Si todos fuésemos capaz de compartir el dolor ajeno en el mundo prácticamente no habría sufrimiento, por lo menos de origen moral. El sufrimiento que tiene su origen en la propia naturaleza de las cosas es ficción. Hay que ver lo inevitable, como inevitable. Eso no implica que uno no sufra por el dolor del otro y por su propio dolor, pero no nos puede llevar a la renuncia, sino a la compasión o autocompasión. Todo sufrimiento tiene su sentido y tanto el que lo padece directamente como el que lo padece por compasión (amar al otro y desearle lo mejor desde su propia tristeza) aprende y crece. Al final la muerte llega para todos y el sufrimiento, porque nadie se va de rositas, una vez que nazca, claro. El sufrimiento es la esencia de la vida. Y nuestra única misión es aliviar el sufrimiento, tanto el nuestro, como el de los demás por la vía de la compasión. Feliz es el que no sufre, pero incluso éste, al ser un hombre sabio sufre porque necesariamente es compasivo, de lo contrario no sería sabio, sino egoísta.
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