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Filosofía desde la trinchera

Diario de un escéptico.

¿Son compatibles la sabiduría racional con la sabiduría mística?

Tus preguntas son tremendas. La verdad es que yo también me la hice en su momento. Al inicio de la carrera y opté por el saber racional. Supongo que, porque no tenía alternativa mejor. No se nos ofrece, a menos que seas creyente, un camino hacia la mística. Muchas veces he estado tentado, pero como soy ateo militante, practicante y con mucha fundamentación teórica, me es imposible, salvo el budismo. Pero vivimos en occidente. Luego…

Yo creo que sí se pueden tener las dos sabidurías. Cuando entiendes íntimamente que la sabiduría racional es parcial y que forma parte de un todo, por ejemplo. Creo que los griegos estaban más cerca de esto que nosotros. Aristóteles, los estoicos, los epicúreos, eran sabios y sabían cosas, pero su concepción del saber racional es muy distinta a la nuestra. Tiene que ver con la teoría pura que te lleva a la contemplación. Lo mismo el sabio Spinoza y, el mismo Eisntein que se inspira precisamente en Spinoza. Pero hoy en día el saber racional es fundamentalmente técnico y mediatizado por el poder político, económico y militar. Pocos investigadores puros quedan. Y menos que quedarán. Ya en mis tiempos de estudiante de bachiller los alumnos se preguntaban el para qué del conocimiento. No entendían que el conocer tiene el fin en sí mismo.

De todas formas, quizás el saber racional sea dar un rodeo, pero que te permite una comprensión del universo. Mientras que la vía mística se salta ese paso porque no es necesario, incluso puede ser contraproducente. Es curioso que, mientras más se sabe del cerebro más nos acercamos a las ideas que sobre el mundo tiene la mística. Me acabo de leer el último libro del neurofisiólogo Antonio Damassio “Y el cerebro creó al hombre” y puedes sacar la conclusión que acabo de decirte. La diferencia es que Damassio pretende saber en qué consiste la consciencia, la libertad y la autoconsciencia y cómo se explica esto a través de los diferentes modelos de funcionamiento del cerebro. Pero no aspira con ello a alcanzar la perfección intelectual. Esta escisión, un griego no la entendería. El propio saber es un camino de ascesis que te lleva a la perfección y el conocimiento adquirido es un objeto de contemplación del mundo. Somos, como decía el cosmólogo Carl Sagan “la voz en la fuga cósmica del universo.” Es decir, y esta es mi concepción filosófica panteísta: nuestro conocimiento es la autoconciencia del universo. No somos más que polvo estelar, surgido del big bang hecho consciente. Conciencia fragmentada, claro. Esto es lo mismo que el budismo pero con un tremendo sustrato matemático y empírico que lo fundamenta. Pero una vez que hemos llegado a la idea podemos contemplarla e iniciar el camino espiritual. Pero, como te digo, esto último a la ciencia no le interesa, aunque a científicos en concreto, sí, como Einstein o Sagan… en fin una aproximación de respuesta. La próxima más facilita, jaja.

El viajar y ver (el turismo) se ha convertido en un objeto de consumo que no te permite deleitarte. Es como la vida cotidiana, llena de prisas y masificación. La gente va a los sitios casi que por decir que ha estado allí. Pero no conocen nada de lo visitado: ni historia, ni cultura, ni pensamiento. Ya el mismo viaje, sea en coche, tren o avión o los típicos cruceros, son un traslado veloz de un lugar a otro. Antes el viaje te transformaba por dentro. Ahora en una hora y cuarto estás en Atenas. Y, simplemente, ir a Madrid, como hay autovía, te priva totalmente del deleite del viaje, no ves ni un solo pueblo, no paras. Es como si cruzases un páramo, un no lugar. Es un traslado físico en el que la mente permanece estática. Llegas igual que saliste de casa. Y si se te ocurre ir al Prado, pues ya sabes lo que te espera. Para viajar prefiero un libro. De momento…

 

Más vale sufrir una injusticia que cometerla.

Es éste un viejo dicho socrático que podemos considerar uno de los fundamentos de la ética en Occidente. Una de sus más brillantes conquistas. Es una sentencia sobre la que podríamos meditar toda la vida. Pero mejor, es un imperativo moral que deberíamos cumplir durante toda nuestra vida. Es un camino hacia la perfección moral y forma una unidad con la compasión budista y al amor al prójimo de Jesús de Nazaret. En realidad son distintas formulaciones de un único principio. En los tres está de fondo la consideración de que el otro es un semejante, otro yo, por tanto un sujeto al que no se le puede instrumentalizar. No en vano nos encontramos en la época axial, que decía Jaspers, en la que hubo una revolución moral de la humanidad, cuyos tres máximos representantes son los que hemos citado más arriba. Esta revolución marca un salto cualitativo en el desarrollo histórico de la humanidad. Ahora bien, el descubrir un valor nuevo de perfección moral para la humanidad no implica su cumplimiento. Aquí lo teórico y lo práctico se separan totalmente. Por eso he dicho siempre que la filosofía (y la ética es la parte central de ella, su motivo de existencia, su justificación) es el saber más práctico que existe porque nos habla de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.

