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Filosofía desde la trinchera

Tomás de Aquino

 

          Con las premisas anteriores es preciso averiguar qué conviene más a la provincia o a la ciudad, si ser gobernada por muchos o por uno. Y esto puede ser examinado a partir del mismo fin del gobierno.

La intención de cualquier gobernante debe dirigirse a que cuanto él se encarga de regir procure la salvación. Porque compete al capitán conducir la nave al puerto de refugio, conservándola intacta contra los peligros del mar. Pues el bien y la salvación de la sociedad es que se conserve su unidad, a la que se llama paz, desaparecida la cual desaparece asimismo la utilidad de la vida social, e incluso la mayoría que disiente se vuelve una carga para sí misma. Luego esto es a lo que ha de tender sobre todo el dirigente de la sociedad, a procurar la unidad en la paz2 . Pues no delibera con rectitud si no consigue la paz en la sociedad sujeta a él, como tampoco el médico actúa correctamente si no sana al enfermo a él encomendado3. Porque nadie debe deliberar sobre el fin al que debe tender, sino respecto de los medios que conducen a ese fin. Por ello el Apóstol recomendó la unidad al pueblo fiel: Preocupaos, dijo4, de guardar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz. Luego un régimen será tanto más útil cuanto más eficaz fuere en conservar la unidad de la paz. Y llamamos más útil a lo que conduce mejor a su fin. Porque evidentemente mejor puede lograr la unidad lo que es uno por sí mismo que muchos5, como es muchísimo más eficaz la causa de la acción de calentar respecto a lo que es cálido por sí mismo. Luego es más útil el gobierno de uno que el de muchos.

 

                                                             Santo Tomás: La monarquía.

 

 

  1. Ideas centrales del texto y su relación con la filosofía general del autor.
  2. Relación del autor con su época histórica.
  3. La filosofía política de Hobbes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1.El texto pertenece a “La monarquía” de Tomás de Aquino. En esta obra se expresa el pensamiento político del máximo exponente de la escolástica. Es un ejemplo clásico del modo de escribir y exponer los temas que tenían los escolásticos. Se formulaban una serie de ideas generales a modo de rótulos de capítulos o epígrafes y, después, se pasaba a si exposición y desarrollo. Era una forma didáctica adecuada al modo de enseñanza escolástico. Pues bien, lo que en este texto se trata de responder –y es su idea general- es cual es el mejor tipo de gobierno posible: el de muchos o el de uno. Tomás de Aquino defiende como forma de gobierno mejor, la más adecuada a su fin, la monarquía. Aunque es un aristotélico, no optó por la posibilidad de tres gobiernos justos, como hiciera el Filósofo, sino por uno sólo, la monarquía. Así que lo que trata de mostrar en este texto es la conveniencia del gobierno de uno frente al de muchos. Y éste será el fundamento para su opción por la monarquía. Pero para responder a la pregunta hay que seguir un método y nos tenemos que preguntar qué es lo mejor para una sociedad, o cuál es su fin propio. En esta segunda idea apreciamos el carácter teleológico o finalista que marca toda la filosofía de Tomás de Aquino. La teleología, por supuesto, estaba implícita en la filosofía de Aristóteles, que impregna la filosofía tomista, la teoría de la sustancia aristotélica y de la potencia y el acto son eminentemente finalistas. Por ello, toda su filosofía participa de esta categoría filosófica. También en Tomás de Aquino y con más razón, cuando se parte del presupuesto de la existencia del mundo por voluntad divina. De esta forma, la decisión entre el gobierno de uno o de muchos tendrá que adecuarse a saber cual es el fin propio de un gobierno; pues éste es lo mejor, que viene a ser, la paz y ésta se consigue por la unidad, como señala claramente Tomás de Aquino en el fragmento.  Ahora bien, la unidad y la paz que ella conlleva es más asequible a partir del gobierno de uno que el de muchos. Los muchos introducirían el desorden porque no tendrían un fin común, sino múltiples intereses que disgregarían el estado. El símil que utiliza, semejante al platónico, es el de la nave que tiene como fin llegar a puerto. Pero para esto es necesario que exista un capitán, un piloto de la nave, que sea la voz de mando de los oficiales y los marineros. El capitán, por supuesto, como en el estado platónico, querrá lo mejor para la nave a su cargo y sus marineros. Por tanto, siempre será mejor, el gobierno de uno que el de muchos. Subyace aquí la idea –en todo el texto de la monarquía- de la concepción del estado según el modelo del rey pastor, como ocurriera en Platón. Tanto uno como otro –también es el caso de Aristóteles- no consideran al hombre como capaz de gobernarse a sí mismo, por eso necesitan de una guía que sepa qué es lo que más le conviene. La aparición del ciudadano, en tanto que categoría política, habrá de esperar a la ilustración con Rousseau y Kant. Por eso la democracia es una conquista histórica. El estado natural siempre se ha considerado como una aristocracia en el que las normas vienen de fuera. En el caso de Tomás de Aquino esta idea viene reforzada por la religión cristiana. Dios ha creado el universo y le ha dado su ley. De ahí que el derecho básico que rige la política es el derecho natural que refleja el orden jerárquico y finalista del ser, tanto inerte, como biológico, como social. Pero, una vez que el aquinate da las razones filosóficas de porqué es más conveniente el gobierno de uno que el de muchos refuerza el argumento acudiendo a las escrituras. Y es aquí donde se nos muestra claramente la posición que tiene nuestro filósofo en el problema fundamental de la filosofía cristiana: la relación entre razón y fe. Si utilizamos bien nuestra razón llegaremos a las verdades proclamadas por las escrituras (las de fe). No puede haber disconformidad entre estas dos verdades. La razón es una facultad natural otorgada por dios al hombre y no puede estar nunca en desacuerdo con la verdad que dios le ha revelado al hombre a través de las escrituras. Precisamente, lo que nos muestra Tomás de Aquino en “la suma contra los gentiles” es que los filósofos, cuando utilizaron correctamente su razón, llegaron a las mismas conclusiones que aparecen en la revelación. De ahí la estructura magistral del texto de la monarquía, como de otros, en el que tras la demostración racional se nos muestra la concordancia de ésta con la verdad revelada. En definitiva, la posición tomista es la de la subordinación de la razón a la fe. La filosofía es esclava o sierva de la teología, como nos viene a decir. Ahora bien, no es que por medio de la razón lleguemos a la creencia. El simple (ignorante) como los llama Tomás de Aquino, no puede acceder a la verdad por medio de la razón; pero dios se ha revelado a todos los hombres. El papel de la filosofía, entonces, es mostrar que gran parte de estas verdades son accesibles también a la razón natural. No, por supuesto, los dogmas de fe, que son sólo objeto de la revelación.

