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Filosofía desde la trinchera

Descartes

 

DESCARTES: El método cartesiano.

 

 

DESCARTES: Vida y obra.

 

Descartes y su filosofía representan un punto de inflexión entre la filosofía antigua y medieval y la filosofía moderna.  Éste consiste en un nuevo medio de plantearse el quehacer filosófico. Desde Descartes se va a plantear en la filosofía el problema de la subjetividad humana, entendiendo por sujeto el yo que conoce. El problema es el de justificar la objetividad y validez de nuestro conocimiento una vez que empieza la separación entre ciencia y religión. Dios ya no puede ser el garante de nuestro conocimiento verdadero. Ahora es necesario  fundamentar el conocimiento del mundo. La opción cartesiana es la de la subjetividad. Pero no el sujeto sicológico particular; sino el sujeto del conocimiento (razón=razón matemática)que es universal. En este sentido, la filosofía anterior es una filosofía de la objetividad; se entienden al hombre y al mundo como sujetos; desde Descartes, el mundo será lo objetivo. Pero hay que fundamentar esta objetvidad. El modo de acceso, y este es el cambio que produce la modernidad, es desde el sujeto. El yo que conoce es el que tiene que garantizar la objetividad del mundo. A esto se le va a llamar la inmanencia de la consciencia.  Pero nosotros lo podemos entender como la irrupción de la subjetividad en la historia de la filosofía y de la ciencia. Una vez que nos hemos quedado sin Dios, sólo hay dos caminos de justificar nuestro conocimiento desde la búsqueda de la objetividad: el racionalismo (a partir del sujeto) y el empirismo (a partir de la experiencia).

 

 

Descartes nace en 1596 en la Haya de Turena. Estudia con los jesuitas en el colegio de la Fleche (1604-1612). Todos los estudios de esta época fueron sometidos a la crítica en la primera parte de su obra (fundamentalmente en el Discurso sobre el método) llegando a la conclusión de la vacuidad y falta de valor de toda la cultura escolástica.

 

La falta de conocimientos que encontró en éste colegio (la cultura escolástica) le hacen viajar para, como él mismo dice: "leer en el libro del mundo".  En 1648 se alista en el ejército y participa en la guerra de los 30 años. La guerra entre católicos y protestantes.

 


En 1619 (10 de Noviembre) tuvo -como él mismo dice- la gran inspiración de su vida que sería los cimientos de toda su filosofía. En agradecimiento a ello decide ir en peregrinación al santuario de Loreto.

 

En 1622 viaja a Holanda (país de la libertad y la tolerancia religiosa)y allí consigue el ideal de toda su vida "vivir en soledad pero sin aislamiento".

 

Desde 1619 le había estado dando vueltas a la idea de su inspiración; pero hasta 1628, que es cuando viaja a Holanda no comienza a escribir y redactar estas ideas. La obra que surgirá de esta reflexión es el tratado sobre el método que contenía tres partes: "Dióptrica, meteoros y geometría." con un discurso introductorio que es precisamente: "El discurso del método" Cuando lo iba a publicar modificó algunas partes que defendían la teoría heliocéntrica de Copérnico y por aquel entonces (1633) se entera de la condena de Galileo. Descartes envía el discurso del método a teólogos y filósofos que le presentarán una serie de objeciones; a éstas responderá con su obra "Meditaciones metafísicas en las cuáles se demuestra que Dios existe y que el alma es inmortal."

 

En los últimos años de su vida iba a dar clases de filosofía a la reina Cristina de Holanda (¡a las cinco de la madrugada!) y en 1650 coge una pulmonía de la cuál muere.

 

 

Problemática general.

 

El centro de la filosofía de Descartes es la reflexión sobre el propio hombre Descartes. Toda su filosofía, por tanto, es autobiográfica. Su pensamiento surge de la necesidad que tiene de orientarse dentro de la filosofía (es el efecto que ha producido el renacimiento y el humanismo y que dará como resultado la modernidad). Se da cuenta de que no posee ningún criterio para distinguir lo verdadero de lo falso y que todo el conocimiento que ha adquirido no le vale para nada en la vida (esto es una peculiaridad también del renacimiento: la unión entre la teoría y la práctica: el saber teórico sirve para transformar la realidad) esta idea, como sabemos, se desarrolla ampliamente en BAÇON.

