Reflexiones ante la barbarie.
Una nota a raíz de un artículo de Gustavo Bueno sobre las viñetas de Mahoma en el 2006.
La cuestión es la de si se puede representar o no a Mahoma o a Alá. La respuesta es que sí, que por supuesto y hacer cualquier burla o sátira y, para ello nos basamos en la irrealidad del sujeto, como se puede hacer con los personajes del cristianismo y con dios, puesto que es inexistente. Luego podemos abordar un tema más peliagudo. El de la libertad de expresión. Aquí conviene distinguir entre libertad de y libertad para. Hay que entender que la libertad de expresión se puede ejercer desde la llegada de la Ilustración, de que los oprimidos han sido capaces de plantar cara a los opresores. La cuestión es que uno no tiene libertad para burlarse o insultar. Ahora bien, si el otro está instalado en la irracionalidad y la superstición pues la sátira no es ninguna falta de respeto, ni de insulto. Porque nosotros estamos hablando desde la racionalidad al que está instalado en la irracionalidad y, por tanto, la superstición, la intolerancia y el fanatismo. Y el otro tema importante es el de porqué en occidente pudo aparecer la Ilustración, con lo que ello conlleva. Pues la respuesta de Bueno es sorprendente, aunque no coincido plenamente con ella. Dice que es precisamente por el catolicismo. Porque éste parte de la sentencia de que a dios lo que es de dios y al cesar lo que es del cesar y después, como es costumbre, desarrolla eruditamente su respuesta. Yo pienso que algo hay ahí, pero no es todo. Me fijo más por ejemplo en fray Bartolomé de las Casas y en la polémica de Valladolid de la que saldrá una visión del hombre como ser dotado de dignidad y, por tanto, la polémica de Las Casas sobre la dignidad del ser humano nos lleva a la eliminación de la superstición y la separación del trono y el altar. Y luego creo que en el Cristianismo siempre ha habido una alianza, que no identificación como en el Islam, entre el trono y el altar. Y para entender esto no hay más que leer “La Monarquía” de Tomás de Aquino, o la crítica a la herencia por la gracia de dios de la monarquía de Locke en sus “Tratados sobre el gobierno civil” cimiento de la democracia liberal americana. O “El contrato social” de Rousseau en el que todo el poder recae en el pueblo que se convierte en autónomo y ciudadano frente a todo opresor: la nobleza y el clero que han ejercido su opresión ideológicamente por medio de la superstición. Y, de aquí nacerá la democracia republicana tras la revolución francesa. Por ello es la Ilustración el salto imprescindible. Y los males que nos asolan hoy en día en lo tocante al choque de civilizaciones y supuesta alianza de civilizaciones, que no es posible a menos que ambas sean racionales, hay que partir de una situación de simetría que nos la da la razón universal ilustrada a la que hemos renunciado en nombre de un multiculturalismo que tiene su base en un relativismo cultural que no es más que el absolutismo de la superstición, proceden del rechazo de las ideas ilustradas y de la ausencia de pensamiento y la confusión posmoderna. La alianza de civilizaciones sólo es posible desde la racionalidad. Podemos comprender antropológicamente las otras civilizaciones, pero no podemos respetar, ni tolerar su superstición. Si hacemos esto renunciamos a la universalidad de la razón y, adviértase, que no digo absolutismo de la razón, sino universalidad. Conceptos muy distintos y con consecuencias políticas muy dispares. El primero nos lleva al totalitarismo, mientras que el segundo a la democracia y el diálogo real y no ficticio. Ese diálogo de civilizaciones, basados en una supuesta tolerancia y respeto, procede del llamado pensamiento Alicia de Gustavo Bueno con el que señala la ingenuidad del pensamiento en el que hemos caído por defender que todo vale. Al final triunfa la superstición sino retomamos el proyecto inacabado de la Ilustración.
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Desde luego que el nihilismo no da lugar al fanatismo. Y también es cierto que el nihilismo es la falta de razón y sentido. Pero, también lo es que vivimos, por diversas circunstancias, tanto históricas como filosóficas, en una sociedad nihilista, hedonista y egoísta. Y esto da lugar a un vacío tremendo. Y este vacío, cuando alguien vive en la miseria, cuando su pueblo es explotado, cuando es privado de dignidad, pues es carne de cañón de la religión, pero de su dimensión más fanática y violenta que es donde encuentra el sentido y la acción en su vida. Aquí pasan muchas cosas, pero podemos señalar dos: el Islam no ha pasado la Ilustración y esto es clave para la separación del estado y la religión, por un lado y, por otro, la eliminación de la superstición como forma de poder. Y, en segundo lugar, tenemos los factores históricos que consisten en el imperialismo capitalista sobre estos pueblos, que los ha esquilmado, los ha dividido, ha manejado su petróleo y, ahora, esos árabes en general, y el Islam son marginados y rechazados por occidente en nombre de la crisis económica producida precisamente por nuestro modelo capitalista. Los demonizamos a ellos, los hundimos en la miseria, provocamos guerras, los invadimos y los dividimos, los torturamos y, ahora, llegan a Europa y, encima, los hacemos responsable de la crisis y surge toda una ideología islamofóbica. Y esta ideología surge, precisamente, fundamentalmente entre los jóvenes, porque vivimos instalados en el nihilismo, en el posmodernismo, en el rechazo de la razón universal ilustrada, en el relativismo, en el hedonismo egotista, y entonces nos encontramos con el caldo de cultivo, psicológico, antropológico y filosófico, adecuado para aceptar esas ideologías reaccionarias. Y todo ello lo que está produciendo es una guerra. Guerra que a los verdaderamente poderosos no les importa. Mejor, incluso, así la población está distraída ideológicamente. Ellos mismos se han creado las ideologías que les dicen cuáles son sus enemigos. Sin embargo el tema va más allá. Por eso es necesaria la Ilustración. Todos estamos oprimidos por el inmenso poder de estos superricos y sojuzgados por la superstición del progreso tecnocientífico y la economía ortodoxa neoliberal. Y la superstición produce miedo. Y el miedo que se nos infunde desde la superstición del gran poder es que si no sigues las directrices, te sales del sistema, estás condenado al ostracismo. De tal forma que todos obedecemos al gran poder y aceptamos la miseria (el precariado) y que se nos arrebate nuestra dignidad. Occidente le ha arrebatado la dignidad al pueblo árabe y ellos han encontrado la religión fanática como refugio. Y a nosotros también y nos hemos rebelados contra ellos. Todos hemos sido explotados, alienados e instalados en la miseria. Si queremos trascender todo esto debemos pensar y recuperar la razón, perder el miedo y luchar contra la superstición.
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