Ya está bien de la intromisión de la moral privada en la ética civil. El religioso o teólogo tiene la libertad de expresión de sus ideas y creencias, pero no de arremeter contra principios universales como el de la dignidad de la persona. Su moral particular puede ser aceptada como un punto de vista particular a discutir y tener en cuenta en el ámbito de lo público y puede ser seguida por cualquiera que sea creyente, pero no puede tener la intención de imponerse a la sociedad en su conjunto. ¡Qué lejos estamos del laicismo!
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