 

            Una vez que hemos analizado las ideas del texto y las hemos puesto en relación con el pensamiento del autor lo que vamos a hacer ahora es profundizar aún más en el pensamiento de éste para contemplar su obra desde un marco más general. Ya hemos hablado de la relación entre fe y razón que es de donde arranca toda la problemática de la filosofía tomista. Ésta representa una síntesis del pensamiento escolástico que ha consistido en la recuperación del pensamiento de Aristóteles, frente a la patrística en la que predominó el pensamiento platónico. Para Tomás de Aquino hay que distinguir entre dos clases de sustancias fundamentalmente. La sustancia divina y el resto del universo. La primera se caracteriza por ser absolutamente necesaria; esto es, Dios es el  esse ipsum subsistens (el ser que existe por sí mismo). Es decir, que en su esencia le va su existencia. O, dicho de otro modo, en la sustancia divina no se distingue entre esencia y existencia; es decir, entre lo que puede llegar a ser (esencia: la potencia en Aristóteles) y lo que es: la existencia (el acto en Aristóteles). En cambio, los demás seres son contingentes: podemos distinguir entre su esencia y su existencia y no son, por ello, causa sui (esto es, causa de sí mismos); y, si esto es así necesitan de un ser superior que explique su existencia y su ser. Y esto nos lleva directamente a la demostración de la existencia de dios en Tomás de Aquino. En estas demostraciones también se nos muestra la postura tomista de la subordinación de la razón a la fe. Tomás de Aquino lo que hace es una síntesis de todas las demostraciones sobre la existencia de dios que se habían realizado, lo que le llevará a la formulación de sus cinco vías. Hay que señalar que habla de vías, no de demostraciones concluyentes. Distingue dos tipos generales de argumentos: el ontológico y los analógicos. El argumento ontológico, que tiene su inicio en San Anselmo, intenta demostrar la existencia de Dios a partir de la misma idea de Dios. Dios es el ser mayor que el cual nada podemos pensar, por tanto existe necesariamente, porque en caso contrario podríamos pensar un ser igual a la idea de dios pero que además existiese, lo cual es una contradicción, por tanto, de la misma idea de dios se desprende su existencia. Tomás de Aquino rechaza este argumento porque considera que la limitación de nuestra razón no puede acceder a la infinitud de dios. Por eso, la única forma que tiene la razón humana de acceder a dios es por analogía; es decir, por comparación. Si dios es el creador del universo, éste tendrá algún parecido con el creador; además, al ser una característica común de todas las sustancias del universo la contingencia (necesitan de otro ser para existir) pues su propia observación nos remitirá directamente a su creador. Y, por esto son vías de acceso para la demostración de la existencia de dios, no demostraciones concluyentes. Lo que se va a demostrar es la necesidad de la existencia de dios, pero el dios revelado, el dios de la fe, de Abraham, de Isaac y de Jacob, el dios hecho hombre y resucitado excede a la razón, es objeto sólo de la fe.

