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Filosofía desde la trinchera

La actualidad de la filosofía cínica.

 

José Alberto Cuesta. Ecocinismos. La crisis ecológica desde la perspectiva de la filosofía cínica. Biblioteca Buridán, 2011

 

            Para empezar mi más sincera enhorabuena al autor por esta obra magistral. Un libro que aúna la erudición con la sabiduría. No trataré aquí de hacer una reseña de la obra, sino de hacer unas reflexiones, que por lo demás se recogen en el libro, desde mi perspectiva, sobre la actualidad del cinismo helenístico en la sociedad actual y su viabilidad. Sostengo, y ya digo que no añado nada nuevo a lo que en la obra se dice, que el cinismo es una filosofía plenamente actual, con sus deficiencias e incompletudes debido a la diferencia de los momentos históricos, a la mayor complejidad de la actualidad, así como a la emergencia de nuevos fenómenos con los que no se las tenían que ver las filosofías helenísticas, entre las que se encuentra el cinismo. Esas insuficiencias deben ser completadas con las otras filosofías helenísticas y con el pensamiento actual. No con el posmodernismo, por supuesto, que es algo que el cinismo debe combatir.

 

            En primer lugar hay que señalar la semejanza histórica entre el helenismo y la actualidad. En segundo lugar, señalar las características fundamentales del cinismo y en último lugar poner en actualidad esas características para ver su viabilidad, su insuficiencia y el modo de ser complementadas. Como decía, aunque la historia no se repite, sí se dan estructuras semejantes. La historia no se repite porque siempre hay acontecimientos nuevos y voluntades diferentes, pero sí existen semejanzas estructurales que nos permiten aprender del pasado. Por eso mantengo que existen ciertas semejanzas entre la época helenística, que fue el momento en el que emerge el cinismo, como el estoicismo, el epicureismo y el escepticismo, y nuestra época. El helenismo significo un periodo de crisis en el que se produce una pérdida de identidad del ciudadano. Representa la caída de la polis como forma de organizaron social. Y, específicamente en Atenas, la desaparición de la democracia. La polis, sobre todo en Atenas, en la que se daba la democracia, aunque de forma inestable, era una forma de organización social en la que el ciudadano podía intervenir directamente en los asuntos públicos. Con la conquista de las polis griegas por Macedonia y, después por Alejandro Magno, la polis deja de existir y se da paso al imperio. Se produce una separación insalvable entre los ciudadanos, que pasan a ser súbditos y los gobernantes, en este caso el emperador. El ciudadano ya no participa de la polis, de los asuntos públicos. Deja de tener importancia. Sólo tiene que obedecer los dictados del emperador. Ni las normas, ni las leyes, ni las costumbres le sirven como identidad. Está perdido en la inmensidad del imperio. Es esta nueva estructura política y social la que hace emerger la crisis y a esta crisis intenta responder la filosofía helenística, entre ellas, el cinismo. Todas estas filosofías son pensamientos encaminados a la búsqueda del sentido de la existencia. Son filosofías de la salvación. Lo que se intenta es procurar una fórmula para la felicidad individual. En este caldo de cultivo también se encuentra el cristianismo, aunque no vamos a entrar en él. Son pensamientos, en principio, individualistas que buscan un modelo de felicidad que es el modelo del sabio. Las diferentes escuelas dan sus diferentes recetas, aunque divergen entre sí tienen muchos puntos de coincidencia. De todas formas no vamos a entrar en el análisis de ellas. Nos quedaremos con el cinismo.

