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Filosofía desde la trinchera

Siendo un amante del ajedrez, y cuando joven, muy aficionado a este juego, lo que dice esta editorial, réplica del consejo educativo, es una solemne tontería. Podríamos introducir también la costura y el bordado, con los mismos argumentos, y el balé clásico con argumentos similares, que además añaden otros valores. Señores, lo que se ha olvidado desde las antiguas pedagogías son los conocimientos. Que se le enseñe al niño las tablas de multiplicar, que tenga que memorizarlas, que resuelva problemas de aritmética, que aprenda a leer y a escribir, que tenga comprensión lectora, geografía, historia, ciencias de la naturaleza. Todo ello fomenta esos valores que, se supone, equivocadamente, el ajedrez va a  producir, el ajedrez no vuelve más inteligente a nadie, desarrolla unas capacidades intelectuales muy limitadas, que los conocimientos clásicos desarrollan mucho mejor, además introduciendo conocimientos sobre uno mismo y el mundo que nos rodea haciéndolo más inteligible: matemáticas, lengua, geografía, historia, ética, filosofía, lenguas extranjeras y clásicas (al consejo educativo se le olvida todos los valores del latín y el griego)... Pero dejémonos de zarandajas. Cuando el conocimiento se ha sustituido por el juego, las habilidades y las competencias es cuando han empezado los problemas realmente. Qué carajos de empatía  va a producir el ajedrez, en todo caso la competitividad. Y, mientras, eliminamos la ética de la secundaria y la historia de la filosofía del bachillerato, que son la auténtica base de la enseñanza de los valores y de las ideas que nos han llevado a la sociedad que tenemos y la posibilidad de recuperar antiguas ideas para sanar esta sociedad enferma. Desde luego es que con la educación no gana uno para sorpresas.

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