Pues bien, de esto es de lo que nos habla la sentencia socrática que nos marca el camino de nuestra perfección, la salida de la caverna moral en la que nos encontramos. Vamos a ver. Cometer una injusticia, sea del carácter que sea, es convertirse en un injusto, en un corrupto. Cometer una injusticia nos corrompe el alma, nos arranca un bocado de nuestro ser. Nos convierte, de paso, en un cobarde que no es capaz de enfrentar la justicia, ni su debilidad. Pero, además, cometer una injusticia nos hace esclavos de nuestra cobardía. Porque cometemos la injusticia por la debilidad de no ser capaces de ser justos. Y, ¿qué es ser justo? Pues obrar conforme a lo debido, conforme a la virtud. Si no se puede robar, no se roba. Ahora bien, si puedo robar impunemente y robo, soy injusto, soy un corrupto, un cobarde y esclavo de mis pasiones. Por el contrario, si frente a la adversidad, la posibilidad de robar, la impunidad, no lo hago y, por supuesto no me hago rico, ni me codeo con la clase alta, ni nada de esos supuestos parabienes, pues entonces he obrado justamente. He sido valiente, es decir, he sido fuerte. Mi acción ha vencido a la pasión, a lo fácil, al vicio. Me he perfeccionado. Entonces soy un hombre valiente y excelente. Es decir virtuoso. Porque en griego virtud (arete) es excelencia. Claro, por eso el objetivo de la educación griega, y en especial Sócrates, es la educación en la excelencia. Lo contrario de lo que ocurre en nuestra sociedad. Ésta, en general, y la educación, en particular, no fomentan, ni por asomo, la virtud, ni la excelencia, sino la mediocridad y el oportunismo. ¿Cómo podemos explicar sino, por ejemplo, la corrupción? Ésta existe hace décadas. No es nueva, ni nace por generación espontánea, se ha mantenido porque millones de votantes lo han consentido. Les recomiendo el libro de Javier Pradera, escrito en 1994 y publicado este año “Política y corrupción”. Es decir, que la ciudadanía ha cometido una injusticia, generalmente, no estoy diciendo todos, han votado la corrupción, por múltiples razones, que en última instancia, los llevaban a la comodidad y a no complicarse la vida y han renunciado a la justicia. Es decir, denunciar públicamente el sistema de corrupción en el que hemos vivido. Han sido esclavos, por eso no tienen libertad política. Eso nos enseñó Sócrates. De ahí su juicio y su muerte. Difícil camino de recorrer. Y si nos fijamos en la educación, y esa nefasta ley LOGSE-LOE, del partido socialista, lo que ha fomentado precisamente es la mediocridad. Si se puede promocionar con dos o tres asignaturas pendientes, si al final incluso la promoción es automática, porque lo que interesa es que el niño esté escolarizado hasta los dieciséis años, pues es muy fácil que el niño caiga en la pasión y el vicio de la pereza. Que no valore ni la enseñanza, ni al profesorado. Lo raro es que haya tantos estudiantes que no han caído en esa pereza que les llevaría al camino fácil de la injusticia. No se debe copiar, por ejemplo. Es una injusticia porque engañas a la sociedad y en concreto a tus compañeros de clase, que se han esforzado y no copian. Pues el que elige copiar, para empezar, no elige, sino que se deja arrastrar por el vicio de la pereza, en segundo lugar se corrompe, porque se hace débil y, en tercer lugar, provoca un daño a sus compañeros y a la sociedad en general. Lo mismo ocurre con el que falta el respeto a sus compañeros o a su profesor. Comete una terrible injusticia. Lo fácil es hablar en clase, molestar, no atender, jugar… lo difícil es atender, estudiar, colaborar con tus compañeros y con el profesor en el proceso de aprendizaje. Pero, no, el corrupto, elije la injusticia. O, al revés, por elegir la injusticia se hace corrupto. Se convierte en un cobarde y un mediocre, pierde un pedazo de alma, se deshumaniza. Porque aquí hay algo muy importante. Cuando se comete una injusticia, como el faltar el respeto, no sólo afecta al que comete la injusticia, sino que también, a la humanidad circundante contra la que se comete la injusticia. Porque en tal caso la injusticia lo que está haciendo es tratar al otro como un objeto, lo está instrumentalizando, no lo considera otro yo, un sujeto de derecho y de dignidad. Pero, claro, la injusticia siempre se vuelve contra uno. Al tratar al otro como un objeto pierdes tu humanidad. Piensen en la sombra alargada de la sentencia socrática, en ustedes, en la educación y en la sociedad. Nos queda un largo camino por recorrer.