 

            Para la demostración de la existencia de dios, Tomás de Aquino parte de dos presupuestos: el ontológico y el epistemológico. El primero es el del realismo, como su maestro Aristóteles, los objetos externos a nuestros sentidos tienen una existencia real, no aparente. El epistemológico es el del orden causal del ser. Esto es, el principio de razón suficiente. Existe un orden causal del ser: nada es sin una razón suficiente. Este presupuesto elimina el escepticismo que niega la posibilidad del conocimiento. Las cinco vías recogen tanto el pensamiento platónico como el aristotélico. Todas parten de una constatación de la realidad (realismo) y después (por el orden causal) se busca su explicación. Así tenemos la vía del movimiento, eminentemente aristotélicas. Todo lo que está en movimiento necesita de un motor, pero no puede haber una sucesión infinita de motores móviles, luego hay que admitir la existencia de un motor inmóvil que sería dios. Lo mismo ocurre con la segunda. Todo lo que existe existe conforme a una causa, por tanto hay que pensar que existe una causa incausada. La tercera es la de la contingencia del ser, de inspiración platónica. Los seres son contingentes, luego necesitan de un Ser Necesario que sea la causa de su existencia. La cuarta es la del orden del ser platónica y aristotélica. Los seres existen conforme a un más y un menos, son relativos; debe haber, pues, un ser absoluto, que es dios. Y la quinta vía es la de la finalidad, aristotélica. El orden del universo es final o teleológico; pero para que esto sea comprensible es necesario que exista un fin último que lo ordena todo; por tanto, causa de sí mismo y causa final del universo.

 

            En cuanto a la antropología tomista tenemos que decir que aquí se desvía de Aristóteles. Como sabemos, el estagarita (Aristóteles), definía al hombre como una unidad sustancial. El hombre se compone de cuerpo y alma; el primero sería la materia y el segundo la forma. Al ser el hombre una sustancia entonces la muerte es definitiva, representa el cambio de sustancia. Claro, el pensamiento cristiano no puede admitir esto, ya que cree en la inmortalidad del alma. Lo que se hace entonces es recuperar al viejo Platón que dividía al hombre en cuerpo y alma siendo esta última inmortal. Entonces para Tomás de Aquino el hombre consta de dos sustancias: el cuerpo y el alma. La última es inmortal y tiene un intelecto (facultad del conocimiento) individual, no como pensaba el filósofo islámico Averroes que era común a todos los hombres. Por tanto, el alma persiste tras la muerte con nuestra propia individualidad.

 

            El problema del mal es otro de los grandes temas de la filosofía cristiana y tomista. Si dios existe y es infinitamente bueno, cómo es posible que permita el mal en el mundo. La solución viene fundamentalmente por la vía platónica. El mal no tiene una existencia real en el mundo es carencia de bien; como ocurría con los seres sensibles respecto de las ideas. Así, hay que distinguir dos males fundamentalmente: el natural y el moral. El primero, a su vez, sería de dos tipos: las catástrofes naturales que siguen el orden de la naturaleza y los males del cuerpo que no serían más que la ausencia de un bien. Por ejemplo, la ceguera sería la ausencia del bien de la vista. Como se ve, lo que se trata de salvar aquí es que el mal no puede ser sustancial. El mal se define con relación al bien. Lo sustancial es el bien. Y, por último, los males morales, estos se deben a la libertad humana. El mal moral existe en tanto que el hombre es libre. La libertad humana es un don divino que nos hace superiores a los demás seres de la creación. Ahora bien, lo que nuestra libertad nos permite es elegir el bien o no. No se trata de elegir el mal, puesto que éste no existe, sino de no hacer el bien.

 

            En cuanto al pensamiento político ya lo hemos expuesto en el desarrollo de las ideas centrales del texto.

2.El marco general en el que hay que encuadrar la filosofía tomista es el de la filosofía cristiana. El pensamiento concreto es el desarrollado en la escolástica con su marcada influencia aristotélica y su forma sui generis de hacer filosofía y el orden y estructura social es el del feudalismo.

