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Filosofía desde la trinchera

En cuanto a los deberes en caso y algunas cosas más.

Pues pienso que, en principio, los deberes están prohibidos. Pero pienso que habría que racionalizar la jornada laboral. Y esto es una cuestión de dinero. Los niños están cinco o seis horas seguidas, con media hora de descanso dando clases, sin horas de estudio, de biblioteca…todo ello aumentaría la calidad de la enseñanza, pero cuesta dinero, ergo…

No estoy en contra, tal y como están las cosas, de los deberes en casa. Ahora bien, lo que no puede ser es que los padres hagan los deberes y sea para ellos una carga. Lo único que deben hacer es crear el hábito y la disciplina de que los deberes deben hacerlos. Los padres no deben ni corregirlos. Que los niños vean el rojo en sus deberes para que aprendan a hacerlo bien. Como hemos hecho todos. Creo que de mi generación, que llegamos pocos a la universidad, claro, nunca nos ayudaron, pero sí impusieron un hábito de trabajo. Lo único y lo esencial. Lo verdad realmente importante. Por supuesto los deberes no deben ser mecánicos y repetitivos, pero sí deben fomentar la memoria. Sin memoria es imposible ninguna forma de conocimiento. Esto es mera charlatanería. Y que los deberes crean desigualdad entre los alumnos, pues es otra mentira piadosa de la psicología positiva, chahipiruli, de que todo en la vida es color de rosas. Aquí nadie somos iguales. Somos iguales en oportunidades, y ello hay que defenderlo con uñas y dientes. Pero después, si queremos una sociedad mejor debemos fomentar la meritocracia sin que nadie se quede atrás. Pero la virtud es excelencia, no mediocridad. Que es lo que se nos vende por todas partes. Ya está bien de paños calientes, de coachings, o leches, de psicólogos positivos, de educación emocional. Hoy he explicado, con video incluido en pizarra digital (a la última, vamos), el concepto de banalidad del mal, y ¿eso no es educación emocional y en valores?, o tiene que venir un coaching o un no sé qué de valores a explicar eso, pues íbamos listos. Uno ya es muy viejo para aguantar tanta tontería y, encima, aguantar a los alumnos indisciplinados, sin capacidad de respeto, ni de esfuerzo, ni de valorar los auténticos valores, deshechos de la educación por culpa de tanta tontería y tanta gilipollez que se le ocurre a cuatro desocupados.

 

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