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Filosofía desde la trinchera

                               Democracia, mesocracia, meritocracia.

                               No habrá un gobierno justo hasta que los filósofos sean reyes o los reyes filosofen.” Platón.

                El mayor crítico de la democracia de la antigüedad, y sus críticas en gran parte siguen siendo válidas, fue el viejo Platón, del que se dice que toda la filosofía no son más que notas  a pie de página de sus diálogos. Pues bien, el centro de la crítica platónica es que una democracia no es justa en la medida en la que la democracia es el gobierno del pueblo y ello es lo mismo que decir de los ignorantes. Claro, se refiere a ignorantes en lo que concierne a la justicia y el bien común. Y como el pueblo es ignorante, en ese aspecto, no en su profesión, pues es engañado por el demagogo que busca su interés particular. Pues esto, señores, y sé que esto levanta ampollas entre los bienpensantes y los progres y que seré tachado por enésima vez de elitista, lo que no me importa, porque si se identifica elitismo con excelencia, pues lo soy o, mejor dicho, persigo la excelencia para el pueblo y para mí, pues decía, que es esto lo que ocurre hoy en día, entre otros muchos males de la democracia. Y es por ello que nuestra democracia de cartón piedra, ni siquiera llega a esa altura de democracia liberal representativa y mediatizada económicamente, sino que además es una mesocracia. Se ha convertido en una mediocridad, es decir, el poder de los mediocres. Y, en concreto, en España, mucho ha hecho la ley de educación aún vigente, la LOGSE-LOE, no es que lo que venga lo vaya a solucionar, es más, profundiza en la mediocridad e instrumentaliza aún más al pueblo. Lo que viene es una consecuencia lógica del trasfondo psicopedagógico de la LOGSE unido al más bárbaro y salvaje capitalismo en el que todo se compra y se vende y el sujeto se ha convertido en absoluta mercancía.

                Pues sí señores, nuestra democracia es una mesocracia, el poder de los mediocres. Y es eso lo que al poder le ha interesado, convertir a la ciudadanía en mediocre, en sujetos autómatas, no autónomos. En sujetos idiotas (es decir, que sólo miran por sí mismo y no por el bien común) Se ha perdido por el camino la solidaridad, que era lo que quedaba del gran valor de la fraternidad, el menos desarrollado de la Ilustración. Mientras las vacas gordas hemos alimentado nuestro ego a base del consumo compulsivo y hemos empeñado nuestra vida en el tener. Y la ciudadanía, inconsciente, sumisa, aborregada y mediocre ha votado la ostentación de lo material, la riqueza por la riqueza. No ha entendido que la virtud está en la austeridad, pero no la que se nos impone ahora que es la miseria. Y ahora, con las vacas flacas, perplejos, espantados, con el miedo en el cuerpo, la ciudadanía sólo es  capaz de mirar su propio bolsillo instalado en una moral mediocre del sálvese quién pueda. Y, si no, miren los que secundan las huelgas de funcionarios o de profesores, una inmensa minoría…una auténtica pena. No es que no luchemos ni por lo de los demás, es que ni nos damos cuenta, o no queremos, luchar por lo nuestro. Asumimos dócilmente las medidas que eliminan los derechos sociales y laborales conquistados durante décadas, más de cien años, y encima nos sentimos hasta culpables y responsables, además de absolutamente desinformados. El colmo.

                Por eso reivindico la meritocracia. Una democracia sana debe perseguir la excelencia, el mérito, la virtud pública. Pero vemos delante de nuestras narices lo contrario. Y no lo denunciamos porque estamos adoctrinados. Hemos sido domesticados y adiestrados durante décadas por el sistema educativo y los medios de manipulación de masas, de tal forma que hemos perdido la conciencia crítica, que nos hemos convertido en unos conformistas, cuando no, los más espabilados de la tribu, en unos cínicos. La meritocracia es la creencia en que la democracia debe perseguir la virtud y la excelencia del pueblo por medio de la educación y el control de los medios de comunicación. Y ello conlleva la recuperación del poder por parte del pueblo. Y a ello se le llama república. La república exige de la virtud del pueblo, de la recuperación de la ciudadanía y el abandono del vasallaje. Pero malos tiempos corren para este ideal republicano que hunde sus raíces en la Ilustración, proyecto inacabado y no me canso de decirlo. El dios mercado lo inunda todo. Los medios de comunicación extienden su ideología, incluido Internet que parece que nos libera, pues no. Los sistemas educativos buscan empleados, no transformadores del mundo. El mundo ya está construido, controlado y dominado por unos pocos y el resto somos sus peones a los que sacrifican sin el menor escrúpulo. Pues señores es hora de la praxis revolucionaria, que diría Marx, y que a los progres de los que hablaba antes se les ha olvidado o nunca lo aprendieron, es hora de la transformación del mundo y de las condiciones de posibilidad de esa transformación. O, de lo contrario, la maquinaria bárbara e infernal nos engullirá en una nueva edad media totalitaria que ya barruntamos durante mucho, mucho tiempo…

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