Hoy en día los supuestos intelectuales, artistas y demás caterva están domesticados. Forman parte del sistema. El PSOE hizo una buena labor. Al PP no le ha hecho falta porque sus intelectuales son de fuerte ideología y fieles hasta la muerte. Además el sistema ideológico intelectual mundial les acompaña. Los intelectuales hoy en día son outsider. Están fuera de los circuitos de los grandes medios de control de las conciencias. Son pequeños desconocidos. Células embrionarias que viven a la sombra del poder y vociferando contra él. Son resistentes. Forman parte de una resistencia contra dodo lo establecido, son críticos, no creativos, ya llegará la creación, son insumisos e indomables, solitarios que vociferan en la plaza pública contra las mentiras que emanan del poder. Son defensores de los valores del pasado, son considerados reaccionarios y extremistas, cuando no locos y sinsentido. El mundo ha creado un sistema cultural que lo engulle todo. El intelectual de hoy en día tiene que estar continuamente cambiando, ser un escéptico de servicio, como diría Ciorán. Un desesperanzado pero con apariencia de esperanza. La condición humana, visto lo visto, da poco de sí, o mucho, según se mire. Ha conquistado el planeta fagocitándolo (aquí el fondo naturalista biológico del problema ecológico, no de la pseudoreligión de la ecología que el poder nos administra para adocenarnos y mantener nuestras conciencias domesticadas) El intelectual es un disidente. Poco queda por hacer cuando una sociedad considera que ya no existen los intelectuales y eso lo dicen los que se llaman intelectuales pagados por el poder, columnistas, articulistas, tertulianos y toda esa miseria intelectual que nos rodea. Y mientras tanto las facultades de humanidades y de ciencias básicas dedicadas a los suyo, sobre todo los humanistas, a perder el tiempo en doxografía. Una renuncia nefasta al papel que la sociedad exige de ellos. Merecen desaparecer. En verdad, para lo que hacen quizás no esté mal pensado lo de Wert. El filósofo, el intelectual por excelencia, o sigue el ejemplo socrático y perruno de Diógenes adaptado a las nuevas formas o es un profesional. Lo mismo que los profesores de filosofía (me refiero a los de secundaria) o son filósofos e intentan producir un estado de conciencia que permita al alumnado salir de su estado de alienación, consiga lo que consiga, o no son más que profesionales de la enseñanza. Otra renuncia, tal y como están los tiempos, que viola el deber de ser ciudadano y filósofo.
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