 

            Cuatro son las características fundamentales, aunque hay mucho más, que quiero señalar para después relacionarlo con el presente y la crisis ecosocial que padecemos y la vigencia del pensamiento cínico a la hora de enfrentarse a esta crisis, a mi modo, Terminal, si no se remedia de nuestra civilización. La primera característica, de una importancia radical es la proclama cínica, y helenística en general, de la vuelta a la naturaleza. Los cínicos consideran que hay que seguir a la naturaleza, que el hombre es naturaleza, aunque se le superpone la cultura. La cultura es el ámbito de la convención, de la hipocresía, de la falsedad, del vicio, de la corrupción. Lo que hacen los cínicos es denunciar la vanidad, el vicio y la corrupción social. Su método es el de desenmascarar por medio de la palabra los vicios sociales: la soberbia, la vanidad. Todo aquello que lo que hace es destrozar al hombre, sumirlo en su degeneración. Por el contrario, si seguimos a la naturaleza, seguimos a la razón, que es la cordura, frente a la locura de los vicios sociales, que no son más que pose y apariencia. El cínico, con su presencia y con su palabra, una retórica sarcástica y teatral, desenmascara la hipocresía social. Frente a la perversión de la cultura proclama la autenticidad de la naturaleza. Es el primer pensamiento ecológico de la historia. Lo característico del hombre es su naturaleza. Lo que nos hace iguales a todos es nuestra naturaleza, de ahí que los cínicos se empeñen en mostrar la naturaleza en cualquier parte. Lo que nos diferencia es lo arbitrario, lo convencional, las costumbres. Y todo esto es una farsa para ocultar lo común, nuestra naturaleza que es la que nos iguala a todos.

 

            De esta primera característica surge una segunda por derivación directa. El cínico es un asceta. La cultura alimenta el vicio, la necesidad. En realidad necesitamos poco. Como decía el maestro de todos los cínicos, Sócrates, porque de él surge el cinismo, como el resto de las filosofías helenísticas, cuántas cosas no necesito. Pues los cínicos siguiendo su ejemplo, y Diógenes, radicalizándolo, se desprenden de todo aquello que no sea necesario para vivir. Pero para vivir conforme a la naturaleza. Los cínicos se ejercitan en la austeridad. Ejercitan el cuerpo y el espíritu. Para vivir necesitamos muy poco, como nos muestra Diógenes, un manto, un bastón y una escudilla, a la que renuncia al ver a un niño comer lentejas en el cuenco del pan y beber agua con las manos. Poco equipaje nos hace falta en este mundo, salvo nosotros mismos. Mientras menos necesitemos más libres somos. Pero, para eso, necesitamos la disciplina del ascetismo. La vida del cínico no es un abandono, todo lo contrario, es un ejercitarse continuo, pero no para la competencia, sino para la libertad. Un continuo educar al cuerpo y el espíritu en la autenticidad. Y la autenticidad se corresponde con las necesidades que marca la naturaleza. No nos es necesario ir más allá.

 