 


Ahora bien, las soluciones que va a encontrar para orientarse en la vida no van a ser exclusivas de él; han de servir para todo el mundo. Estamos en una búsqueda de la objetividad del conocimiento y de las leyes morales. La universalidad de la respuesta reside en la razón. Ésta última es común para todos los hombres. La razón es una y es la sustancia que une a todos los hombres. Por eso el sujeto cartesiano es la razón universal: no el mero yo sicológico o biográfico. La diversidad de opiniones entre los hombres resulta del diferente uso que se hace de la razón. Estas consideraciones sobre la razón es una de las herencias clásicas que tiene lugar en Descartes. Procede fundamentalmente de los estoicos. Otra influencia importante es la de las matemáticas. Resulta que esta razón se va a identificar con las matemáticas. Las matemáticas constituyen el modelo de racionalidad. Y esto nos lleva directamente a la influencia pitagórica y platónica en la modernidad y en Descartes y Galileo en concreto. Las matemáticas son el instrumento que garantizan el conocimiento del mundo. Se reduce la naturaleza a la razón de las matemáticas como hemos visto en Galileo y veremos en Descartes. Y, en consecuencia, la ciencia se hace posible. Y esto es un resultado lógico del humanismo. La tradición humanista surge con el intento de explicar el mundo desde la razón y la experiencia. Es la lucha por la independencia del individuo de la superstición: de las explicaciones mítico religiosas. La ciencia moderna, como dirá Popper, es un resultado directo del humanismo. Ésta no hubiese sido posible sin el ideal de comprender el mundo independientemente de la explicación religiosa.

 

Así, el primer fruto de la razón es la ciencia, específicamente las matemáticas. Éstas constituyen el ideal racional que se expresa en la "claridad y la evidencia." La filosofía (entiéndase aquí, fundamentalmente, filosofía natural, lo que hoy entendemos por ciencias naturales) debe convertirse, según Descartes en una ciencia estricta al modo de las matemáticas. El modo propio de explicación era el denominado "more geométrico". La filosofía ha de tener la pretensión de cumplir el ideal de la claridad y la distinción.

 

El ideal de la filosofía para Descartes no será sólo teórico o especulativo; la filosofía sirve, además de para comprenderla naturaleza, para ser su dueño y señor. Pero para conseguir este ideal hay que tener un método como es el caso de las matemáticas. Y éste es el objetivo primero y fundamental de la filosofía de Descartes.

 

El método.

 

Descartes, como venimos diciendo, cree descubrir el ideal del método en el discurso racional de las matemáticas (more geométrico). Piensa que es esta ciencia la única que posee verdaderamente el método. Pero lo que tiene que averiguar es si ese método propio de la geometría (Euclides) es aplicable al resto del saber. Es decir, si es universal y único. La tarea de Descartes será triple:

 

a. Formular las reglas del método teniendo en cuenta el modelo del razonamiento geométrico.

b. Fundamentar metafísicamente el valor universal del método.

c. Demostrar que dicho método es válido en las demás ramas del saber.

 

Descartes define el método de la siguiente forma:

 

 

"...reglas ciertas y fáciles que hacen imposible para quien las observe correctamente tomar lo falso por lo verdadero y, sin ningún esfuerzo mental inútil, sino aumentando gradualmente su ciencia, le conducirán al conocimiento verdadero de todo lo que es capaz de conocer."

