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Filosofía desde la trinchera

                        Indignación o silencio cómplice.

“Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente hay una complicidad vergonzosa”. Victor Hugo.

«Coged el relevo, ¡indignaos! Los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no pueden claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia». S. Hessel

La alienación se ha hecho total. El neoliberalismo se ha convertido en una religión sutil que lo cala todo. La inconsciencia colectiva y de ahí la inacción es inmensa y bochornosa con la que tenemos encima. El capitalismo de última generación se ha convertido en un enemigo que no tiene forma es un fantasma que lo impregna todo se ha vuelto líquido. Ya no hay enemigo al que señalar, ni conciencia que tome conciencia. La alienación es casi total. Con esto es imposible una revolución. Es como si nos llevasen al matadero y nosotros sumisos y contentos, disfrutando de la última aplicación de nuestro móvil de última generación...

Ante la situación actual sólo cabe la indignación. Y la indignación surge cuando los que gobiernan lo hacen atentando contra la dignidad de los gobernados que, en el fondo, en una democracia son los depositarios del poder. Pues en la actualidad, tanto en Europa como en España se gobierna para y por los mercados, los políticos obedecen sumisos el golpe de estado dado por el BCE, y los ciudadanos son instrumentalizados. El Parlamento es ocupado por el poder económico y se reúne con nuestros representantes a puerta cerrada y el ciudadano como si nada. Los desahucios siguen y el ciudadano como si nada, el gobierno bajo sospecha y el ciudadano como si nada. Son los votantes del PP los primeros que deberían haberse levantado y apuntar con el dedo al presidente y decirle a la cara: esto no es lo que tú dijiste. Pero, no, lo primero es que la política neoliberal y reaccionaria casa perfectamente con la ultraderecha que tenemos por derecha moderada y, segundo, que el ciudadano es lo suficientemente esclavo como para obedecer sumiso a aquel al que votó. Y lo suficientemente resentido y resignado como para asumir el discurso, ahora de los dos partidos con opción de gobierno, de que hay que apretarse el cinturón, que hay que arrimar el hombro y sacrificarse. Es mentira, la resignación en la que hemos sido educados desde el cristianismo nos hace creer, pero es un engaño. ¿Por qué recortes y no una reforma fiscal?, pues porque estamos en tipo de política ultraliberal de carácter darwinista. Ha vuelto el darwinismo social, el pobre lo es porque se lo merece, porque no sabe adaptarse. El estado no tiene por qué preocuparse por él. Es bochornoso que aceptemos esos recortes y nos conformemos con la amnistía fiscal del gobierno. Resulta que se amnistía a los defraudadores, a aquellos que tenían que estar en la cárcel, a aquellos que no han pagado y por culpa de ellos ahora resulta que no hay dinero para pensiones, escuelas, hospitales, justicia, funcionariado (servidores públicos)… es el neoliberalismo salvaje que devora el sistema y devora la conciencia más allá de la alienación.

Ningún pueblo, si se consideran ciudadanos y, por tanto, con capacidad de indignarse debería soportar esto. Debería salir en pleno a la calle, tomar el poder. No nos representan, o sí. Nos representan en tanto que hemos sido lo suficientemente ingenuos e ignorantes como para elegirlos, a ellos y a la oposición, que ahora viene con un discurso de izquierda cuando fue ella la que inicio los mayores recortes de la democracia y la reforma de la Constitución. Estos lo que quieren es el relevo en el poder. ¿Hasta cuándo vamos a seguir siendo tan ingenuos e ignorantes como para seguir votando a estos demagogos al servicio de los mercados? Pero el engaño, como decía al principio, se ha hecho total. Se han vaciado las conciencias, se han creado máquinas de consumir y consumirse. Individuos hedonistas y egocéntricos sin la más mínima capacidad de ponerse en el lugar del otro ni de crítica. ¿Por qué las bases no critican a los partidos? ¿Por qué no exigen su dimisión en pleno? ¿Por qué no piden nuevas reglas? Porque son obedientes y sumisos y porque se les ha creado la conciencia de que parece que piensan, pero no. Simplemente opinan, pero han elevado la opinión particular a rango de sabiduría. Porque aquí, como sabéis, se ha confundido el respeto a las opiniones con el respeto a la persona. Y, por otro lado, dentro de los partidos no hay ni opinión, ni ciencia, ni nada que se le parezca. Hay creencia, sumisión al líder, intrigas de poder, obediencia de voto y la palabra crítica y disidencia ni existen. Ésta es la democracia que tenemos, una burla, un totalitarismo. Y, mientras, la miseria ronda nuestras puertas…

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