Occam
OCCAM Y EL CONOCIMIENTO. CRISIS DE LA ESCOLÁSTICA.
Introducción. La libertad de investigación.
Occam va a significar dentro de la historia del pensamiento la última gran figura del pensamiento escolástico y la primera del pensamiento moderno. Se le puede considerar como un punto de inflexión dentro de la historia del pensamiento. Con él se disuelve el presupuesto básico de la filosofía medieval. Es el primer filósofo cristiano que plantea una disyuntiva entre verdad de razón y verdad de fe. La escolástica anterior siempre había considerado que entre razón y fe existiría un acuerdo. Occam, por el contrario, será el primero que afirmará que la razón es totalmente independiente de la fe; y que la primera no ha de ser nunca esclava de la segunda. Con todo ello se va a iniciar un nuevo estudio que será el del mundo que nos rodea; esto es, el estudio de la naturaleza. Éste último había sido abandonado, en cierto modo, por la escolástica.
Del presupuesto que parte Occam para disolver el más fundamental problema escolástico es el del origen de nuestro conocimiento. Según Occam todo nuestro conocimiento procede de la experiencia; nada que trasciende a ésta ha de ser tomado como válido. A esta postura frente al conocimiento se la va a llamar empirismo. Lo que Occam está proclamando, en otros términos, es la libertad de investigación. Si ya no reconocemos a la verdad revelada como guía de la investigación lo único que nos queda es nuestra propia realidad humana y, por ello, el libre uso de la razón.
Vida y obra.
Nació en Ockham, una pequeña ciudad de Inglaterra en 1290. En 1326 es llamado a Aviñon donde varios doctores de la iglesia juzgan 50 comentarios suyos que, al parecer eran sospechosos. Estos textos se encuentran en su obra “comentarios a las sentencias”. En 1328 huye de Aviñón pues sus escritos habían sido condenados, su obra fundamental es la anteriormente citada. Su obra literaria se extiende desde la teología hasta la lógica, la física e importantes escritos políticos. Muere hacia 1349 en Munich.
El problema del conocimiento.
Occam parte en su teoría del conocimiento de la distinción entre conocimiento intuitivo y abstractivo. El primero de ellos consiste en la evidencia que tenemos de la existencia o no existencia, realidad o no realidad, de algún objeto. Esta evidencia es directa, Occam la define así:
“En general, cualquier conocimiento simple de uno o más términos, de una o más cosas, en virtud del cual se puede conocer una verdad contingente que concierne especialmente a un objeto presente, es conocimiento intuitivo.”
De todo conocimiento intuitivo el más perfecto es la experiencia, puesto que concierne a un objeto actual y presente. El conocimiento abstracto procede del intuitivo y consiste en una derivación a partir de él. A su vez, el conocimiento intuitivo puede ser sensible o intelectual. Para Occam el entendimiento no es meramente abstractivo, según este autor el entendimiento puede tener también una visión intuitiva y directa de cosas singulares. De esta forma es como el entendimiento conoce sus propios actos y movimientos como el placer, dolor, amor, odio, etc. Pero lo importante del conocimiento intuitivo para el pensamiento de Occam es que este tipo de conocimiento implica una relación directa entre el sujeto que conoce y el objeto conocido; sin necesidad de ningún intermediario. Estos intermediarios son conocidos como las especies. Bien, según Occam, las especies no son necesarias. Aquí es donde se aplica el principio de economía de Occam, que es llamado también la navaja de Occam. Consiste en eliminar todo aquello que no sea necesario. El problema que está replanteando aquí Occam y que es crucial en toda la historia del pensamiento lo podemos entender de la siguiente forma: para que pueda existir un verdadero conocimiento ha de haber una relación directa entre sujeto y objeto. Los intermediarios (conceptos generales) no nos hacen conocer el objeto si antes no lo hemos percibido directamente por la experiencia. El objeto para ser conocido ha de ser presente y actual en el conocimiento. Una estatua de Hércules, por ejemplo, no nos llevaría al conocimiento de Hércules si previamente no conocemos a Hércules de forma directa.
