Blogia
Filosofía desde la trinchera

CONTRA EL POSMODERNISMO. RÉPLICA A ISIDORO REGUERA EN SU PARTICIPACIÓN EN LAS VIII JORNADAS DE CIENCIA TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD DE VILLAFRANCA DOS BARROS 2011.

 

            La ponencia con la que nos ilustró el profesor Isidoro Reguera fue brillante, tanto en su forma retórica, como en su contenido. Fue realmente un reto. Quizás una provocación. Y es verdad que el filósofo debe provocar. O, como decía Diógenes el cínico, acentuar la nota un poco más para que el resto den el tono justo. Todo esto es cierto, pero creo, sinceramente, que las tesis posmodernas no se mantienen, por un lado, y, por otro, creo que son extremadamente peligrosas y, además, autojustificativas de la barbarie del poder y causan la impotencia en el ciudadano. Le ayudan a ser un esclavo sumiso.

 

            Vamos a ver, por su puesto que los grandes relatos, como sostiene el posmodernismo no son ya viables. Pero la cuestión es qué entendemos por grandes relatos. Si a ellos nos referimos como relatos que pretenden alcanzar una verdad absoluta, más allá del sujeto que conoce, el sujeto histórico y social. Una verdad que sea trascendental y absoluta. Pues en eso estamos con los posmodernos. En lo que de ninguna de las maneras se puede participar es en la ausencia de objetividad en el ámbito del conocimiento (aunque éste proceda del sujeto) y del compromiso ético, la solidaridad, como defienden dos de los máximos exponentes, Vattimo, junto con Rorty en su libro sobre El futuro de la religión

 

            Lo que Isidoro Reguera nos presentó, siguiendo a Sloterdijk, fue una descripción del panorama nihilista en el que vivimos, en el que se ha legado al fin de la historia porque ha habido un fin del pensar al proclamarse la muerte de dios. La historia, como acontecimientos está terminada con occidente, ya no son posible conquistas geográficas y demás. La verdad, la belleza y la justicia, que tienen su fundamento en dios, si éste ha muerto carecen de sentido. La idea de progreso, que se encarna en el mito cristiano de la historia cae por su propio peso. No estoy en desacuerdo con ello, lo que considero es que de ello no se sigue ningún fin, sino una posibilidad de apertura. Lo que ha fracasado con los grandes relatos es lo que yo he llamado en otro lugar Pensamientos contra el poder la perversión de la razón ilustrada. La razón ilustrada se pervierte cuando se hace absoluta. Es decir, cuando se cree omnipotente, cuando, en definitiva, se equipara a dios o se endiosa. Efectivamente, esto ha sido en la realidad histórica, que es donde toman forma real el pensamiento ideal, lo que ha generado los mayores totalitarismos de la actualidad o modernidad. La razón ilustrada “pervertida” es culpable de ello, sin duda. Así que podemos considerar una bendición la crítica posmoderna cuando nos dice que los grandes relatos de la humanidad han llegado a su fin. Pero no es cierto. Lo que hace el posmodernismo, y es lo que dice Sloterdijk, e Isidoro comenta, es contar novelas filosóficas. El problema es que estas novelas filosóficas se pueden convertir en auténticos delirios y pueden ser aprovechadas por los poderes. Si no hay sentido, el sentido es el del más fuerte.

 

