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Filosofía desde la trinchera

Esbozos

                               Democracia, mesocracia, meritocracia.

                               No habrá un gobierno justo hasta que los filósofos sean reyes o los reyes filosofen.” Platón.

                El mayor crítico de la democracia de la antigüedad, y sus críticas en gran parte siguen siendo válidas, fue el viejo Platón, del que se dice que toda la filosofía no son más que notas  a pie de página de sus diálogos. Pues bien, el centro de la crítica platónica es que una democracia no es justa en la medida en la que la democracia es el gobierno del pueblo y ello es lo mismo que decir de los ignorantes. Claro, se refiere a ignorantes en lo que concierne a la justicia y el bien común. Y como el pueblo es ignorante, en ese aspecto, no en su profesión, pues es engañado por el demagogo que busca su interés particular. Pues esto, señores, y sé que esto levanta ampollas entre los bienpensantes y los progres y que seré tachado por enésima vez de elitista, lo que no me importa, porque si se identifica elitismo con excelencia, pues lo soy o, mejor dicho, persigo la excelencia para el pueblo y para mí, pues decía, que es esto lo que ocurre hoy en día, entre otros muchos males de la democracia. Y es por ello que nuestra democracia de cartón piedra, ni siquiera llega a esa altura de democracia liberal representativa y mediatizada económicamente, sino que además es una mesocracia. Se ha convertido en una mediocridad, es decir, el poder de los mediocres. Y, en concreto, en España, mucho ha hecho la ley de educación aún vigente, la LOGSE-LOE, no es que lo que venga lo vaya a solucionar, es más, profundiza en la mediocridad e instrumentaliza aún más al pueblo. Lo que viene es una consecuencia lógica del trasfondo psicopedagógico de la LOGSE unido al más bárbaro y salvaje capitalismo en el que todo se compra y se vende y el sujeto se ha convertido en absoluta mercancía.

                Pues sí señores, nuestra democracia es una mesocracia, el poder de los mediocres. Y es eso lo que al poder le ha interesado, convertir a la ciudadanía en mediocre, en sujetos autómatas, no autónomos. En sujetos idiotas (es decir, que sólo miran por sí mismo y no por el bien común) Se ha perdido por el camino la solidaridad, que era lo que quedaba del gran valor de la fraternidad, el menos desarrollado de la Ilustración. Mientras las vacas gordas hemos alimentado nuestro ego a base del consumo compulsivo y hemos empeñado nuestra vida en el tener. Y la ciudadanía, inconsciente, sumisa, aborregada y mediocre ha votado la ostentación de lo material, la riqueza por la riqueza. No ha entendido que la virtud está en la austeridad, pero no la que se nos impone ahora que es la miseria. Y ahora, con las vacas flacas, perplejos, espantados, con el miedo en el cuerpo, la ciudadanía sólo es  capaz de mirar su propio bolsillo instalado en una moral mediocre del sálvese quién pueda. Y, si no, miren los que secundan las huelgas de funcionarios o de profesores, una inmensa minoría…una auténtica pena. No es que no luchemos ni por lo de los demás, es que ni nos damos cuenta, o no queremos, luchar por lo nuestro. Asumimos dócilmente las medidas que eliminan los derechos sociales y laborales conquistados durante décadas, más de cien años, y encima nos sentimos hasta culpables y responsables, además de absolutamente desinformados. El colmo.

                Por eso reivindico la meritocracia. Una democracia sana debe perseguir la excelencia, el mérito, la virtud pública. Pero vemos delante de nuestras narices lo contrario. Y no lo denunciamos porque estamos adoctrinados. Hemos sido domesticados y adiestrados durante décadas por el sistema educativo y los medios de manipulación de masas, de tal forma que hemos perdido la conciencia crítica, que nos hemos convertido en unos conformistas, cuando no, los más espabilados de la tribu, en unos cínicos. La meritocracia es la creencia en que la democracia debe perseguir la virtud y la excelencia del pueblo por medio de la educación y el control de los medios de comunicación. Y ello conlleva la recuperación del poder por parte del pueblo. Y a ello se le llama república. La república exige de la virtud del pueblo, de la recuperación de la ciudadanía y el abandono del vasallaje. Pero malos tiempos corren para este ideal republicano que hunde sus raíces en la Ilustración, proyecto inacabado y no me canso de decirlo. El dios mercado lo inunda todo. Los medios de comunicación extienden su ideología, incluido Internet que parece que nos libera, pues no. Los sistemas educativos buscan empleados, no transformadores del mundo. El mundo ya está construido, controlado y dominado por unos pocos y el resto somos sus peones a los que sacrifican sin el menor escrúpulo. Pues señores es hora de la praxis revolucionaria, que diría Marx, y que a los progres de los que hablaba antes se les ha olvidado o nunca lo aprendieron, es hora de la transformación del mundo y de las condiciones de posibilidad de esa transformación. O, de lo contrario, la maquinaria bárbara e infernal nos engullirá en una nueva edad media totalitaria que ya barruntamos durante mucho, mucho tiempo…

                                Europa ¿quo vadis?

Los sabios hablan de ideas, la gente corriente, de acontecimiento y, la mayoría, de otra gente. Albert Einstein.

