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Filosofía desde la trinchera

 

Vamos, lo de la corrupción política, aunque de alguna manera conocida y soportada por todos, lo cual nos culpa a todos los ciudadanos, no tiene nombre. Es, simplemente, una sinvergonzonería, una bajeza moral y una mediocridad. La financiación ilegal de los partidos, no sólo corrompe a los partidos y a los políticos que en ella participan, sino a la democracia misma y, en último lugar, a los ciudadanos que lo permitimos. Ningún partido político en el sistema partitocrático y oligárquico en el que vivimos está libre de esta corrupción. Los ciudadanos impasibles la soportamos y, de alguna manera, la defendemos volviendo a prestar el voto a este atajo de sinvergüenzas (léase inmorales, la moral es el sentimiento de la vergüenza). Esperemos que la ley, aunque lenta sea implacable y que se ejerza la independencia de poderes, que lo veo difícil. La verdad es que cada vez veo más claro que la democracia es un sistema de engañar a la gente para que se crea libre cuando en realidad lo que se persigue es el poder y alimentar la panza y las bajas pasiones de unos cuantos indocumentados. ¡Regeneración democrática, ya! Pero esto tiene que pasar por una regeneración de la educación; pero, ¡ahí!, la educación…

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