            Aunque yo también parto de un nihilismo, el que surge de nuestra mera condición biológica, del que hablaré después, no participo del todo vale del posmodernismo, o, al menos, como lo interpreta Reguera. No todo vale. Han caído los discursos absolutos, pero no los discursos objetivos. Pero antes de defender mi tesis tengo que decir, que es en la propia ilustración donde encontramos las bases para la critica de una razón absoluta y de un progreso de la humanidad. Me refiero a Rousseau y a Kant. El primero es el primer gran crítico de la idea de progreso. El desarrollo tecnocientífico no ha mejorado a la humanidad, la ha empeorado, la ha corrompido éticamente. El desarrollo de la historia de la humanidad, como nos muestra en su Discurso sobre el origen de la desigualdad en el hombre, es una profundización en la desigualdad humana, en la corrupción moral, en suma. El progreso, entonces, no vendría de un progreso científico técnico, ni sería un fin determinado de la historia, sino que procede de la voluntad de los hombres. La idea de Roussaeau, aunque una ficción, como nos muestran los biólogos y los etólogos, es que el hombre en su estado de naturaleza vive en igualdad y libertad, y que existe una bondad originaria. No es cierto, desde la ciencia actual esto, casi, aunque no del todo, lo contrario. Pero le sirve a Rousseau para decir que si queremos un progreso de la humanidad, éste debe ir dirigido a la conquista de la igualdad y la libertad. De tal forma que la organización social debe fomentar desde todas sus instituciones, la educación, Emilio, la familia, La nueva Eloisa, y el Estado, El contrato social, la consecución de estos ideales éticos. Como vemos no hay una razón absoluta que rija la historia, ésta depende de la voluntad humana. La razón debe “racionalizar” las relaciones humanas para que no aparezca la desigualdad. Esta es la cuestión, no hay ninguna razón absoluta. Y lo que sí encontramos son unos mecanismos institucionales que garanticen la mayor igualdad y libertad posible, que, de suyo, no vienen dadas. Aunque se parte de un mito, una situación idílica, de la que Rousseau es consciente, no se acaba en un absolutismo político. La crítica a la razón, que ya ha hecho antes, nos lleva a la consideración de que ésta es parcial y contingente y que no puede estar separada de la pasión, como, por otro lado, también defendiese Hume. No hay razón sin pasión.

 

            Pero mucho más claras están las cosas en kant. Filósofo que representa un antes y un después y que debe ser reactualizado. La filosofía de Kant, marca un punto de inflexión en el pensamiento; y su filosofía trascendental se ha ido llenando de contenido empírico a la par que han ido desarrollándose las ciencias. Y esto se puede decir tanto para la teoría del conocimiento, como la ética o su filosofía política y de la historia. Kant marca lo que se puede saber de lo que no se puede saber. Su crítica de la razón pura es una delimitación entre lo que se puede saber, que no es todo, ni absoluto, pero sí objetivo, que es la ciencia, aunque fundamentado en el sujeto del conocimiento, que en Kant es el sujeto trascendental y que es universal. Y que para nosotros es el cerebro, que también es universal. Tenemos unos aprioris cognitivos que son fruto de la evolución. Y estos son condición de posibilidad objetiva del conocimiento. Pero no garantizan el conocimiento absoluto. Porque, en realidad, la verdad científica es constituida por el sujeto, pero, insisto, ese sujeto es universal. Pero lo mismo ocurre con la ética. Kant buscaba una ética universal a través de una ética formal que se tendría que apoyar en un imperativo categórico, cuya máxima formulación es “Obra siempre de tal forma que consideres al otro un fin en si mismo y no un medio”. Esto es la base del concepto de dignidad y de persona. La base sobre la que ha de construirse el derecho. Kant, en su crítica de la razón práctica, hace esta deducción trascendentalmente, pero hoy en día, desde el desarrollo de las teorías de la evolución y la etología, sabemos que el ser humano es un ser social y ello implica que su comportamiento se basa en la empatía y en lo que los psicólogos evolutivos o sociobiólogos llaman la teoría de la mente, pensar en que piensa el otro y así sucesivamente. Es decir, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro. Pues bien, lo mismo que ocurre en el ámbito del conocimiento, esto es un a priori biológico, por tanto, universal. Nuestra apreciación del bien, la justicia y la belleza, así como la posibilidad de verdad u objetividad, vienen marcadas de forma a priori desde la propia evolución biológica. Como se puede apreciar, aquí no hay ningún absolutismo, aquí hay unos límites muy claros de la razón, la objetividad, la justicia, el bien y la belleza. Todos ellos objetivos, pero no absolutos. Cuando hoy en día se dice, como por ejemplo en el arte, que todo vale, se cae en un relativismo que, inmediatamente da paso a un absolutismo. Lo que vale es lo que el mercado del arte dice que vale. Hay un absoluto que lo contamina todo en la sociedad posmoderna en la que vivimos, el capital, la mercantilizaión e instrumentalización de todo. Así que es una gran mentira y una gran falsedad decir que todo es relativo. Todo, salvo el valor del mercado que nos instrumentaliza.