                La cita que encabeza este escrito no tiene que ver en principio con el tema del artículo, pero sí de fondo. Lo que el ilustrado y genial físico Einstein nos está diciendo con su pensamiento, que algunos, o muchos, que es peor, lo calificarán de elitista, es que la inmensa mayoría de la gente, de las personas, pierden el tiempo conversando sobre otra gente. Que no hay discusión de ideas. Que no hay pensamiento. Este fenómeno visto a la luz del librito de Kant, ¿Qué es la Ilustración? pues nos lleva a pensar directamente que, en realidad, no ha habido Ilustración porque la mayoría de la gente no ha alcanzado la mayoría de edad. No discute sobre ideas, conversa sobre otra gente, su conversación es intrascendente, pura distracción, cuando no, malsana. Pero es que esto es un problema muy grave. Y su gravedad consiste en que no es posible la democracia sin ilustración del pueblo. Y lo que está ocurriendo en Europa es que la democracia está siendo sustituida por el totalitarismo y el pueblo permanece sumiso e inconsciente con todo lo que ello conlleva. Es más, la democracia aparente que tenemos le permite opinar, porque para eso se ha establecido como dogma el relativismo de las opiniones. Que todas las opiniones valen y que todas son iguales o equivalentes. Y los ignorantes, la mayoría, no hemos salido de la crítica platónica a la democracia y su degeneración en demagogia, igual que ahora, pues se afanan en opinar, sin buscar fundamentos, información. Hablar de lo concreto, por el mero hecho de hablar, por el placer de hablar y nada más. Y es éste, nada más y nada menos, el hilo de unión entre la cita del encabezado y el artículo.

                Europa se dirige hacia la barbarie política y ética. Es más Europa ha echado por la borda la política, el asunto público y se ha echado en las manos del mercado y el gran capital. Un proyecto que dura décadas, desde la señora Thatcher hasta ahora en la que la aceleración es imparable porque el pueblo está perfectamente domesticado. Vamos asumiendo la pérdida de los derechos históricamente conquistados sin rechistar. Como un sueño, como un espejismo. Como si fuese algo que no fuese real. Para cuando queramos reaccionar ya será demasiado tarde. Tenemos ejemplos en nuestra propia historia del siglo XX. Porque, precisamente, lo que se está instaurando es el fascismo. Un fascismo económico y político. Con todo lo que ello conlleva que parece que no nos damos cuenta. Por eso me pregunto, junto con Felix Ovejero, si somos idiotas o ciudadanos, como reza el título de su última obra. Y yo apuesto por lo primero, somos idiotas, nos han convertido en idiotas aprovechando la propia naturaleza del hombre que es la de la servidumbre humana voluntaria. Por eso nos es tan difícil salir de la minoría de edad, de pensar por nosotros mismos. Simplemente de pensar y no de opinar y hablar por hablar. Y cuando digo idiota no lo digo como insulto, sino que lo utilizo en su sentido griego. El idiota era lo contrario del ciudadano o el político, el habitante de la polis el hombre libre. Autónomo, aquel que se da, en la asamblea y por medio del logos, el diálogo, la ley a sí mismo. El idiota es aquel que vive para sí y sólo para sí. Que no le interesa la res pública. Pues nunca la ciudadanía ha estado tan preparada para ser idiota, para vivir sólo para sí mismo. Y, mientras, todo lo conquistado para y desde la colectividad, la polis, la ciudad, va desapareciendo en las redes del mercado.

                Europa es el invento del hombre, es la humanización del homínido. Europa es la conquista de la democracia, con su concepto de autonomía, isonomía (igualdad ante la ley e isegoría (igualdad del uso de la palabra). Europa es la eliminación de la superstición, de los mitos que esclavizan a través de la ignorancia. Es la búsqueda del conocimiento y la conquista de la libertad a través del mismo. La salida de la caverna a la luz de la razón que es universal y nos alumbra a todos. Es la separación del trono y el altar, la secularización y el laicismo. La conquista de la ciencia como modo de conocimiento del mundo, es el arte que nos eleva, desde la pintura, la música, la literatura, la arquitectura…a lo sublime. Es decir, lo que nos hace humanos, no simples homínidos. Es la conquista de los grandes derechos de la humanidad a partir de la Ilustración: igualdad, libertad, fraternidad; ésta última la gran olvidada. Por eso la Ilustración, y así lo considero junto con titanes del siglo XX como Popper o Habermas o Rawls, es un proyecto inacabado, o como dice José A. Marina es el gran proyecto ético político de la humanidad. Y esto que se conquista en la Ilustración es la ciudadanía frente al vasallaje. Es la conquista de la dignidad. Y es muy importante saber una cosa para ser muy conscientes de lo que se nos avecina y hacia dónde se dirige Europa. Y lo que hay que saber es que de todo esto de lo que hemos hablado y más, como son las conquistas sociales (el estado de bienestar) y laborales, son conquistas históricas. Me explico. No existen los derechos naturales. El hombre es, culturalmente, un animal desnudo. Es él mismo el que teje el vestido de la cultura. Todo es artificio, todo es superfluo. No hay ningún determinismo ni biológico ni cultural que nos proporcione los derechos conquistados. Hemos sido nosotros, nuestros antecesores, los que los han conquistado por medio de la lucha. Porque lo que sí ha existido siempre es la desigualdad, la esclavitud y la guerra. Y al conquistar los derechos llamados humanos lo que queremos con ello es evitar la guerra, la esclavitud y la desigualdad. Y ese es el camino de la Ilustración y el marco político es la democracia o la república. Y en eso estamos desde hace doscientos años.

