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Filosofía desde la trinchera

 

Se nos dice que estamos saliendo de la crisis económica, la cosa está por ver. Yo no lo veo tan claro. Probablemente lo que se ha hecho con dinero público es eliminar la quiebra de bancos y grandes empresas, luego se ha saneado la banca y se le ha pedido más esfuerzo a la clase media. Ahora se pide una enésima reforma laboral. En definitiva nos encontramos con que lo que puede ser, esto es lo que yo pienso junto con otros más autorizados que yo, una crisis terminal y estructural del sistema de producción, que exige una solución drástica, simplemente, lo que se ha hecho es parchear el problema. En definitiva seguimos con el mismo modelo de producción que es el neoliberal y que tiene como ideología de fondo el crecimiento económico ilimitado. Pues bien, aquí nos enfrentamos con dos problemas graves que están íntimamente ligados. El primero de ellos es la imposibilidad del crecimiento ilimitado por lo que es la propia ley de la naturaleza. Me estoy refiriendo al segundo principio de la termodinámica. No podemos crecer ilimitadamente en un planeta limitado, por esto la única solución no es lo que se ha dado en llamar desarrollo sostenible. Esto se ha convertido en una caja de sastre en la que todo vale y en la que en definitiva se ha confundido la palabra desarrollo con crecimiento, y siempre entendiendo éste por el económico. De lo que se trata es de ir hacia un decrecimiento sostenible. Tenemos que pasar de una organización compleja a una más simple que utilice menos recursos, de tal forma que se produzca un decrecimiento. El crecimiento lo que ha producido y seguirá produciendo es muerte. En este sentido decrecer es, a la vez, crecer, pero en el ámbito humano. Pero el decrecimiento lleva el calificativo de sostenible; es decir, que debe ser regulado políticamente, esto es, que hay que poner las medidas políticas y legales que hagan el tránsito lo menos traumático posible. Esta es la única alternativa que tenemos, la otra es el decrecimiento forzoso que vendría dada por el agotamiento de los recursos. En este último caso no tendríamos tiempo y se produciría un colapso civilizatorio, y no sería el primero; pero sí el primero a nivel global, ya que nuestro sistema está globalizado.

 

            El otro tema, relacionado con éste, es el del cambio climático. La causa de éste es la emisión de gases de efecto invernadero por parte del hombre. Y estos se producen por la quema de recursos fósiles que requiere la ideología del crecimiento. El cambio climático, si sobrepasa un umbral, en torno a los dos grados, es irreversible y produciría una catástrofe global, lo cual nos llevaría directamente al decrecimiento forzoso pasando por la eliminación progresiva de miles de millones de ciudadanos. La única alternativa que nos queda es la del decrecimiento sostenible basado en la bioeconomía. Mi pesimismo, fundado en la clase política y el poder económico, me lleva a pensar que actuaremos cuando sea ya inevitable. Mi optimismo, que se basa en la confianza en la capacidad del hombre de resolver problemas y en los valores del humanismo, me hace pensar que seremos capaces de salir adelante, que volverán a aparecer los valores que en occidente hemos descubierto a partir de la ilustración y que de verdad seremos capaces de pensar como cosmopolitas y que, por tanto, estamos todos en la misma nave, y entre todos tenemos que dirigirla hacia buen puerto, cualquier motín, cualquier intento de liderazgo único es un suicidio. No será el fin de la humanidad, pero sí de nuestra civilización.

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