            En tercer lugar tenemos la característica de la parrusia, el uso de la palabra de forma incontinente. Es decir, la plena libertad de expresión. El cínico, como lo haría Sócrates, pero éste desde la refinada ironía porque el momento era otro y las armas a utilizar distintas, pero en su talante está ya el cinismo como forma desesperada de enseñanza y de filantropía. Porque la base afectiva de la enseñanza es la filantropía, el amor al hombre. Y por que se le quiere, pues se le quiere hacer mejor. La libertad de expresión en el cínico es el uso del sarcasmo, de la exageración. Frente a un hombre que vive sumido en el engaño, en el vacío, el sueño, es necesario el bastonazo. Y el bastonazo de Diógenes es el sarcasmo. Se enseña por medio de la burla. La burla nos hace tomar conciencia de nuestro ridículo, no es el cínico el que va por la ciudad haciendo el ridículo, ni un loco, es el que denuncia la ridiculez, la falsedad, la máscara de los hombres bienpensantes y bien instalados en las formas y costumbres sociales. La libertad de expresión llevada hasta sus últimas consecuencias es lo que el cínico reivindica como forma pedagógica. Ya no es suficiente la ironía, es necesario el sarcasmo. Los argumentos sutiles se escapan a la corrupción social. El sueño y el engaño son tan profundos que es necesario no ya el aguijón del tábano, si no el bastonazo, la mordedura del perro. Pero esta libertad de expresión va en la misma línea de autenticidad que la mayeútica socrática. Diógenes pone en juego su vida al utilizarla. Se trata de utilizar la palabra como forma de denuncia del poderoso. Para hacerle ver que todo es efímero, que su vida es un sinsentido. Se trata de utilizar la palabra para enseñar al conciudadano, al hermano, que vive en el error, que se olvida de lo importante, mientras que se dedica a lo superfluo. Y estas palabras pueden doler y se pueden volver peligrosas para aquel que las enuncia. Hace falta valentía para enunciarlas. El cínico pone en juego su vida cuando ejerce la crítica mordaz. Pero, a la vez, enseña, que lo importante es lo que olvidamos, además, su vida ascética nos muestra que el que verdaderamente tiene poder es el que renuncia a todo lo que es superfluo. Por eso el famoso encuentro entre Alejandro Magno y Diógenes, en el que el emperador pregunta al perro que qué era lo que deseaba y éste, Diógenes, responde que lo único que quiere es que se quite de en medio pues le tapa el sol. Con esto, Diógenes se la juega. Alejandro es el hombre más poderos del mundo, Diógenes vive en un tonel, no tiene nada, salvo a sí mismo y su libertad. Y esa libertad, en este caso, es la de tomar el sol. Diógenes muestra su superioridad frente al hombre más poderoso, en realidad, el más poderoso, el que queda a merced de “el perro” es el emperador. Muestra que su poder reside en su libertad de no necesitar. Pero sus palabras muy bien podrían haberle acarreado un serio disgusto, incluso la muerte. Alejandro podía haberle mandado a ejecutar de inmediato. He aquí la valentía y la libertad del cínico, que consiste en ser dueño de sí mismo, auténticamente libre y, por eso ser capaz de enfrentarse al poder. Nada puede el máximo poder con un hombre libre. Lo único que puede hacer es aprender una buena lección. Esta libertad es la del valor, la de no callar nunca ante el engaño, el vicio, la mentira y la injusticia.

 

            Por último, otra de las características del cinismo es su defensa del cosmopolitismo. Diógenes se declara cosmopolita, ciudadano del mundo. No apátrida, que es algo que va incluido, sino cosmopolita. Lo que nos quiere enseñar Diógenes es que el hombre, al seguir a la naturaleza, la sigue en todas partes, porque la naturaleza es la misma, mientras que las costumbres son diversas. Pero va más allá. Diógenes, la filosofía cínica, y de ahí surgirá el concepto de cosmopolitismo de los estoicos, considera que todos los hombres son iguales. Ser cosmopolita es reconocer al otro como otro yo. Es reconocer la dignidad del otro por su propio ser, su propia naturaleza. En realidad, el cosmopolitsmo es la concepción ética de la hermanad, en su naturaleza, de todos los hombres. Y esto nos lleva a la igualdad. Todos somos iguales, las diferencias son superfluas y aferrarse a nuestras diferencias no es más que esclavitud, además de producir guerra y conflicto.

 

            Pues bien, estas son las características esenciales del cinismo que, a mi modo de ver, tienen plena vigencia, aunque son insuficientes. También hay que tener en cuenta una cosa y es la distinción que hace Sloterdijk en su ya clásica obra Crítica de la razón cínica. El autor distingue entre cinismo y quinismo, atendiendo a su raíz griega. Esta distinción es interesante porque el cinismo hoy en día se ha malinterpretado. Para Sloterdijk el cinismo actual es el del poder, el del político. Aquel que se camufla y nos engaña haciéndonos pensar otra cosa de la que es. Y esto queda muy patente en las políticas medioambientales. Las políticas verdes, el tan cacareado desarrollo sostenible, que en boca del cinismo político no es más que crecimiento económico sostenible maquillado de políticas que no van al fondo del problema, que son más de lo mismo. Este cínico no es exactamente el camaleón del que nos habla Garcia Gual es su La secta del perro, sino el cínico en sentido de hipocresía. Y a este cínico le ha venido muy bien el posmodernismo. Porque este no-pensamiento es la forma de discurso en la que caben todos los pensamientos, en la que todo vale y todo es relativo. Lo importante es la utilidad y el poder. De esta forma el cínico sería un camaleón. Pero no es éste el sentido auténtico del cínico, ni el que le atribuye Garcia Gual, ni José Miguel en su La sombra de un farol. Aquí el cínico es un camaleón que se camufla entre la gente para enseñar, no para aprovecharse de ellos ni engañar. Si bien es cierto que el cínico actual tiene que tener, como una de sus estrategias algo de camaleón, no es ésta su característica esencial. En nuestro momento el camaleón se diluye en la nada y pierde la posibilidad del uso de la palabra como forma de denuncia pública, característica esencial del cinismo y necesaria hoy en día. Por su parte, el quinismo es lo que entiende Sloterdijk como la actividad esencial del cinismo hoy en día es la recuperación del cinismo en la praxis actual. Esta distinción es importante para que veamos la actualidad del cinismo contemporáneo.