Pero Europa ha cambiado de rumbo. Ha optado por el totalitarismo frente a la democracia. Ha idiotizado a los ciudadanos y los ha convertido en esclavos útiles, servidores del nuevo dios, el mercado. Y el ciudadano ha perdido sus derechos y la barbarie se extiende por doquier. Todo es una farsa y una pantomima. El pueblo ignorante elige engañado, los elegidos no gobiernan. Los poderosos, los grandes ricos del mundo y de Europa crean un lenguaje (neolengua) que enmascara la realidad, que crea una realidad ficticia en la que el ciudadano-vasallo se sumerge ahogándose en un mar de sinsentido. Y, mientras, pierde la libertad, la igualdad y la fraternidad, ésta última ni existe. Porque, precisamente la fraternidad, el considerarnos todos como hermanos, iguales. El ser capaz de ver nuestra miseria y nuestra dignidad en el otro sería lo que podría salvarnos, pero nos han vuelto idiotas y egoístas. Por eso no hay ni lucha ni revolución. Además de que el enemigo es ubicuo o no está en ninguna parte. Es un perfecto teatro del mundo. Pero estamos en el comienzo de la barbarie. Porque esta barbarie es la del fascismo político, la de la ausencia de la dignidad. Y si el poder no considera al pueblo como ciudadano, pues lo instrumentaliza, lo trata como un objeto, no le importa su vida, ni sus alegrías, ni sus sufrimientos. Por eso, la miseria, al fascismo económico aliado al fascismo político al que estamos asistiendo, no le importa al poder, porque el hombre ha sido despojado de la humanidad, esto es, de la dignidad. Y por eso hemos dejado de ser ciudadanos para ser vasallos (y todo muy bien legislado). Y con esta legislación de los poderosos hemos tirado por la borda toda la conquista ética-política que Europa había llegado a vislumbrar para el hombre y la historia. Y esa es la barbarie hacia la cual se dirige Europa. Esa es la nueva Edad Media: pobreza, miseria, esclavitud, desarraigo, vasallaje, desigualdad, poder absoluto y arbitrario…el faro ético-político de Europa se apaga…y la mayoría permanece indiferente.

Humanismo o barbarie.

¿Para qué sirven la filosofía y las humanidades?

                Pues para nada. Por eso el ministerio es coherente al intentar casi eliminar la filosofía de los estudios de secundaria y reducir a la mínima expresión las humanidades, así como las ciencias teóricas o fundamentales. Pero esto último lo dejamos a parte en este escrito aunque esté íntimamente ligado. No nos engañemos, desde hace décadas vivimos en un mundo plano, un mundo unidimensional en el que los valores se han ido reduciendo a los valores del mercado, los valores de cambio, valores económicos. Por eso surge la pregunta de para qué sirve la filosofía, la ética, el arte, la música clásica, la literatura. Pues dentro de este esquema de valores que es el predominante, el pensamiento único del stablisment, que se extiende por doquier, en virtud de los medios de manipulación y control de masas, la respuesta es, lógicamente, que para nada. El mundo que vivimos, que han construido para nosotros, para esclavizarnos, para eliminar las conquistas sociales, antropológicas y laborales de doscientos años para acá, está siendo fagocitado por una forma de pensamiento (ausencia de tal) y un conjunto de valores (contravalores o valores económico exclusivamente) que excluye del mundo y del pensamiento el humanismo y dentro de él, su piedra angular, la filosofía. No, no dan palos de ciegos, ni son tontos, ni estos del PP, ni los del PSOE con su famosa LOGSE que de forma tan siniestra ha preparado el terreno para lo que se nos viene encima que no es más que la consecuencia lógica de lo anterior.

                La visión de la educación es una visión tecnocrática que se apoya en dos pilares; primero, el mercantilismo. La educación debe ser un negocio y el fin ha de ser la empleabilidad, es decir, servir al mercado, o la adaptabilidad a la sociedad cambiante y del conocimiento en la que vivimos. Es decir, que es el mercado el que debe regular los planes de estudios, sus currículos y sus fines. Y aquí entra el segundo pilar, los tecnócratas de la educación, los pedagogos. Estos han creado una ideología que sustenta las supuestas formas de aprendizaje y, curiosamente, esas supuestas formas de aprendizaje se adaptan perfectamente al ideal del funcionamiento de una empresa, más aún, de una empresa privada. Se vacía el contenido y se prima la competencia, se elimina el aprender y se introduce la falacia de aprender a aprender, se elimina la autoridad moral e intelectual del profesor y se sustituye por la empatía y las TICs, bochornoso, pero cierto y, por supuesto, se elimina la ética y la educación para la ciudadanía, porque los ciudadanos no interesan, interesan los obreros, la mano de obra intercambiable y oprimida, ausente de derechos, cabizbaja y obediente.

¿Y las humanidades, y la filosofía? Pues no sirven para nada de esto. La filosofía nos enseña a ser personas, porque la filosofía, y las humanidades en su conjunto, inventan el concepto de ley, de persona, de libertad, de igualdad, de fraternidad, de derechos y deberes, de democracia y así sucesivamente. Pero todos estos valores no están dentro del mercado. Es más, nos interesa, o les interesa, que salgan de la circulación. Que no exista un pensamiento que los recoja; en definitiva, que caigan en el olvido y una gran losa se cierre sobre ellos. La filosofía es el ámbito de la libertad civil, de pensamiento y política. Cuestiona el poder, analiza al hombre, jerarquiza los valores, desenmascara el engaño del poder como el de la unidimensionalidad de los valores económicos. No sirve, porque no es útil, entendiendo lo útil por aquello que es eficiente económicamente. La filosofía, las humanidades tienen que ver con el ser, no con el tener. Y, precisamente por eso, han sido las humanidades, la filosofía, las que han construido al hombre. Pero al hombre como ser autónomo, libre, capaz de decidir sobre el futuro, capaz de transformar el mundo en el que vive si éste no le gusta. El hombre que crea y decide las leyes que le gobiernan, leyes que son un imperativo para todos. Las humanidades, simplemente, nos han hecho humanos, pero esto ni se compra ni se vende, no es un valor económico. De lo que se trata ahora, en la barbarie en la que nos hemos adentrado, es de despojar al hombre de todo lo humano, de convertirlo en un nuevo vasallo, un esclavo, un siervo de la gleba posmoderno. Y lo están consiguiendo. Por eso estamos en un momento de retroceso de siglos. Adentrándonos en una nueva y oscura edad media. Y la humanización del ser humano no puede competir con el poder económico y las nuevas tecnologías, sus seductoras y demagógicas aliadas. Es más, el humanismo no entra en competitividad, ese valor excede al humanismo pertenece, precisamente, a su poderoso enemigo, el capitalismo. Este capitalismo salvaje y bárbaro está fagocitando el humanismo duramente conquistado a través de la denostada, pero real, lucha de clases, y con él se está llevando por delante al propio hombre. Pero insisto, esto no es de hoy, políticamente tiene más de cuarenta años y, educativamente, en España empieza en el 1990 con la aprobación de la LOGSE. La nueva ley, la LOMCE no es más que dar un paso más y hablar con claridad.

