“No concibo una vida feliz sin placer” Epicuro, fundador del hedonismo la teoría según la cual la felicidad reside en el placer. Ahora bien, el placer es fruto de la mesura, la sofroné griega es un concepto muy sutil y que se contrapone a la Hybris, la desproporción, lo prometeico. Nuestra civilización se ha fundado sobre este espíritu prometeico y así tenemos los problemas que tenemos. Por otro lado, el mismo Epicuro considera que el placer máximo es o son los placeres estáticos, los que proceden de la contemplación (la ciencia, el arte, la filosofía y la misma prudencia). Los placeres naturales, que son los necesarios para la vida misma están sujetos a la prudencia o la sabiduría. Es curioso que el fundador del hedonismo considere que el placer está en la austeridad. Así lo predica y así lo hace. Obtenemos el máximo placer únicamente de lo necesario para vivir, si nos excedemos, nos produce dolor: una gran comilona, beber en exceso… El problema es que el hedonismo tiene mala fama porque ha sido transmitido por el cristianismo que ha visto en el cuerpo el mal. Otro problema es que lo que nos plantea Epicuro es un ideal de sabiduría, un camino. Por cierto, nada fácil. No hay que confundir hedonista con libertino.
Y otra cosa importante, éste ideal del sabio epicúreo o hedonista sería el prototipo del hombre transformado. Es decir, del hombre actual: consumista, hedonista, egoísta y nihilista que ha perdido la posibilidad del placer y con su actitud destruye el planeta y la humanidad, por el hedonista epicúreo, que es austero, que disfruta de los placeres naturales y necesario y de los placeres de la inteligencia, la conversación, la amistad, el arte, el conocimiento en general, la cooperación frente a la competencia. Este tipo de hombre sólo puede surgir de un nuevo modo de producción: el ecosocialista ligado a la economía del decrecimiento que conlleva todos estos valores.
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