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Filosofía desde la trinchera

En defensa del ateísmo, la tolerancia y la libertad. Todas las religiones, y me refiero a las religiones del libro, llevan en sí el germen de la intolerancia. Son excluyentes y su primer principio. Al introducir la existencia de un solo dios verdadero excluye al otro. Su principio es la intolerancia y el dogmatismo. Ahora bien, si estas religiones están unidas al poder, entonces su dogmatismo se transforma en fanatismo y éste en violencia, que puede llegar incluso a ser genocida, como la historia nos demuestra. Mientras que el ateísmo es una garantía de la libertad y pluralidad de creencias porque va aliado con un estado laico. El laicismo no es intolerancia hacia la religión, como se nos hace ver desde las mentiras de la iglesia, que tiene mucho que callar y oculta demasiados cadáveres debajo de sus mullidas alfombras, todo lo contrario, fomenta el respeto y la fraternidad, la gran olvidada de la Ilustración. Y ésta es la que se empeña en recuperar el ateo y la podemos recoger en la máxima estoica de Terencio: “Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”. Mientras que ésta máxima es incluyente, las religiones monoteístas son excluyentes per se.

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