 

                Enseñar y adoctrinar.

                No para uno de sorprenderse de la cara dura que tienen estos políticos, ni de su supina ignorancia. Ahora resulta que el profesorado puede ser acusado por los alumnos de ser adoctrinados en clase, vaya por dios. ¡Cómo si fuesen pocos los males ya en la enseñanza! Primero, pero quién es un alumno para saber si se le adoctrinas o no, si es un ignorante en la materia, cómo diferenciar la educación y la enseñanza de cierto adoctrinamiento y, tres, para adoctrinamiento el de la nueva ley que pone la asignatura de religión católica evaluable, optativa a la ética o valores éticos.

                El alumno no puede percibir, ni ser juez de adoctrinamiento. Su ignorancia se lo impide. Yo creo que lo que hay detrás de esto, de esta ocurrencia de café, copa y puro, una chapuaza, vamos, es darle un escarmiento a aquellos profesores díscolos con la nueva ley y con el sistema de enseñanza en general, que pretenden criticar el quehacer del gobierno en materia educativa. Y es muy distinto, si no lo contrario, ejercer la crítica a adoctrinar. Mientras que adoctrinar es introducir una serie de creencias de las que no se puede dudar y en las que hay que tener fe, por un lado y, además, si se critican se es tachado de hereje y disidente y se es castigado. Por el contrario, la crítica lleva consigo el adoctrinamiento, es decir, el alumno, que se nos presenta como ignorante, tiene que aprender una serie de doctrinas, teorías y conceptos, que le servirán después como instrumento de aprendizaje, de profundización y de valoración que le irán permitiendo, a lo largo del tiempo, toda la vida, si se me permite, ir perfilando. Y no es lo mismo el concepto utilizado en las asignaturas de ciencia que en las de humanidades. La ciencia necesita del conocimiento de un cuerpo doctrinal o teórico, la tarea crítica e investigadora es muy posterior. Como diría Khun, primero hay que aprender la ciencia normal, después, si tenemos la ocasión, haremos ciencia extraordinaria, y ahí la crítica es fundamental. Porque mientras la ciencia normal se aprende dogmáticamente, la extraordinaria requiere de la imaginación, la creatividad, la disidencia y la crítica. En cambio, en las llamadas, que no soy partidario de ello, ciencias humanas y en las sociales, sobre todo en las primeras, la doctrina, en tanto que teoría es fundamental. Pero lo que sucede en las humanidades, que por cierto, punto de mira del ministerio de educación, es que las teorías interpretativas de la realidad de la que se ocupan, a pesar de ser objetivas, basadas en hechos y producto de la argumentación, son menos definitivas que en las ciencias duras. Y esto es precisamente por la naturaleza de su objeto. Pero es que resulta que en las humanidades estamos tratando a un objeto que se está construyendo y que es irrepetible, por eso no existen experimentos en las humanidades. Y claro, la exposición de las teorías en las humanidades da lugar a la discusión, pero también, por parte del poder –y por medio del vehículo de los planes de educación- da lugar al adoctrinamiento. Es decir, que el adoctrinamiento no viene precisamente del profesor, éste es el que desenmascara el adoctrinamiento impuesto por el poder. Y esto es lo que al poder no le interesa. Por el contrario, la exposición de las humanidades da lugar al sano diálogo en el que la razón es lo común, a la controversia, en el que la guía es la argumentación y no la demagogia y el interés privado. La doctrina, como cuerpo teórico, como conjunto de conocimientos, es necesaria, pero es discutible desde la razón. Y, sobre todo, lo que es importante es que no podemos admitir –y es lo que el profesor enseña y debe enseñar- es el adoctrinamiento por parte del poder. La máscara y la farsa del poder que se transmite por medio del vehículo de la educación. Toda educación está cargada doctrinal e ideológicamente y el humanista, el filósofo, como ejemplo de virtud pública ha de hacer un uso público de la razón y desenmascarar al poder, venga de donde venga. Otra cosa es que tendrá que obedecer, puesto que es un funcionario, pero aquí también existen sus límites.

                Lo que no es de recibo, es demencial, es dar patente de corso al alumnado para que denuncie a un profesor porque supuestamente lo está adoctrinando. Pues bien, aquí tienen a un adoctrinador, que es el oficio que ha hecho desde que empezó a enseñar. Un adoctrinador que enseña que no existen verdades con mayúsculas, que el poder enmascara la realidad, que la tarea del profesor y del alumno es desenmascarar esa realidad. Que lo importante no es adaptarse al mundo que nos ofrecen, máxime cuando éste es una auténtica miseria fruto de la guerra del fuerte contra el débil, sino transformarlo. Un adoctrinador de la docta ignorancia, del sólo sé que no sé nada. Un luchador contra la farsa y el gran teatro del mundo. Alguien que cree que la educación, aún sirve para algo, además de crear empleados. Alguien que no puede hacer callar su razón, porque la razón es razón universal, es la forma de entendernos y se enfrenta a las opiniones, creencias, dogmas, doctrinas cerradas y fanáticas. En eso consiste mi adoctrinamiento y el de todo verdadero, humanista, científico y profesor. El resto, lo que pretenden, no es sólo adoctrinar, sino aborregar, instrumentalizar y eliminar la dignidad humana que se alcanza por el libre uso de la razón.