 

            Pero sigamos con Kant. El autor ilustrado nos dice que no hay un sentido determinado de la historia. Decir que la historia tiene un sentido, que hay un progreso inexorable, eso es cuestión que a priori, no se puede decir. Es una cuestión del ámbito religioso. Éste sí es un relato que pretende ser absoluto sobre la humanidad y sobre el cual se fundan totalitarismos. Pero desde la razón crítica de Kant, como desde la docta ignorancia de Sócrates, así como desde la postura popperiana de la imposibilidad de la verdad, sólo cabe la provisionalidad. La razón es provisional, no absoluta, tiene una base pasional. El futuro depende de nuestros actos. Por eso, de la postura de Popper, inspirada en Sócrates y Kant, surge la idea de la sociedad abierta, una sociedad que se construye a base de eliminación de errores. Una sociedad que no utiliza una razón absoluta para desarrollarse, como la platónica, la hegeliana y la marxista, sino una razón fragmentaria, no holística. La perversión ilustrada reside, como decía, en la absolutización de la razón. Pero eso será lo que ocurrirá en el siglo XIX, con filósofos, como Hegel y Marx, con las consecuencias que ello ha tenido en el siglo XX y lo que va del XXI. Porque hay que señalar, que la sociedad neoliberal en la que vivimos, cuya ideología o filosofía que la sostiene, el posmodernismo, con su nihilismo de la conciencia, es una absolutización de la razón. En este caso la razón económica. Y es esta razón económica la que ha creado el vacío de la conciencia, el nihilismo y el egocentrismo consumista. Todo lo contrario que sostiene Isidoro, cuando llega a decir que el posmodernismo es una hiperconciencia o superconciencia. Falso, el posmodernismo es la ausencia total de conciencia y de logos. Una vida de autómatas vacíos, que obedecen los impulsos creados por el mercado, inconscientes de sus cadenas y que obedecen sumisos la ley absoluta del mercado. Solitarios e insolidarios radicales. Nihilismo, no superconciencia. Una farsa en la que todo el mundo puede opinar y decir, porque nada vale, porque lo único que vale es lo que se nos impone desde la razón absoluta del mercado. En la posmodernidad no hay autoconciencia, hay aniquilación de la conciencia, porque se vive en una ficción de eterno presente.

 

            Pero decía Kant, y por eso no tiene una idea de un progreso automático de la historia regida por una razón universal, que la ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La ilustración es la consecución de nuestra libertad y autonomía. Y somos autoculpables por pereza y cobardía. Es más cómodo ser esclavo que libre. No saldremos de la minoría de edad si no superamos con esfuerzo (virtud) los vicios que nos esclavizan. De nuevo en Kant aparece la voluntad. El progreso continuo de la humanidad requiere del uso público de la razón que se alcanza por la ilustración, pero no de forma automática. El crecimiento biológico no lo garantiza, ni siquiera la educación, aunque es la mejor vía para ello. El progreso, de esta forma, se hace contingente, discontinuo, con recaídas. No hay nada garantizado, no hay razón universal, porque, aunque Kant es creyente, yo no, dios no es un objeto del conocimiento, no nos puede garantizar nada. Así que, de esta forma, la razón en kant está limitada. Y si a ello le añadimos la ciencia actual pues nos damos cuenta de la universalidad del conocer, del sentir y de la apreciación estética, pero renunciamos al absolutismo.

 