De aquí surge el problema fundamental del conocimiento en Guillermo de Occam: el problema de los universales. Si el conocimiento procede de la experiencia, y ésta es la única vía del conocimiento y la verdadera y, además, la experiencia es una relación directa entre objeto y sujeto, ¿qué realidad tienen los universales (ideas generales)?. Para Occam, los universales, en tanto que intermediarios no tienen realidad. Demuestra, en primer lugar, que los universales no existen sustancialmente en el mundo sensible, no existen porque no tenemos experiencia de ellos. Por tanto, los conceptos no son sustancias. En segundo lugar, los conceptos tampoco son realidades sustanciales interiores al alma (ideas innatas). Para los empiristas como Occam todo conocimiento procede de la experiencia, su lema es: “no hay nada en el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos.”. El intelecto es una tabla lisa en la que se van imprimiendo a lo largo de toda la existencia una serie de caracteres que proceden de la experiencia. Este hecho nos hace pensar que tampoco los universales existen, como ideas innatas (al modo platónico) en el entendimiento.
¿Qué realidad tienen los universales?. Piensa Occam que la única realidad para estos es la simbólica. Los conceptos son símbolos que abarcan un conjunto de objetos concretos. Su sede será entonces el lenguaje. Pero el hecho es que las ideas generales existen aunque sea como símbolos y en el lenguaje. Los conceptos nos aglutinan una realidad. Por ejemplo el concepto de hombre se refiere como símbolo a la realidad de todos los hombres. Pero, si el concepto de hombre sirve para representar a todos los hombres será porque entre los hombres existe una cierta semejanza o analogía. Ahora bien, aquí vuelve a surgir otro problema: la semejanza entre los hombres no es más que otra idea o concepto general. Occam, como empirista, no puede aceptar la realidad objetiva de los conceptos (es decir, la teoría platónica). Para él los conceptos no son objetividades abstractas; sino que siendo consecuente con su teoría empirista defiende que los universales derivan directamente de la experiencia. Sostiene que son los usos mismos los que van a producir en el intelecto los “signos” que después van a ser utilizados como universales. Esta es la teoría nominalista. Las ideas son nombres comunes (signos o símbolos del lenguaje.)
La disolución del problema escolástico consecuencia directa del empirismo de Occam.
Desde el empirismo radical que plantea la teoría del conocimiento de Guillermo de Occam, el problema fundamental de la escolástica (relación fe y razón) carece de todo significado. Es decir, Occam no resuelve el problema sino que lo disuelve. Si todo conocimiento procede de la experiencia, y tan sólo la experiencia (puesto que ella es directa) nos ofrece un conocimiento verdadero, entonces no puede haber ningún tipo de conocimiento que pueda ser considerado como verdadero que trascienda la experiencia. La fe, para Occam, no nos puede ofrecer ningún tipo de conocimiento verdadero porque ésta procede de una creencia en una verdad revelada, en una serie de milagros y en la predicación de Jesucristo. Esta fe no es un conocimiento verdadero porque nos es imposible un conocimiento intuitivo de Dios. No hay experiencia, en el sentido de conocimiento intuitivo empírico, de la realidad de Dios. De esta forma fe y razón se separan porque ambas tienen sentidos distintos.
“Los artículos de fe no son principios de demostración (como decía Tomás de Aquino) ni conclusiones, no son ni siquiera probables, ya que parecen falsos a todos o a la mayoría, o a los sabios, entendiendo por estos aquellos que se confían a la razón natural, ya que sólo de esta manera se entiende el sabio en la ciencia y la filosofía.”
De esta forma Occam rechaza todas las pruebas de la existencia de Dios. Estas pruebas son falsas o no demostrativas porque no nos ofrecen un conocimiento intuitivo de Dios. Así, la proposición Dios existe no es una proposición evidente como sostenía San Anselmo en su argumento ontológico. También niega la validez de las restantes pruebas de la existencia de Dios. Las pruebas se apoyan en la imposibilidad de concebir series infinitas y esto no es cierto porque sí existen en las matemáticas. Se acababan de descubrir las sucesiones continuas. Así, dice Occam, en una sucesión continua el movimiento se mantendría de forma infinita (origen del principio de inercia), por lo tanto, no es necesario un primer motor y una última causa. En conclusión, podemos decir, siguiendo a Occam, que el hecho de que Dios actúe en el mundo no es demostrable; sino, más bien, un dogma de fe y, como tal, algo carente de racionalidad. En resumen, las pruebas de la existencia de Dios no muestran tal existencia. De la misma manera que las pruebas de Dios no demuestran nada, tampoco son demostrables sus atributos.
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