El valor de la excelencia.

La excelencia es la virtud. Ése es su significado en griego. Y la excelencia es lo que hay que perseguir en la educación. Es el objetivo máximo y fundamental. Y esto no es elitismo, esto es cumplir el deber con nuestros futuros ciudadanos. Lo que se ha fomentado en este país con las sucesivas leyes educativas, fundamentalmente la LOGSE-LOE, es todo lo contrario. Y por una equivocación de principios básica. Se ha fomentado la mediocridad, la pereza, el éxito fácil, la ausencia del valor de la enseñanza. Los contenidos no sirven para nada, los títulos se pueden obtener sin esfuerzo. El respeto al profesor y a la institución de la enseñanza, así como al material público que se utiliza es nulo. El alumno ha perdido conciencia de todo ello. Ha sido educado en los contravalores del egoísmo hedonista, del narcisismo, del triunfo fácil, de la pereza, la vagancia, el dinero, la fama, la riqueza. Y ha sido distraído del contenido educativo. Los contenidos han dejado de tener importancia y han sido sustituidos por una ambigüedad que es la de los procedimientos, que ahora, más mercantilmente, han llegado a considerarse competencias.

Pues el error es muy sencillo, el fallo consiste en confundir la igualdad de oportunidades con el hecho de que todos los alumnos deben llegar a obtener los mismos conocimientos y un título. Pues bien, esto, sumada a la falsa pedagogía constructivista y motivacional que es la base teórica de la enseñanza nos ha llevado a la mediocridad del alumnado, tanto en lo que se refiere a los conocimientos, como en lo que se refiere a la ética, su comportamiento cívico. Al igual que el conocimiento es escaso, el comportamiento es incívico. Pues, no señor. El objetivo –y no es esto antidemocrático, ni elitista, sino meritocrático- es el cultivo de la excelencia, tanto en el nivel cognitivo, como en el ético-cívico. De lo que se trata es de que nuestros futuros ciudadanos sean cultos, conozcan y que el conocimiento sea un arma de liberación. El conocimiento nos hace libres. Pero es que, además, ese conocimiento nos hace ciudadanos respetuosos y respetables. Porque el conocimiento se va a entender como un valor. Un valor imitable y deseable, frente a los valores de la mediocridad que señalé antes. Y, por otro lado, la excelencia, la virtud, debe estar en el nivel ético-cívico. De lo que se trata es que el alumno sea un buen ciudadano. Es decir, un ciudadano comprometido con lo común, con la res pública. No un ciudadano que se mira su propio ombligo y busca su propio placer, ni un ciudadano que pretende escaquearse del deber. Y, tampoco un ciudadano que valore más el defraudar a hacienda, porque eso es ser listo, que ser un ciudadano transparente económicamente y dispuesto a ayudar a los demás sabiendo que la riqueza no es el máximo valor, sólo un bien que nos permite vivir y con el vivir poder practicar la virtud.

Pues la excelencia se ha perdido y la nueva ley de educación, la LOMCE, no la recupera. Es más, fomenta la competitividad darwiniana (un Darwin mal entendido). Es decir, ser el mejor en el engaño económico, ser el mejor participando en el casino capitalista-financiero que hemos montado. Y, por otro lado, la nueva ley pone como su objetivo máximo, la empleabilidad. Ya no se puede hablar ni de ciudadanía, ni de virtud, sino de ser empleado. Se educa al ciudadano para emplearse, para ser mano de obra del empresario. El valor máximo es la riqueza y el individuo, vasallo, súbdito, porque ha dejado de ser ciudadano, es un valor en el mercado, no un fin en sí mismo, se le ha quitado su dignidad. La nueva ley de educación instrumentaliza al alumno y al profesor convirtiendo a este último en vehículo de esta fechoría. La meritocracia se reduce al triunfo en el mercado o a obtener un trabajo para, mínimamente, sobrevivir. Por eso la ley es ideológica, no sólo por la asignatura de religión, sino porque persigue la ideología ultracapitalista, además de conservadora de la sociedad en la que vivimos.

Pero es necesario recuperar el viejo ideal de la Ilustración. Decía Kant que el tribunal de la universidad era la razón. Hoy en día el tribunal de la enseñanza es el mercado. Si no recuperamos el viejo ideal ilustrado nos sumiremos en una época de barbarie. Perderemos progresivamente nuestros derechos hasta que al final perdamos la ciudadanía y volvamos a ser vasallos. Y este es el nuevo fascismo, la nueva Edad Media que nos amenaza, que es ya presente. Y por eso he dicho y mantengo que la LOMCE no es más que una continuación de la LOGSE-LOE, el fin era el mismo. Y por eso la nueva ley elimina las humanidades, en especial la filosofía. Porque este saber es un saber que nos permite saber interpretar el mundo en el que vivimos. Y al poder esto no le interesa. Y elimina la ética, porque no hay que plantearse la virtud, porque en realidad, ya no hay virtud, sino obediencia al dios mercado. Y porque no hace falta una formación ni integral ni integradora, sólo un saber hacer que es lo que exige la empleabilidad. Pero el viejo ideal de la Ilustración es el saber para transformar el mundo que no nos gusta porque consideramos injusto, unidimensional, reduccionista, desigual y cruel con el propio semejante hasta llegar a su exterminio.