 

En su obra "Reglas para la dirección del espíritu" Descartes expone las reglas del método en 20; pero en su discurso sobre el método las cuatro que son las siguientes:

 

a. Evidencia. No aceptar nada como verdadero que no nos sea evidente. Para saber si algo es o no evidente hay que ver si se nos presenta con claridad y distinción. La evidencia es, pues,  lo contrario de la conjetura. Algo que es claro y distinto muestra a la mente humana su verdad de forma inmediata. Estas verdades (evidencias) se conocen entonces por intuición.

b. Análisis. Consiste en resolver cada dificultad en el mayor número de partes para así comprenderlas mejor. Un problema es un conjunto de ideas complejas que abarcan lo verdadero y lo falso. Es necesario entonces: 1. eliminar lo superfluo y 2. dividirlo en problemas más simples y considerarlos todos por separados.


c. Síntesis. Consiste en ir desde nuestros conocimientos más simples a los más complejos, conduciéndose de forma ordenada. Del mismo modo como lo hace la geometría. Este orden es el de la deducción.

d. Enumeración. Consiste en enumerar todos nuestros datos para con ello estar seguros de no omitir nada.

 

La justificación de estas cuatro reglas están en sí mismas. Nos viene dada por el hecho de que las matemáticas se sirven en su método de estas reglas y han obtenido -como muestra la historia- gran éxito. Pero, a la vez que tenemos una justificación práctica tenemos que encontrar un fundamento teórico que lo unifique en un único principio que sea la raíz de toda la ciencia. Ésta es la búsqueda de la justificación última de la posibilidad de hacer ciencia; o, de tener un conocimiento objetivo. Y es la segunda tarea que se propone Descartes.

 

 

Duda metódica: El cógito (Yo pienso)

 

"Deseando yo en esta ocasión tan sólo buscar la verdad, pensé que debía [...] tratar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, para ver si, después de hecho esto no me quedaba en mis creencias algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan a veces quise ‑suponer que no hay cosa alguna que sea tal como ellos nos  hacen imaginar. Y como hay hombres que se equivocan al razonar, aun acerca de las más sencillas cuestiones de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que estaba yo tan expuesto a errar como cualquier otro, y rechacé como falsos todos los razonamientos que antes había tomado por demostraciones. Finalmente, considerando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden también ocurrírsenos estando dormidos, sin que en tal caso sea verdadero ninguno resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más ciertas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí en seguida que, aun queriendo pensar, de este modo que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y al advertir que esta verdad_pienso, luego soy (cogito, ergo sum, je pense, donc je suis)_era tan firme y segura que las suposiciones más extravagantes de los escépticos no eran capaces de conmoverla, juzgué que podía aceptarla sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que buscaba>> Discurso del método.

 

Para encontrar un fundamento único de todo nuestro conocimiento nos será necesario realizar una crítica de todo nuestro saber. Y esta crítica radical de nuestro saber consiste en someter a duda todo nuestro conocimiento. Suponer que todo lo que conocemos es dudable hasta que encontremos algo que se nos presente como evidente y, por tanto, no podamos dudar.

 

La duda cartesiana tiene dos momentos:

 

1. Reconocer que nuestros conocimientos son de carácter incierto y problemático.

2. Decidimos suspender el asentimiento sobre tales conocimientos (que los tomamos por falsos.) Esta es la suspensión del juicio o "epojé" escéptica. Empecemos pues.

 


Según Descartes ningún tipo de conocimiento se sustrae a la duda.

1. Primero dudaremos de todo nuestro conocimiento sensible. Los sentidos a veces nos engañan, entonces podríamos pensar que podrían engañarnos siempre. Por otro lado, se tienen conocimientos durante el sueño iguales o semejantes a los que se tienen cuando estamos despiertos. Por tanto, podemos dudar de la existencia del mundo exterior.

 

2. Ahora bien, existen una serie de conocimientos que son verdaderos tanto si estamos dormidos como despiertos: las matemáticas. ¿Podemos dudar de ellas? Pues también las matemáticas se pueden someter a la duda. Podemos suponer que hemos sido creados por un genio maligno que gusta de engañarnos; haciéndonos pensar que nuestros conocimientos matemáticos son ciertos y que existe un mundo exterior.