 

            El cristianismo como religión llega a Atenas de la mano de San Pablo y se encuentra con un pensamiento racional desarrollado que trata de dar una explicación al mundo. Por otro lado se encuentra con la religión pagana que da cabida a todo tipo de dioses. El problema es que la religión judía y cristiana son monoteístas y por tanto excluyen la existencia de otros dioses. Proclaman la verdad de la religión cristiana frente a la falsedad de todas las demás. Esta situación dará lugar a un proceso sincrético del que nacerá la filosofía cristiana. Ésta tiene un primer periodo de formación que es la patrística con una fuerte influencia gnóstica, por un lado, y platónica, por otro. Culmina con la obra de San Agustín de carácter totalmente platónico. Con el emperador Constantino, en el siglo IV, se declara el cristianismo como religión oficial del imperio romano. Pero el imperio romano cae y lo único que mantiene unido a Europa, occidente es la cristiandad con su cabeza visible en el papado. Tras el imperio se produce un proceso de disolución y desintegración política que culmina en la edad media con el feudalismo. Europa, en la edad media, está asediada por el Islam. No existe una unidad política más allá de los feudos, salvo la unidad espiritual de la religión: La ciudad de dios, que diría Agustín de Hipona. En la edad media se desarrolla la escolástica como forma de pensamiento. Nacen las primeras universidades catedralicias en el siglo XI. Por otro lado, España estaba bajo el dominio cultural y político de los musulmanes, aunque convivían las tres culturas, los judíos, los cristianos y los musulmanes. Pero el esplendor cultural musulmán fue el detonante del pensamiento aristotélico en la edad media y la primera causa del renacimiento como sostienen múltiples historiadores, como Koyre, por citar alguno. Los musulmanes trajeron a occidente el conocimiento de los griegos que pasó de Atenas y Alejandría a Constantinopla y de ahí a Bagdad; y en la época de Abderramán I a Córdoba, donde se funda la mayor biblioteca de la época. Los musulmanes trajeron la ciencia, el arte, la filosofía griegos, y suyo propio a occidente; y trajeron, también a Aristóteles, que es el que nos interesa para entender la escolástica. Así, los musulmanes traducen del griego al árabe y al latín todas las obras clásicas que eran inaccesibles para la cristiandad europea. Este fue un momento de oscuridad cultural hasta que llegan las obras griegas gracias a los traductores árabes y judíos instalados en la península. Averroes y Avicena, médicos y filósofos ambos, tradujeron la obra de Aristóteles e intentaron una primera armonización con la fe del Islam. Lo mismo ocurrió con Maimónides y la religión judía (este año se cumplen los ochocientos años del nacimiento de este filósofo judío y su obra famosa “Guía de perplejos”). Así hay un renacimiento cultural en toda Europa a través de las obras traducidas que pasan a las universidades y los monasterios cristianos, únicos lugares donde existía la cultura. La cultura, digamos, estaba enclaustrada. Y de ahí también que el pensamiento escolástico en filosofía sea aristotélico. Pero, poco a poco, se estaban gestando las armas que acabarían con el pensamiento escolástico y darían paso al renacimiento.

 

            Nuestra tradición, como decimos es grecolatina y cristiana. Esa confrontación sincrética de la que hemos hablado antes aporta un conjunto de ideas absolutamente novedosas para el pensamiento griego. Nuestra tradición se mueve entre dos ciudades: Atenas y Jerusalén con una tercera “pata” apoyada en Roma. Entre esas nuevas ideas podemos destacar las siguientes:

            La idea de un dios creador de todo lo que hay a partir de la nada. Dios es la causa del universo, y la explicación de éste está en dios. El universo por tanto no es eterno. Ha tenido un principio. Pero esto implica la aparición del tiempo lineal, concepto ausente en el pensamiento griego. Si el universo tiene un principio tiene también un final. Y esto implica que hay un sentido de los acontecimientos. Aparece el concepto de historia en tanto que sucesión de acontecimientos que tienen un sentido interno y una dirección. Y esto último se lo debemos a Agustín de Hipona con su obra “La nueva ciudad de dios”. El sentido de la historia del hombre es el de su salvación. La historia viene marcada por una serie de acontecimientos centrales que vienen narrados en el libro sagrado.