Ética evangélica e Iglesia.

Los evangelios no tienen nada que ver con la iglesia. Y hablo de los evangelios en su sentido ético. Y la ética de la justicia social no es la única que hay en ellos, está también la escatológica mesiánica en el sentido judío. Porque Jesús era judío. El teólogo Dietrich Bonhoeffer, mártir antinazi, dijo, “Jesús anunció el reino de los cielos, y vino la iglesia.” Por otro lado, he utilizado, el lado ético de los evangelios, el de la justicia social, el de la fraternidad cristiana, como lo usó fray Bartolomé de las Casas para evitar la matanza y genocidio de indios, bendecida por el catolicismo y el protestantismo, una ética universalizable como la de los evangelios y una ética universalizable, como la de los derechos humanos. Y, de esta manera, hacerlas coincidir en armonía, que es de lo que se trata. Y si hay un diálogo entre religiones y un diálogo entre creyentes y no creyentes debe ir en esta línea no en una postura de guerra, enfrentamiento y susceptibilidades. Y ello requiere, lo siento, el reconocimiento de la historia criminal de la iglesia, por un lado, y, por otro, cosa que es preciso señalar, el carácter no histórico de las escrituras, incluidos los evangelios. Sólo hace falta una lectura comparativa para darse cuenta de la inmensidad de contradicciones que existen entre ellos. Pero hay cosas muy importantes en las que coinciden y es en su mensaje ético. Hay una fuente de estudio entre los especialistas que se llaman las fuentes Q de Quelle: fuente, en alemán. Aquí se recogen las supuestas enseñanzas de Jesús, sus dichos morales, sus parábolas, etc. No hay mesianismo, ni pasión ni resurrección. Lo que es su predicación. Y lo bueno de estas fuentes y su valor histórico es que sí coinciden en su mayor parte con la enseñanza ética de los evangelios.

En fin, el diálogo tiene que partir del reconocimiento de la historicidad de la iglesia. Las discusiones y el debate teológico de fray Bartolomé de las Casas, así como su trabajo en las propias américas, salvaron millones de vidas, curiosamente no es santo, le faltaría haber hecho un milagro, como si fuese poco lo que hizo, que además, curiosamente, su discurso teológico, fue la base de la proclamación de los derechos del hombre y el ciudadano en la revolución francesa, pero en su versión laica. Uno tiene derecho de pertenecer a la comunidad religiosa que le parezca, para eso evolutivamente somos seres religiosos y ha sido una adaptación exitosa. Pero dos cosas son importantes si no se quiere caer en el fanatismo. Uno, en ninguna religión reside la verdad, son todas percepciones particulares, y dos, la iglesia es una institución de siglos, una institución estrictamente política. Es una ciudad terrenal, que diría Agustín de Hipona, no la ciudad de dios en la tierra. Es la representante de dios, pero de un dios particular. Aprovechemos lo mejor que ha dado la iglesia y dejemos a un lado su tremenda historia criminal que, por cierto, en España la tenemos muy cerca, fue connivente y consintió el genocidio de Franco. Igual que también de la misma iglesia surgieron los movimientos antifranquistas que se unieron a los pobres, a los obreros y a los disidentes. El lugar donde realmente debe estar la iglesia y que, en muchas ocasiones, está. Pero, curiosamente, en muchas ocasiones también, la iglesia como institución de poder y de control llama al orden a esos que se fijan demasiado en la justicia social a ver si van a abandonar la dogmática en su desmesurada ayuda a los pobres. Me sumo al jesuita y teólogo de la liberación, Jon Sobrino, que dice, contra lo que proclama la iglesia, “fuera de los pobres no hay salvación”. La iglesia dice, “fuera de la iglesia no hay salvación”. El libro de Jon Sobrino “Fuera de los pobres no hay salvación” ha sido uno de los libros que he leído con mayor placer y sabiendo que la fuerza que tiene detrás su mensaje ético es la fe, la esperanza y la caridad cristiana. Como la obra del catedrático de filosofía de la religión, Manuel Freijó, también creyente y con el que he mantenido cierto debate intelectual después de un curso que impartió en la UNED al que tuve el gusto de asistir “Ilustración y cristianismo”. Nunca he visto un planteamiento de los problemas de la iglesia y de la religión, como conjunto de creencias y el análisis de los ateísmos, aun sabiéndose acorralado, con tanta serenidad y humildad. Un buen ateo tiene la religión como inspiración. Porque, una cosa más, no olvido la espiritualidad, por muy ateo que sea. Y esta se encuentra en la ética, vamos, la caridad en términos religiosos. En la vocación, ya sea religiosa, artística o científico-filosófica, en la contemplación, en la búsqueda de lo universal, en la unidad que elimina las diferencias de lo concreto. En la tolerancia frente al fanatismo, en el sano escepticismo que te lleva a la duda de tu propia duda y de ahí a sumergirte en la nada de la unidad donde no hay ni dualidad, ni diferencias…en fin, en la sustancia eterna o divina de Spinoza, deus sive natura, natura sive deus. Dios o naturaleza, naturaleza o dios. El conocimiento del universo es la propia autoconciencia del universo, porque es una parte del universo, el hombre, la que se está conociendo. De ahí la espiritualidad del conocimiento. En fin, que estas ideas y el budismo al que en mi juventud me acerqué y me sacó del dogma me permiten mirar a la religiones del libro, y al catolicismo en particular, sin rencor, porque nada de lo humano me es ajeno, pero con objetividad.

Carta a una alumna desencantada.

               "Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que filosofaron; en efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia...Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe...Así pues, si filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el afán de conocimiento y no por utilidad alguna." Aristóteles.

