. Mi nihilismo es un naturalismo, pero no me lleva, ni a la desesperación ni a la abulia. Creo que me hace más realista. Al contrario de un sueño extraterrestre. Mi filosofía es profundamente terrenal, como exigía Nietszche de un buen ateo. Recuerda que éste decía que “no nos veríamos libres de dios mientras no nos libremos de la gramática” Todo lo que significa dios está en el lenguaje, por eso debemos revisar nuestros conceptos de historia, progreso, esperanza, utopía, emancipación…todos tiene una raíz cristiana que el pensamiento político utópico, tanto el marxista y de izquierda como el neoliberal y de la derecha, así como el transhumanismo tecnocientífico, conservan en su ideología y su forma de entender el mundo y la sociedad. El naturalismo nos obliga a ser humildes, a reconocer los límites del hombre (antropológicos, la condición natural del hombre que todo culturalista e idealista ignorantemente niega) y de la praxis política. Hay que estar con Kant, pensar el progreso de la historia como acción reguladora de la acción ético-política, pero no como una necesidad, ni como redención, ni como fin de la historia. El progreso es provisional, y eso cuando lo hay. La idea de progreso es un mito, pero una creencia que se le hace necesaria al hombre para poder vivir. Es más, como defiendo en “Pensamientos contra el poder” el hombre necesita creer en el progreso y por ello se autoengaño. No hablamos ya de un engaño ideológico, de una alienación, sino de un autoengaño inconsciente. Por eso es necesario un autoanálisis para ver de dónde proceden estas ideas. En definitiva es el desacuerdo de fondo que tenemos desde siempre. Saludos y es un placer como siempre.
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