 

            Otra idea es el concepto de persona. Muy importante para lo que será después la ilustración. El cristianismo define a la persona como una sustancia racional de carácter individual. Reconoce a todo el mundo la humanidad. Éste es el germen del derecho de gentes y, después, del concepto de persona y ciudadano de la ilustración. Se rompe así con la distinción entre individuos: amos y esclavos, ciudadanos, forasteros, etc.

 

            Otra de las ideas importantes es la del concepto del mal y la libertad de los que ya hemos hablado.

 

            En la escolástica se plantean una serie de problemas en los que se ve inmerso Tomás de Aquino y de los que resulta su síntesis filosófica. El primero de ellos es el que ya hemos mencionado de la relación entre razón y fe: filosofía y religión. Hay distintas posturas enfrentadas. La primera que podemos destacar es la del creo porque es absurdo de Agustín de Hipona. Aquí se anula totalmente a la razón. Después tenemos la postura averroísta, de gran influencia y contra la que combate Tomás de Aquino, desde su cátedra de Paris. Averroes defendía la teoría de la doble verdad. Hay una verdad de la razón y una de la fe. En definitiva habría un acuerdo, pero en el transcurso de la investigación hay una doble verdad que no hay porqué conciliar. El aquinate, como dijimos, mantiene la teoría de la subordinación de la razón a la fe. Y luego tenemos ya, en la crisis de la escolástica, la postura de Guillermo de Occam que abre también las puertas al renacimiento y al surgimiento de la ciencia y de la libertad de investigación. Para Occam sólo existe un tipo de conocimiento. Su tesis es que el conocimiento procede de las intuiciones que son las sensaciones directas. A partir de ahí se desarrolla el conocimiento según su teoría nominalista a la que aludiremos después. La fe no procede de ninguna intuición, luego no es conocimiento, es un estado del alma. Si sólo hay un conocimiento no hay ningún tipo de relación entre fe y razón. Por lo que ésta última está libre del peso de la religión. Occam defiende pues la libertad de investigación.

 

            Otro problema importante es el de la realidad del intelecto. La facultad del alma que nos permite abstraer la esencia de las cosas y conocer. Tomás de Aquino se enfrenta aquí a Averroes, como ya hemos comentado antes. No podía admitir que el intelecto fuese universal, porque entonces se jugaba la inmortalidad individual de las almas.

 

            Muy relacionado con este problema está el de los universales. El de los conceptos generales o las ideas. La pregunta es, ¿qué tipo de realidad tienen los universales o las ideas o conceptos generaales? La pregunta sigue siendo actualísima aunque con otras formulaciones mucho más moderna, desde la filosofía de la matemática y las diversas teorías de la mente. ¿Están inscritas las matemáticas en la realidad o sólo en la mente, o, son sólo invenciones y juegos de la razón? ¿cómo puede comprender el cerebro el universo? ¿Lo comprende realmente, o creemos que lo entendemos?. En fin, problema abierto, difícil y apasionante donde los haya. Pero el planteamiento de los escolásticos era como sigue. Los universales podían existir en la cosa o en el intelecto o en los dos sitios a la vez. Si os dais cuenta este problema arranca ya desde Platón. ¿cómo participan las cosas de las ideas?. Aristóteles le da una solución desde la teoría de la sustancia. Y ésta es la que recoge, fundamentalmente, Tomás de Aquino. Los universales existen en las cosas, su esencia, y el intelecto los abstrae obteniendo los conceptos generales que se graban en él como en una tabla que en un principio estaba lisa. Occam será el que romperá la baraja y afirmará que los universales no existen. El conocimiento procede de las intuiciones que son singulares y de ahí surgen las ideas. Pero, ¿qué naturaleza tienen las ideas? Pues son meramente nominales. Proceden de los nombres comunes, del lenguaje. Ésta es en esencia la teoría nominalista. Los conceptos sólo existen en el lenguaje, ni en las cosas, ni en el intelecto. Así se abren las puertas del empirismo, uno de los pilares de la nueva ciencia que está por surgir. Estas ideas occanianas se desarrollarán después en el empirismo inglés para resolver el problema del conocimiento. Pero esto corresponde ya al tema de Locke y de Hume.

 

            Un último problema planteado al que se enfrenta Tomás de Aquino es al de la naturaleza del mal. Había que salvar la existencia de dios, su bondad infinita y explicar el mal en el mundo. Y había también una forma de explicarlo a la que le dio la puntilla Agustín de Hipona. Era el maniqueísmo. Según estos el mal tiene una existencia real y la historia es la lucha entre el bien y el mal, igualmente poderosos. La solución, como hemos comentado, vendría por la vía platónica inspirada en Agustín de Hipona. El mal es privación del bien como hemos demostrado.

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