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Filosofía desde la trinchera

ÁGORA. ESTUDIO Y CRÍTICA DE FILOSOFÍA POLÍTICA

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VIÑUELA RODRÍGUEZ, Juan Pedro: Ágora. Estudio y crítica de filosofía política. Villafranca de los Barros, Imprenta Rayego, 2012, 173 págs.

Por Esteban Mira Caballos.

          El autor de Filosofía desde la trinchera o Pensamientos contra el poder, nos vuelve a sorprender ahora con esta valiosa obra sobre filosofía política. El objetivo, el método y la ideología son plenamente coherentes con sus trabajos anteriores. Se trata de un texto redactado en clave antiacadémica, como él mismo lo califica porque, a su juicio, así debe ser todo pensamiento que se dirija frente al poder. Asimismo, llama la atención su absoluta independencia de pensamiento, pues lo mismo ataca al neoliberalismo, que a los totalitarismos fascistas y marxistas o a los partidos políticos en general, sin distinción. Eso confiere a su obra un valor extra, pues está bien claro que no se debe a nadie, sino sólo a sus ideas, algo que no deja de ser una rareza en nuestro tiempo. Y ello a pesar de las consecuencias que puede tener situarse siempre frente al poder, por la falta total de apoyos institucionales. Este nuevo libro del profesor Viñuela, tiene desde mi punto de vista dos puntales que lo hacen especialmente valioso:

Primero, su objetivo didáctico, pues, continuamente alude a sus alumnos como si estos fuesen los lectores de su obra o los oyentes de su añorado ágora. Esto no sería más que una anécdota si no fuera porque el autor se empeña continuamente en hacer su pensamiento lo más accesible posible. Ello confiere al texto un carácter inteligible, no siempre fácil de encontrar entre las obras de los filósofos. El texto está pensado para ser entendido por cualquier persona, desde un estudiante de Enseñanza Secundaria a un profesor universitario. En ello, tiene una idea universalista porque su objetivo es contribuir a la concienciación social de la ciudadanía, intentando llegar al máximo número posible de lectores.

Y segundo, su estructura muy clara y ordenada pues sigue un orden cronológico, empezando por la polis griega y terminando por la democracia actual, aunque él no la defina exactamente como tal. El resto de los temas de actualidad, muy presentes en toda su producción anterior, como el relativismo, la eutanasia o el sexismo, los incluye en una especie de apéndice que él denomina addenda.

En el prólogo, hace una declaración de intenciones, justificando el sentido de su libro, dirigido especialmente a sus educandos y denunciando algo con lo que estoy plenamente de acuerdo: que tras la crisis económica subyace una crisis ética de dimensiones colosales. Por ello, frente a ella reivindica ante todo filosofía, dialéctica y acuerdo. Sólo así –afirma- conseguiremos verdaderos ciudadanos y haremos factible que el poder resida realmente en el pueblo. Y en relación a ello, cita a su admirado Sócrates quien decía que sin la reflexión y el análisis la vida no merece la pena.

En el primer capítulo se refiere a la democracia ateniense, a la que él admira, por ser el cimiento de Occidente, donde se obró el milagro del pensamiento racional. Concretamente la polis ateniense fue la que se convirtió en el centro del mundo civilizado por el desarrollo de la filosofía, del diálogo y de la democracia. Una democracia asamblearia, que valoraba la virtud y que otorgaba la igualdad ante la ley y la libertad de expresión. Allí, en el ágora –lo que hoy llamaríamos la plaza pública- se reunían personas que utilizaban la razón, el logos, el lenguaje y la argumentación. Nadie tenía la verdad absoluta y por el diálogo consensuado se llegaba al acuerdo. La participación pública de los ciudadanos y su reflexión les permitían un alto grado de libertad, inexistente en las que al autor denomina plutocracias y partidocracias actuales. Según Platón, el gobierno no debería ser de la mayoría ignorante sino de los mejores, es decir, de los sabios. Su gobierno ideal estaría formado por una élite aristocrática, aunque el tiempo le quitó la razón, pues ésta no tardó en convertirse en una oligarquía tiránica que sólo defendía sus propios intereses. Con el helenismo, sucumbió la democracia griega, al aparecer un imperio en el que los antiguos ciudadanos de las polis pasaron a convertirse en súbditos.