 

Pero hay algo de lo que no podemos dudar. Hay una proposición que es siempre verdadera. Puedo suponer que todo mi conocimiento sensible es un engaño, que no existen los cuerpos externos, ni los demás, que mis conocimientos son el producto del engaño de un genio maligno. Pero para que yo me engañe o sea engañado; es decir, para que yo pueda pensar que me engaño es necesario que yo exista. Por consiguiente existe una proposición que es la verdad última: yo existo. Es la verdad evidente que andábamos buscando.

 

Como decimos es necesario que yo exista, pero ese existir de mi yo es de una forma particular. No como cuerpo, puesto que de éste sólo tengo un conocimiento sensible que puede ser un engaño cabal. Mi existencia es existencia en tanto que dudo de todo mi conocimiento[1]. Por tanto mi existir es un existir pensante. Existir es pensar: Pienso "luego" existo. Esta es la certeza por la cual se puede fundamentar la regla de la evidencia. O, dicho de otra manera, hemos encontrado la certeza que nos permitirá reconstruir todo el conocimiento a partir del sujeto pensante. De ahí que la filosofía de Descartes sea un racionalismo: se fundamenta la posibilidad del conocimiento del mundo a partir de la razón (sujeto pensante). Pensar es lo primero que se le presenta al yo (inmediatez absoluta) puesto que yo y pensar van a ser lo mismo.

 

Este sujeto pensante será, según Descartes, una sustancia: res cogitans (sustancia pensante). Y esto nos lleva directamente al tema de dios. Nos encontramos aquí, como veremos con el caso del dios de los filósofos. Dios es en la filosofía de Descartes un concepto necesario que nos permitirá salir de nuestro aislamiento justificando la posibilidad de aplicar la razón matemática al mundo. Es el concepto de Dios como "Deus ex máquina"

 

Demostración de la existencia de Dios.

 

Hemos llegado a la sustancia pensante. Vamos a analizar ahora las ideas que se dan en el yo:

 

a. Innatas. Nacemos con ellas. Como el principio de identidad. A=A.

b. Adventicias. Son aquellas que proceden de fuera del yo. La idea de mesa.


c. Ficticias. Aquellas que proceden de la imaginación: un burro volando.

 

Pero existe una idea especial: la idea de Dios. ¿De dónde procede dicha idea? al responder a esta pregunta vamos a demostrar la existencia de Dios. Es el argumento ontológico en la versión cartesiana.

 

1. La idea de Dios no procede del hombre. La idea de Dios es la de un ser infinito y el hombre es finito (el yo pienso).  El principio de causalidad nos dice que la causa ha de ser siempre mayor o igual que el efecto. Por tanto, El yo pienso no es la causa de la idea de Dios.

2. El hombre no crea la idea de Dios. Es, pues, Dios el único ser que puede ser la causa de su idea como ser perfecto e infinito que es.

 

Pero una vez que hemos llegado a Dios hemos resuelto muchos problemas. En primer lugar hemos salido de nuestra soledad. No sólo existo yo (mi yo pienso) sino que existe la sustancia infinita. Pero, además, resulta que si Dios existe no nos va a engañar, como es de suponer que hace el genio maligno, por tanto ya no dudamos de la matemática. Porque hay que tener en cuenta que Descartes nunca duda de las matemáticas desde dentro sino a través de la hipótesis del genio maligno. Por tanto las matemáticas son estrictamente válidas; es más, constituyen el conocimiento más seguro. Pero otra cosa más. Tampoco nos va a engañar con respecto al mundo exterior: éste también existe porque sólo Dios puede ser su creador.