            Para mí el nihilismo hay que encuadrarlo en la idea de Darwin. Ya lo señaló Dennet en La peligrosa idea de Darwin, y el excelente filósofo de la ciencia Carlos Castrodeza, lo lleva a las últimas consecuecias en su La darwinización del mundo. Efetivamente, nada tiene sentido, fuera del sentido biológico. Y el sentido biológico es el de la procreación. Los organismos son máquinas de supervivencia de los genes. El individuo muere, los genes sobreviven a través de ellos. En el caso del hombre, la cultura en todas sus dimensiones, es una forma de adaptación. Así que el sentido de la cultura no es per se. Esto evita caer en cualquier forma de absolutismo, sino que está en relación con la supervivencia. Y hay que tener en cuenta que, como animales tribales que somos, hay dos caracteres que son esenciales en nuestra etología, la competencia y la cooperación. No se entiende la sociabilidad humana sin ellas aunque parezcan contradictorias o excluyentes, ambas se dan. Pero ya lo vio también Kant, y, como he dicho, la ciencia etológica se encargó de darle contenido empírico. Es aquello que decía Kant de la naturaleza humana: la sociable insociabilidad humana. Pues bien, aquí tenemos una serie de caracteres que nos universalizan a priori por nuestra propia evolución. Toda la diversidad cultural no es más que el fruto de la emergencia de estos aspectos biológicos. Digo emergencia porque no existe un innatismo absoluto. El despliegue de nuestra conducta se hace en relación con el medio. Esta relación es la que va moldeando el cerebro, que es el mismo para todos, en principio, pero que el desarrollo va a singularizar. De ahí nuestro carácter particular, a nivel de individuos y el carácter multicultural de la humanidad. Pero, lo que hay que tener en cuenta es que, por debajo, subyace lo biológico. Éste es el nihilismo naturalista. Aunque la cultura se transmita por memes, concepto sacado del de gen, es el gen el que “pretende” , disculpen el abuso antropomórfico, sobrevivir a través de las culturas.

 

            Y, por eso podemos decir, y, concluyendo, que realmente la historia no tiene sentido, no hay ningún progreso de la humanidad, ni siquiera biológico, porque las leyes de la evolución son el azar y la necesidad. La especie homo sapiens existe como muy bien podría no existir. No hay una dirección en la evolución, sino una ramificación en el que el final de cada rama, cada hoja, representa a una especie. Todas equivalentes desde el punto de vista biológico. Y si la especie es contingente, más lo es el individuo, su sentido biológico es el de la permanencia de la especie. Pero, insisto, el homo sapiens, y esto no nos hace ni mejores ni nada, es una particularidad, como las garras y los colmillos del león, se adapta culturalmente. Pues bien, las culturas, la cultura en general, son mecanismos de adaptación que obedecen a universales biológicos, por eso, en el fondo tienen que tener algo en común, que es la humanidad. De ahí lo de una ética cosmopolita universal y, por otras causas, la necesidad de dar un salto hacia una ética ecológica. Entonces, en las culturas debe primar también el criterio de eficacia. Aquellas que permitan una mayor supervivencia de individuos triunfaran sobre las otras. Y desde un punto de vista histórico-pragmático, como sostiene Marina en En busca de la dignidad humana, preferimos sociedades en las que se respete la libertad, la igualdad y la fraternidad, en la que haya justicia y derechos sociales. Y hablando de nuevo antropomórficamente, nuestros genes también prefieren estas sociedades, porque la posibilidad de supervivencia es mayor. Por eso la tendencia en la historia, que no la razón absoluta, y nuestro pragmatismo nos hacen ir hacia sociedades mas justas y solidarias. Al menos preferirlas. Porque todos huimos del dolor y de la muerte como el peor de los males, porque estamos programados para reproducirnos, ahí no somos libres. Por eso, en definitiva la justicia es un ideal regulativo de la acción política y tendemos a universalizarlo. No hay valor absoluto. Ni siquiera, como el pensamiento políticamente correcto supone, la democracia es la última verdad. En tal caso estamos ante una perversión de la razón ilustrada. Porque esta democracia del pensamiento único es la neoliberal. La democracia es un método para evitar la tiranía e intentar garantizar, a través de instituciones revisables, la igualdad, la justicia y la libertad, que, por otra parte, siempre serán parciales. En un tipo así de sociedad a la que por voluntad pragmática tendemos nuestro triunfo biológico sería mayor. Por tanto, ni hay sentido del hombre, ni de la historia, ni relatos absolutos, pero sí tendencias basadas en a prioris biológicos universales de la humanidad. El sentido es, por tanto, construido. No hay progreso automático, como sostiene Gray, esto es un engaño de los poderosos y de la razón absoluta. Es más, llega a decir en Perros de paja, que es un autoengaño. El hombre necesita creer en el progreso. Por eso, lo que yo sostengo es que si bien no hay progreso, es necesario hacerse consciente de que no lo hay; y, a partir de ahí, construir la casa en la que, mientras encontremos otra mejor, poder vivir, y así sucesivamente.

 

 

                                   Juan Pedro Viñuela

 

                                   Mayo 2011.

0 comentarios