Vamos a ver, otro que tal baila. No se han enterado que su ciclo ha terminado. Que la corrupción es de décadas y de ellos. Que ellos no pueden resolver el problema que ellos mismos, conscientemente, durante décadas han creado, son unos hipócritas y sinvergüenzas (no como insulto, sino en el sentido ético de la palabra, si es que lo conocen). Que la alternativa no es populismo, ni antisistema, ellos amparándose en una transición mediocre son los antisistemas. Que estoy, o estamos los españoles, cansados de corrupción, de mediocridad, de hipocresía, de control absoluto de la administración y de los medios de comunicación. Que no los queremos porque no nos representan. Señores, un estado gobernado por un partido anclado en la corrupción sistémica y un partido de la oposición, que está en la misma situación de corrupción institucionalizada, simplemente es ingobernable. Lo que hay que hacer es disolver las cortes y proclamar elecciones anticipadas. Y, si en un caso gana Podemos, pues, entonces, iniciar un Proceso Constituyente. Eso es una regeneración política de este país que nos dé la libertad. Todo lo demás no son más que paños calientes.

Ya hemos hablado de esto. La corrupción que ha aparecido en España no es nueva y no es puntual, sino que está institucionalizada. Ha existido desde los inicios de la democracia. Las causas políticas, hablando generalmente son dos: el proceso de transición y nuestra constitución con su ley de partidos que da lugar el bipartidismo y todas las consecuencias que ello conlleva, principalmente la acumulación de poder y, por tanto, la posibilidad de corromperse y la alternancia en el poder. La segunda causa política somos nosotros. Los ciudadanos, con nuestro voto, hemos consentido la corrupción. Ya digo, la corrupción no es nueva. La corrupción que existía en el PSOE en los años noventa era tremenda, también en el PP, pero menos a causa de que tenían menos poder. No obstante millones de españoles miraban para otro lado y los votaban. El libro, del nada sospechoso Javier Pradera (libro póstumo, escrito en 1994 y publicado este año) lo confirma, “Política y poder”. Entre los primeros años 90 la corrupción del PSOE era generalizada, llegó incluso a tener a miembros del gabinete de gobierno en la cárcel, se cometió la mayor corrupción del gobierno, el crimen de estado. Y la ciudadanía, porque recuerdo arduas discusiones, lo justificaba: al fin y al cabo, decían, a los que habían matado eran terrorista, en realidad fue una tremenda chapuza, además de socavar los cimientos mismos de la democracia. No obstante eso es una razón antidemocrática, porque la democracia está para lo contrario. Para que cualquiera tenga un juicio justo. Todos somos iguales, terroristas o no, ante la ley. No teníamos, ni tenemos y menos que vamos a tener, cultura democrática. (No olvidemos que las asignaturas que, en principio ofrecen esta cultura desaparecen del curriculum con la LOMCE: Educación para la ciudadanía, Ética e Historia de la Filosofía)

Lo nuevo de ahora, aunque no sabemos en qué terminará esto, es que la ciudadanía, por primera vez se ha hartado y su intención de voto ha cambiado. Pero veo dos problemas: el primero es que esto se deba a la situación de crisis y no a un aumento de la conciencia democrática. Y, en segundo lugar, Podemos está jugando una carta difícil. Ha entrado en el sistema y, probablemente, éste lo absorba. De todas formas, mientras tanto, son aire fresco y esperanza.

 