 

            Repasemos ahora las características. En primer lugar tenemos la vuelta a la naturaleza. Pues bien, eso es lo que hemos aprendido. Desde la teoría de la evolución, pasando por la etología y las neurociencias lo que se nos ha mostrado es que somos seres naturales. Que nuestra diferencia con los animales es una diferencia de grado. Que todos estamos sumidos en una misma biosfera de la cual somos miembros iguales, no privilegiados. Y ésta es una de las bases del pensamiento ecologista actual. Los males de la civilización proceden al triunfar las doctrinas que elevan al hombre por encima de la naturaleza, que hacen del hombre dueño y señor de la naturaleza. En la medida en la que pertenecemos a la naturaleza tenemos que obedecerla, la crisis ecosocial actual procede, precisamente de no seguir los dictados de la naturaleza. Nuestra economía se basa en el crecimiento ilimitado y esto es un error, hay unos límites al crecimiento. Y no se trata ya de un desarrollo sostenible, que como decía ha sido utilizado cínicamente por el poder, para engañar a la ciudadanía. Se trata de asumir que los límites de la naturaleza son nuestros límites y que si queremos sobrevivir tenemos que acatarlo. Por eso tenemos que utilizar la palabra para denunciar con voz clara, con bastonazos, con sarcasmos, si es necesario, la hipocresía de los políticos y la desvergüenza del pensamiento económico único. Son farsas para que unos cuantos sobrevivan a costa del resto. Hay que seguir a la naturaleza y darse cuenta de que nos reducimos a ella y que nunca la venceremos. Sólo nos cabe obedecer o desaparecer. Y de ahí se sigue que nuestro modelo de vida debe estar basado en la austeridad. Y esto desde un punto de vista ético y político. Desde el punto de vista ético debemos aprender que necesitamos poco para vivir, así como debemos aprender, de los epicúreos que el placer es posible, pero con poco. Y que el placer más importante es el intelectual-contemplativo. Esto es algo que habría que añadir desde la filosofía epicúrea a la cínica. Porque la ascética no debe ser total. La inteligencia, en sus múltiples dimensiones, es una cualidad humana que nos produce placer, o elimina dolor. El placer estático, el intelectual debe ser seguido. La educación tiene que enseñar estos valores éticos. Pero, para eso es necesario el uso de la crítica de todo lo que nos rodea, que es lo contrario. Vivimos en una sociedad del despilfarro y de la acumulación de todo lo que no necesitamos. Una sociedad que es la que sufre el mal llamado síndrome de Diógenes (porque éste, como hemos visto, representa todo lo contrario), acumula todo aquello que no necesita. Somos esclavos de lo que consumimos y no somos capaces de pararnos y experimentar ni placer intelectual ni estético. Todo es prisa y superficialidad. Consumimos el mundo mientras nos consumimos a nosotros mismos. Por eso la tercera característica es fundamental. La otra dimensión era la política. Desde la legislación debe fomentarse la austeridad y la responsabilidad con respecto a los otros y las generaciones futuras. No se puede exigir el heroísmo ético, pero sí la obediencia a la ley. Por eso la implantación de nuevos valores tiene que pasar por la educación en estos y por las medidas políticas que nos obliguen a la austeridad. Ello requiere el cambio del capitalismo sin bridas en el que vivimos a una sociedad del decrecimiento. Decía que es necesario explicar, desde la educación estos valores, pero para ello es necesario desenmascarar el engaño de los falsos valores, de los ídolos que se nos imponen. Y para ello es necesaria la tercera característica, la de la libertad de expresión, el uso de la palabra. Aunque en ese uso nos puedan partir la cara, o nos puedan encerrar, como es el caso de los ecologistas en acción que hace poco fueron encarcelados por mostrar la pantomima del poder cuando hablan de medioambiente. Eso fue un acto de cinismo actual, no una payasada, como alguno insinuo, mezcla de argumento, teatro y burla. Pero, como digo, el uso de la palabra requiere valor y como lo que el cínico ecologista actual a lo que se enfrenta es al poder pues verdaderamente corre peligro. Un gran enemigo tiene el cinismo en la actualidad: el relativismo posmodernista. Por eso el camaleón no sirve. El relativismo es una forma de engaño del poder, algo que le interesa para hacer lo que quiera, para tener las manos libres. El cínico tiene que combatir el relativismo por medio del sarcasmo y la burla. Por supuesto que detrás están los argumentos, como no. Pero hay que desenmascarar al relativismo. No todo se puede defender. No hay una muerte del discurso racional e ilustrado, lo que hay es farsa del poderoso. Y el cínico tiene que mostrar esa farsa con todos los instrumentos dialécticos y retóricos a su alcance. Reordemos el zapato dirigido a la cara de Buhs.