La aparición de Jesucristo, significó una renovación ética que desgraciadamente duró muy poco porque sus discípulos se encargaron de crear una institución de poder, llamada la Iglesia. San Pablo consiguió hacer triunfar su idea de que el mensaje de Jesús era universalista y se dirigía a todo el mundo y no sólo a los judíos. Ya en tiempos del emperador Constantino, se instauró una alianza entre el trono y el altar que tuvo consecuencias nefastas para la libertad. Con esta alianza dieron comienzo la expansión fanática, las cruzadas y las persecuciones de todo aquel que no parecía cristiano y que, por tanto, no podía ser otra cosa que pagano, infiel o hereje. Buena parte de la Edad Media estuvo dominada por el barbarismo, con el único bastión racionalista de Al-Andalus.

El Renacimiento es otro de los grandes hitos de Occidente en el que, en palabras del autor, se salió del claustro medieval, cambiando el teocentrismo por el antropocentrismo. Sin embargo, se terminaron imponiendo las teorías cesaristas, es decir, el absolutismo, fundamentado en teorías como la de Thomas Hobbes. Éste justificaba un poder fuerte, absoluto, justificándolo en la necesidad del ser humano de seguridad frente a la depredación de otros. Unas tesis que desgraciadamente siguen vigentes en nuestros días cuando, por temor, se blinda occidente frente a las oleadas de emigrantes del Tercer Mundo o cuando se practican las llamadas guerras preventivas.

En el último siglo de la Edad Moderna, llegó la Ilustración, otro de los grandes hitos de la Historia, junto al Renacimiento, en el que el hombre salió de su autoculpable minoría de edad. Las ideas ilustradas trajeron aire fresco a Occidente, quebrándose la alianza Estado-Iglesia, pues las luces de la razón introdujeron un laicismo que iba contra la verdad absoluta impuesta desde el altar. Se impuso la razón sobre la fe y eso contribuyó a hacer más libre a la humanidad. Sin embargo, se equivocaron en su optimismo y, sobre todo, en su idea de progreso como solución a los problemas y a los males pasados. Bien es cierto que Juan Jacobo Rousseau no compartía esta idea, pero el liberalismo contemporáneo la terminó imponiendo, lo que nos está llevando al agotamiento de los recursos planetarios y a la destrucción de nuestro propio hábitat.

En el siglo XIX, el marxismo cambió la forma de ver la Historia, fundamentándola en el economicismo y dotándola entre otras cosas de una impronta ética. La filosofía de Marx va encaminada, como él mismo afirmó, a transformar el mundo. Sin embargo, la praxis marxiana terminó derivando en totalitarismos que acabaron definitivamente tras la caída del Muro de Berlín. El problema es que, en la actualidad, se ha impuesto un capitalismo neoliberal radical, sin la competencia ya de los marxismos, que está acabando no sólo con el estado del bienestar sino también con la mismísima democracia. Socialdemocracia, derechos humanos y estado del bienestar están en franco retroceso en todo el mundo. De ahí que el autor hable del proyecto inacabado de la Ilustración. Para colmo, se está desarrollando una brutal globalización que sólo afecta a las finanzas, pero no a las personas, ni a la expansión de los Derechos Humanos o del Estado del bienestar. En el caso particular de España, sufrimos un bipartidismo en el que alternan las dos facciones de la casta política en defensa de sus propios intereses. El autor destaca el mito de la mayoría, pues para él, aunque tengan legitimación no siempre tienen la razón, por el mero hecho de constituir una mayoría.

En su opinión, ya no basta con reformar el capitalismo sino que urge plantear un nuevo sistema que auspicie la austeridad como forma de vida y la redistribución de la riqueza. Como dice al autor, en el Renacimiento se pasó del teocentrismo al antropocentrismo, y ahora urge dar un nuevo giro de tuerca y pasar al biocentrismo. Si no somos capaces de transformar este mundo antropocentrista, nacionalista y egoísta en otro cosmopolita y ecocentrista, la civilización, tal como la concebimos hoy, terminará desapareciendo.

          En definitiva, estamos ante un libro pequeño en extensión pero grande en compromiso social. Muy de agradecer es la claridad con la que se expresan todas sus ideas que contribuyen a la concienciación de sus lectores y seguidores, entre los cuales me incluyo. Así, pues estamos ante una magnífica interpretación filosófica del poder desde la antigüedad a nuestros días. Aunque, por desgracia también es la crónica del triste fracaso de la democracia y del proyecto inacabado de la Ilustración.

 

ESTEBAN MIRA CABALLOS

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