Nuestro conocimiento es necesariamente finito, mientras que nuestra ignorancia es necesariamente infinita. Karl Popper.

Cuando una teoría aparezca ante ti como la única posible, toma esto como una señal de que no has entendido ni la teoría ni el problema el cual ella debería resolver. Karl Popper.

 

 

Dentro de las excelentes jornadas sobre la ciencia en secundaria, en su XVII edición, que han tenido lugar en el colegio San José de Villafranca de los Barros, tuvo lugar una mesa redonda que tenía como tema de debate las relaciones entre la ciencia y la fe. Creo que, como todas las jornadas, la mesa redonda fue un éxito, al menos eso comentaba el público, yo era parte implicada y no puedo juzgar. El caso es que, como se suele decir ahora, el debate produjo un daño colateral de calado que a todos los participantes de la mesa nos sorprendió y nos apenó. Por eso es mi intención hablar sobre ello aquí, para hacer unas matizaciones y animar al cultivo del conocimiento, el saber, la ciencia y la filosofía que parece que quedó un poco en entredicho.

Entro sin más preámbulos en el asunto. En el turno de preguntas una alumna dijo que se había estado hablando mucho tiempo y haciendo mucho hincapié en la falibilidad de la ciencia, que la ciencia no era la verdad, que era conjetura, etc. Y que eso a ella le producía una desazón tremenda, pues pensaba que la ciencia es la verdad. Y eso le hacía perder el sentido de todo lo que había pensado hasta entonces y el sentido de la ciencia misma y de aquello a lo que ella se quería dedicar. La verdad es que fue desolador y todos nos sentimos de alguna manera culpables por haber producido tal sentimiento que, en realidad, no queríamos transmitir. Pero todo tiene su explicación y yo intentaré dar un poco de luz sobre ello y animar a esta alumna y a todos a que se dediquen al estudio de la ciencia, tanto naturales como sociales, así como al estudio de la filosofía como un saber integrador y crítico.

Pues bien, en primer lugar, los tres científicos que componían la mesa eran científicos fundamentales, es decir, dedicados durante toda su vida a la investigación básica, cada uno en su campo respectivo. Y la investigación básica se encuentra en el límite del conocimiento es por donde se va aumentando nuestro saber. Por tanto, el científico parte del no saber y llega al no saber, pero sabiendo un poco más. Sobre todo, cómo las cosas no son y cómo podrían ser. Y eso último es el carácter hipotético de la ciencia. Claro que avanzamos en el conocimiento, pero hipotéticamente. Las verdades en ciencia son provisionales, no hay verdad absoluta. En realidad es que esto último no existe. Por otro lado, un servidor, en tanto que filósofo de la ciencia, presenté la tesis popperiana de la ciencia como falibilidad. Es decir, en ciencia se avanza deductivamente pero a través de hipótesis. El progreso científico es un alejamiento del error para acercarse asintóticamente a la verdad, la cual nos es, por límites lógicos que ahora comentaré, inaccesible. Es decir, que cada vez sabemos más del cosmos, en todos sus órdenes, pero nuestro saber es provisional. Por eso la ciencia sigue avanzando, pero siempre conjeturalmente. La tarea del científico es la de encontrar hipótesis audaces que expliquen los fenómenos y que, mientras no se refuten, se considerarán verdaderas. Pero, incluso, una vez refutadas, como ocurre con la física clásica, que lo fue por parte de la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, sigue siendo una verdad parcial y utilizable técnicamente. Pero, ¿dónde están estos límites? Pues me voy a referir sólo a tres. El primero viene de la propia matemática y es el teorema de Göedel. Es el teorema de incompletud, que viene a decir, grosso modo, que no podemos tener un teorema de la matemática y de la lógica demostrado en todas sus proposiciones. Siempre se podrán derivar proposiciones nuevas (de ahí la incompletud) impredecibles en principio que pueden poden en duda el teorema. Después tenemos el límite lógico. La ciencia no procede de la inducción, como generalmente se enseña en los libros de textos científicos. Es decir, que la ciencia no procede de la experiencia y a partir de ahí induce leyes generales. Esto no es cierto. En primer lugar, la inducción no te permite saber con certeza la verdad de una ley o teoría, porque la inducción se basa en la experiencia y, del futuro, no hay experiencia. Si decimos, “todos los días sale el sol”, no podemos estar seguros de que saldrá mañana, porque de momento no tenemos experiencia de ello. Por eso la inducción no nos lleva a la verdad. Pero es que, además, la ciencia procede por deducción y no comienza en la experiencia, sino en las hipótesis. De ahí que su método sea el hipotético-deductivo. Lanzamos hipótesis de las que deducimos teorías que después, por medio de la experimentación, no la experiencia, intentamos contrastar. Mientras que el experimento no nos contradiga la hipótesis, vamos bien, cuando lo contradiga, pues a buscar otra hipótesis. Por eso la ciencia es una búsqueda sin término. Y el tercer límite que quería comentar es de carácter biológico. Lo que hace posible el conocimiento, su condición de posibilidad, es el cerebro. Es nuestro cerebro el que construye la ciencia, que a su vez es un producto de la evolución biológica. Pero nuestro cerebro es, a su vez, particular y concreto, tiene unas formas concretas de pensar y tener sensaciones. Pues esas formas concretas de pensar, que son los conceptos, y que están en nuestro cerebro, algunas desde que nacemos, otras como condición de posibilidad que después la experiencia cerrará, son, a su vez, el límite del conocimiento. No podemos pensar más allá de esos conceptos, porque, simplemente, pensamos con esos conceptos. Y, además, esos conceptos, residentes en diferentes redes neuronales, son producto de la evolución. Es decir, que podríamos haber evolucionado de otra manera y con otro sistema conceptual y esto nos llevaría a especulaciones curiosas, pero no vamos a entrar en ello.