 

            Y el último punto es el del cosmopolitismo. Plenamente actual. Si no somos capaces de concebir como ideal ético el cosmopolitismo, nuestra civilización desaparecerá. La globalización ha terminado con las fronteras. Pero estas fronteras siguen existiendo entre los hombres. Hay libertad de mercado, libertad financiera, información al instante en todo el mundo. Pero los hombres están cada vez más divididos entre ricos y pobres, y los problemas ecológicos, con el cambio climático como insignia de todos, agudizarán estas diferencias. Los problemas ecológicos son problemas sociales y llevaran al enfrentamiento entre los hombres por la escasez de recursos naturales, tanto energéticos como alimentarios. Si no somos capaces de pensar al hombre como un igual, desde una ética cosmopolita, basada en el imperativo kantiano de que todos somos fines en sí mismo, y en el principio de responsabilidad de Jonas, que implica nuestra responsabilidad con cualquier otro, ya sea lejano en el espacio o en el tiempo (las generaciones venideras) pues no tendremos salvación. El pensamiento cínico puso las bases de todo esto, sólo tenemos que actualizarlo. Por sí solo es insuficiente, es necesario unirlo al epicureismo en el sentido en el que hablabamos antes y al estoicismo en su visión del orden político cosmopolita. Porque el cinismo tiene una deficiencia, como el epicureismo, son pensamientos para el individuo, no para la sociedad. Hoy necesitamos de los dos. Un pensamiento ético y político. Las armas son las mismas. La libertad de expresión, ya sean discursos sesudos, manifestaciones, burlas, sarcasmos, concentraciones, denuncias, camaleones que desde el camuflaje ponen en evidencia al poder y las instituciones que corrompen…todo lo que aún nos permite la democracia con la que cada vez nos sentimos menos identificados. En un mundo enloquecido, en el que todos hablan y nadie escucha es necesario el bastonazo del perro. Se corre un peligro, y es una de las insuficiencias del cinismo, perderse en esa vorágine de voces. Pero eso es precisamente lo que tiene que combatir el cinismo. Otra cosa que no puede olvidar el cinismo es que hay que partir, si queremos desenmascarar la hipocresía del poder, de un sano escepticismo. Escepticismo como duda y como búsqueda. El tiempo de los dogmatismos ha pasado, sin por ello caer en las manos del relativismo.

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