 

Hemos realizado, con la duda metódica, un camino de ida y vuelta. Se trataba de fundamentar el conocimiento. Y es lo que hemos hecho con el yo pienso. Pero después hemos llegado -a través de la idea de Dios- a la validez de las matemáticas y a la existencia del mundo externo.  Con lo cual hemos garantizado la posibilidad del conocimiento a través del sujeto, siempre, por su puesto, a través de la idea de Dios. De ahí la importancia de la idea de Dios en el racionalismo cartesiano. Sin ella sería imposible fundamentar la validez y objetividad del conocimiento del mundo, ni siquiera de las matemáticas. Estaríamos solos (solipsismo epistemológico). Así pues, aunque hemos buscado un fundamento a nuestro conocimiento más allá de la religión, todavía somos herederos del teísmo. En la escolástica el fundamento de la verdad eran las escrituras. La filosofía era pura sierva esclarecedora de la teología. Con el racionalismo hemos abandonado las escrituras pero necesitamos de un ser supremo que fundamente en última instancia el conocimiento y la moral.

 

Podemos representar el camino emprendido por la duda metódica de la siguiente forma:

 


EL MUNDO: Res extensa.

 

En el curso de la investigación iniciada por Descartes hemos llegado a la sustancia pensante (evidencia primera que fundamenta el método); en segundo lugar, hemos demostrado la existencia de Dios con lo que hemos conseguido demostrar que existe un mundo exterior. Ahora hay que dar el tercer paso que es demostrar que el método es aplicable a las demás ciencias; esto es, al mundo externo.

 

Para ello nos toca averiguar cuál es el substrato sustancial de las ideas que tenemos sobre el mundo sensible. Las ideas que tenemos del mundo externo son diversas y heterogéneas, de lo que se trata es de buscar algo común a todas esas ideas. Pues bien, ese algo común es su sustancia o substrato que las sostiene. Procedemos de la siguiente forma: de cualquier idea sobre el mundo sensible podemos eliminar todas sus características (color, olor, sabor, etc) salvo una; aquello que no puede ser eliminado es su sustancia (cualidad primaria). Según Descartes ésta es la extensión. Por ello, el mundo exterior es la sustancia extensa (res extensa). Lo que Descartes ha hecho ha sido reducir toda la corporeidad a la extensión (a la división en partes). Pero esta extensión, por otro lado, se identifica con el espacio geométrico. De esta forma se garantiza la aplicabilidad de la matemática al mundo físico. El conocimiento del mundo físico es un conocimiento matemático. La razón del racionalismo es una razón matemática. La física cartesiana no es más que una geometría. Lo que ha hecho Descartes es una geometrización del mundo sensible. Lo cual me garantiza la posibilidad de conocer el mundo con objetividad y validez, puesto que la geometría la posee. Si a esto añadimos que Descartes es el que inventa la geometría analítica: la posibilidad de representar espacialmente los números, entonces nos encontramos con que tenemos un método matemático que nos permite tratar el movimiento que es el tema de la física. Y esto constituye la base de la revolución científica iniciada en el renacimiento con el humanismo. La posibilidad de estudiar el mundo es por medio de la razón, pero ésta es matemática. Se inicia la matematización de lo real. Todo esto fundamentaría en Descartes el "mecanicismo". El mundo externo funciona como una máquina. De lo que se trata es de descubrir las leyes que lo gobiernan. Y éstas, como sabemos, son matemáticas.

 

Así, Descartes considera que la primera causa del movimiento en el mundo es Dios. Éste ha producido el movimiento desde la inmutabilidad. Y, ahora, según Descartes, el movimiento del mundo sigue tres principios o reglas generales:

 

1. Principio de inercia.

2. Principio de todo movimiento a seguir la línea recta.

3. Principio de la conservación de la cantidad de movimiento.

 

"Estas tres leyes bastan, según Descartes, para explicar todos los fenómenos de la naturaleza y la estructura de todo el universo que es un mecanismo gigantesco, del cual está excluido toda fuerza animada y toda causa final...

No sólo el universo físico, sino también las plantas y los animales y el mismo cuerpo humano son puros mecanismos. Para explicar la vida de los cuerpos humanos no es necesario admitir un alma vejetativa o sensitiva; sino sólo con las mismas fuerzas que actúan en el resto del universo." N. ABBAGNANO. Historia de la filosofía"


 

DUALISMO CARTESIANO.