Por último quiero decir que es el modelo de enseñanza de la ciencia el que da lugar a la falsa creencia de que la ciencia es la verdad. Ese modelo es el perteneciente al llamado neopositivismo que venía a decir que la ciencia es el discurso verdadero y que se basaba en la experiencia y la verificación, más allá de la ciencia todo era oscuridad y falsedad. Pues nada de eso. Los discursos no científicos también tienen sentido, como la ética, la jurisprudencia, la filosofía, el arte. Y la ciencia no es, entre otras cosas, la verdad, sino la búsqueda de la verdad y el empeño del hombre, el científico, por encontrar un pedazo de ella que ilumine un fragmento del universo. El resto del horizonte es lo desconocido. Pero hacia eso desconocido nos encaminamos desde nuestra humilde y reconocida ignorancia.

Lo más incomprensible del Universo es que sea comprensible. Albert Einstein.

La Ciencia es una tentativa en el sentido de lograr que la caótica diversidad de nuestras experiencias sensoriales corresponda a un sistema de pensamiento lógicamente ordenado. Albert Einsteisn

 

 

                        Indignación o silencio cómplice.

“Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente hay una complicidad vergonzosa”. Victor Hugo.

«Coged el relevo, ¡indignaos! Los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no pueden claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia». S. Hessel

La alienación se ha hecho total. El neoliberalismo se ha convertido en una religión sutil que lo cala todo. La inconsciencia colectiva y de ahí la inacción es inmensa y bochornosa con la que tenemos encima. El capitalismo de última generación se ha convertido en un enemigo que no tiene forma es un fantasma que lo impregna todo se ha vuelto líquido. Ya no hay enemigo al que señalar, ni conciencia que tome conciencia. La alienación es casi total. Con esto es imposible una revolución. Es como si nos llevasen al matadero y nosotros sumisos y contentos, disfrutando de la última aplicación de nuestro móvil de última generación...

Ante la situación actual sólo cabe la indignación. Y la indignación surge cuando los que gobiernan lo hacen atentando contra la dignidad de los gobernados que, en el fondo, en una democracia son los depositarios del poder. Pues en la actualidad, tanto en Europa como en España se gobierna para y por los mercados, los políticos obedecen sumisos el golpe de estado dado por el BCE, y los ciudadanos son instrumentalizados. El Parlamento es ocupado por el poder económico y se reúne con nuestros representantes a puerta cerrada y el ciudadano como si nada. Los desahucios siguen y el ciudadano como si nada, el gobierno bajo sospecha y el ciudadano como si nada. Son los votantes del PP los primeros que deberían haberse levantado y apuntar con el dedo al presidente y decirle a la cara: esto no es lo que tú dijiste. Pero, no, lo primero es que la política neoliberal y reaccionaria casa perfectamente con la ultraderecha que tenemos por derecha moderada y, segundo, que el ciudadano es lo suficientemente esclavo como para obedecer sumiso a aquel al que votó. Y lo suficientemente resentido y resignado como para asumir el discurso, ahora de los dos partidos con opción de gobierno, de que hay que apretarse el cinturón, que hay que arrimar el hombro y sacrificarse. Es mentira, la resignación en la que hemos sido educados desde el cristianismo nos hace creer, pero es un engaño. ¿Por qué recortes y no una reforma fiscal?, pues porque estamos en tipo de política ultraliberal de carácter darwinista. Ha vuelto el darwinismo social, el pobre lo es porque se lo merece, porque no sabe adaptarse. El estado no tiene por qué preocuparse por él. Es bochornoso que aceptemos esos recortes y nos conformemos con la amnistía fiscal del gobierno. Resulta que se amnistía a los defraudadores, a aquellos que tenían que estar en la cárcel, a aquellos que no han pagado y por culpa de ellos ahora resulta que no hay dinero para pensiones, escuelas, hospitales, justicia, funcionariado (servidores públicos)… es el neoliberalismo salvaje que devora el sistema y devora la conciencia más allá de la alienación.

Ningún pueblo, si se consideran ciudadanos y, por tanto, con capacidad de indignarse debería soportar esto. Debería salir en pleno a la calle, tomar el poder. No nos representan, o sí. Nos representan en tanto que hemos sido lo suficientemente ingenuos e ignorantes como para elegirlos, a ellos y a la oposición, que ahora viene con un discurso de izquierda cuando fue ella la que inicio los mayores recortes de la democracia y la reforma de la Constitución. Estos lo que quieren es el relevo en el poder. ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo tan ingenuos e ignorantes como para seguir votando a estos demagogos al servicio de los mercados? Pero el engaño, como decía al principio, se ha hecho total. Se han vaciado las conciencias, se han creado máquinas de consumir y consumirse. Individuos hedonistas y egocéntricos sin la más mínima capacidad de ponerse en el lugar del otro ni de crítica. ¿Por qué las bases no critican a los partidos? ¿Por qué no exigen su dimisión en pleno? ¿Por qué no piden nuevas reglas? Porque son obedientes y sumisos y porque se les ha creado la conciencia de que parece que piensan, pero no. Simplemente opinan, pero han elevado la opinión particular a rango de sabiduría. Porque aquí, como sabéis, se ha confundido el respeto a las opiniones con el respeto a la persona. Y, por otro lado, dentro de los partidos no hay ni opinión, ni ciencia, ni nada que se le parezca. Hay creencia, sumisión al líder, intrigas de poder, obediencia de voto y la palabra crítica y disidencia ni existen. Ésta es la democracia que tenemos, una burla, un totalitarismo. Y, mientras, la miseria ronda nuestras puertas…