Es muy triste lo que cuentas, pero lo dices en tu comentario final. Es lo que trae la pobreza. Sin un mínimo desarrollo económico no hay cultura, sin ésta no hay valores. Es lamentable, pero es así. Y en la pobreza, todas las desigualdades y las injusticias caen sobre los más débiles: las mujeres, los niños y los ancianos. La historia que nos cuentas, no sólo es conmovedora, sino trágica. Pero el mundo se puede cambiar y algo ya hemos avanzado porque los valores ya los hemos inventado. Ahora hay que hacer el esfuerzo de que se cumplan. Esta mañana le contaba a mis alumnos que, ante las injusticias, lo primero es la información. Ésta nos hace tomar conciencia del problema y ver de dónde viene. Luego está la fraternidad, la gran olvidada de la Ilustración: todos somos iguales, hermanos y esto nos lleva a la compasión. Y es este sentimiento el que nos debe llevar a la acción. Y siempre se puede hacer algo. Simplemente el acto de votar puede cambiar una realidad social. Pues, desde el simple voto, o escribir algo para hacer tomar conciencia, como has hecho tú, hasta el voluntariado hay un amplio espectro de cosas que podemos hacer. Siempre, por muy poco que sea podemos hacer algo. Hubo una mujer, que no recuerdo el nombre, pero que se lo he contado a mis alumnos, y que es premio nobel de la paz por un simple gesto. Resulta que en su país de África los grandes negociantes empezaron a comprar las tierras comunales para edificar todo tipo de cosas. Esto enriquecía, momentáneamente, a los habitantes de los poblados. Pues esta mujer se negó y convenció a los de su poblado de que las tierras comunales eran su vida, de lo que comían, poco o mucho. Y propuso que cada uno plantase un árbol para recuperar esas tierras comunales. Hace unos seis años ya había más de treinta millones de árboles plantados. Sólo un gesto puede mover toda la sociedad… como la mujer negra que no se quiso levantar del asiento del autobús sólo para blancos…pues trajo los derechos civiles en EEUU. Un saludo.

Un ejemplo de profundidad de análisis político. Vaya tela. No saben qué hacer, ni qué decir. Hay una realidad que se les escapa a su inteligencia y a sus intereses. No tengo ni idea en qué acabará esto de Podemos. Pero lo que sí es cierto es que es lo único interesante, fresco y con sabor a esperanza de libertad que, políticamente está pasando en nuestro secuestrado país. (Y me refiero a la política de verdad. A la política en el sentido republicano. La participación directa del ciudadano en la res pública. No a la política de la partitocracia que la ha profesionalizado y nos ha llevado a la corrupción generalizada e institucionalizada del sistema.) El pueblo, la ciudadanía tiene derecho a la ilusión, a la participación. Aunque después pueda llevarse un tremendo desengaño. Pero lo anterior ya está visto y, además, está lleno de mierda hasta el fondo. Por primera vez el pueblo, la ciudadanía, que no vasallos, no apoyan de forma connivente a sus antiguos representantes, los acusan y eligen otra opción. Los abandonan y los dejan tirados a la suerte de sus bien labradas miserias. El pueblo se podrá equivocar, la democracia es así, pero lo que no se puede permitir es seguir siendo engañado, seguir siendo vasallo y seguir participando de la corrupción. Porque no lo olvidemos nunca. Si el estado de corrupción ha existido es porque nosotros los hemos puesto allí, los hemos votado, los hemos consentido. Nos hemos dejado engañar conscientemente. De modo que es necesaria esta rebelión pacífica y democrática. A la que, por mi parte, añadiría si el partido Podemos llegase al poder iniciar un proceso constituyente. De lo contrario todo será igual.

Efectivamente en el ser humano está la condición de poder realizar lo mejor y lo más deleznable porque su naturaleza es abierta. De ahí que sea un animal cultural y que haya una infinidad de culturas que potencian unas u otras cosas (sentimientos y afectos). Con respecto a la agresividad y la violencia creo que uno de los que más saben en España es José Sanmartín. Es biólogo y filósofo y catedrático de lógica y filosofía de la ciencia en Valencia. Y una persona encantadora. Bueno, pues uno de sus libros sobre la violencia “La mente de los violentos” comienza con esta frase esclarecedora “El hombre es agresivo por naturaleza y violento culturalmente” Cuidado, no quiere decir que sólo sea agresivo, es muchas más cosas, lo que pasa es que el tema es la agresividad. Estamos dotados genéticamente para ejercer la agresividad, pero culturalmente hemos producido la violencia, que es lo que podemos ver en el documental. La cultura puede potenciar más o menos la agresividad, pero ésta, aunque se pueda bloquear culturalmente, siempre está ahí. Es el entrecruzamiento de nuestra filogénesis y nuestra evolución cultural. Porque igual que hay una evolución biológica y de todo el universo, también la hay de las formas culturales. Evolución no significa, ni direccionalidad, ni progreso. La evolución no tiene sentido. Es fruto del azar y la necesidad. El último libro de Carbonell “La evolución sin sentido” se explaya en esto. Cosa que por otra parte ya había expresado lúcida y brillantemente el biólogo y paleontólogo E. J. Gould en sus numerables obras de las que aconsejo “La vida maravillosa” y “La falsa medida del hombre” Un saludo y muchas gracias María José por tus aportaciones.