 

Uno de los problemas que plantea el racionalismo cartesiano es el del dualismo. Descartes intenta explicar el mundo físico  a partir de las matemáticas. El mundo externo se reduce a extensión. Ahora bien, nos encontramos con un ser en el que coexisten, e interactúan dos sustancias que son distintas. Nos referimos al hombre. En él se encuentra el mundo externo que es su cuerpo y el yo pienso o el alma que es inextenso. ¿Cómo es posible que interactúen?. Éste es un grave problema que llevará al racionalismo, en la versión cartesiana a la deriva. Pero aquí aparece formulado por primera vez en la modernidad el difícil problema de la "mente y el cerebro."

 

La solución cartesiana es su famosa hipótesis ad hoc de la glándula pineal. Por graciosa que parezca es una hipótesis científica en la línea del humanismo y la racionalidad. Es una hipótesis que puede ser refutada. Afirmaba que en la glándula pineal que se encuentra en la base del cerebro se producían las interacciones entre el alma y el cuerpo. El problema es que cómo es posible que yo mueva un brazo cuando pienso en mover un brazo, si el pensamiento es inextenso y el brazo es extenso. La relación causal exige semejanza. La glándula pineal (que se presentaba aislada en el cuerpo y no se sabía para qué servía) funcionaría, al decir de Descartes, como una centralita. Con el tiempo esta hipótesis pudo ser falsada. Además, el único efecto que producía era extender el problema a la glándula pineal. ¿Cómo es posible que el alma actúe sobre la glándula pineal?

 

Ante la dificultad del dualismo los racionalistas tuvieron que afilar sus armas argumentativas; pero sólo una disolución de las sustancias resolvería el problema. O una nueva consideración de la materia, como puede ser la vía de solución de este problema en la actualidad.

 

Malebranche fue el siguiente en probar fortuna. Su teoría fue teológica. Se denomina: ocasionalismo. Las dos sustancias son diferentes; por tanto, no pueden interactuar. Así que es Dios el que actúa sobre la materia cuando nuestra voluntad lo pide. Es Dios "directamente" el que mueve nuestro brazo cuando nosotros intentamos moverlo. Es la teoría del dios "superocupado."

 

Por su parte, Leibniz intenta explicar este raro fenómeno -encrucijada de todo racionalista- por su teoría de la armonía preestablecida. Dios puso en marcha el universo desde un principio de forma sincronizada. Así, no existe una relación causal entre el cuerpo y el alma; sólo una mera coincidencia cual dos relojes que marchan sincronizados.

 

El caso de Espinosa es interesante. Resuelve el problema a partir de la negación de toda sustancia salvo la infinita. Funda el panteísmo. Sólo existe una sustancia: la sustancia infinita. Como tal tiene infinitos atributos. Dos de ellos son la extensión y el pensamiento. Dios es la naturaleza o la naturaleza es dios. Al postularse la identidad se elimina el dualismo. Este panteísmo, aunque es religioso, está a un paso del ateísmo. De ahí que fuese duramente criticado por la Iglesia. Eliminaba la característica fundamental de la divinidad en la religión cristiana: su carácter personal

 


El materialismo francés de la ilustración da una solución parecida. Pero es consecuente con el laicismo y el humanismo. Sólo existe una sustancia que es la materia. El pensamiento y la voluntad, así como el sentimiento y las sensaciones se reducen a determinadas disposiciones de las sustancias materiales que componen los cuerpos. El representante máximo es La Mettrie con su famoso "El hombre máquina". El ideal del mecanicismo y el racionalismo estaba consumado. Así como el ideal laico. De lo que se trata es de explicar el mundo a partir del mismo mundo; sin acudir a proyecciones mítico-religiosas. Y éste ha sido el camino de la razón y las ciencias desde entonces; salvo marcados episodios de irracionalidad y fanatismo.



[1]Ya había razonado de forma parecida San Agustín para refutar a los escépticos en cuya filosofía se vio envuelto.

 

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