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Filosofía desde la trinchera

 

 

                                    09 de diciembre de 2009

 

            Acabo de leer el escrito de A.F. Elu… que me ha mandado como una primera aproximación filosófica a la filosofía o una primera incursión filosófica. No estrictamente un trabajo, sino unas reflexiones sobre la filosofía teniendo como centro al hombre y sus sentimientos. Una mezcla de antropología y metafísica. No me gusta encorsetar. Podría decir que lo que cuenta es un poetizar pensante, o un pensamiento vacío, o mera especulación en el peor sentido de la palabra. Pero no lo veo así. Podría parecerlo, pero debajo hay un sentimiento auténtico que pugna por salir. Creo que es una reflexión sobre los orígenes mismos del filosofar en toda su plenitud. Una reflexión radical sobre qué nos ocurre para que nos pongamos a reflexionar. Una propuesta sobre lo que ocurre en nuestro interior para hacer que seamos lo que somos. En fin, un intento de aclararse sincero y con una intención radical, en el sentido de ir a la raíz, y totalizadora. Un intento de entenderse a sí mismo. Un noble ejerció de autoconocimiento entremezclado de poesía que mezcla los cultismos con el habla popular. Creo que en su centro hay un pensamiento valiente y una solución interesantísima, ya adelantada por los estoicos y redescubierta por este avanzado principiante. Muy interesante la dialéctica entre la rabia y la angustia que pasan en su doble camino de ascenso y descenso por la desidia. Y muy interesante el cómo de esta desidia surge esa alegría de vivir, estoica. O, para mi, un paso más avanzado, spinozista en el que caemos de lleno en el panteísmo. Interesante también la solución sobre la acción. Ésta última tiene que estar basado en ese estado conquistado que es la alegría de vivir. Precisamente la alegría es de por sí acción en tanto que la alegría es un estado positivo en el que se desborda nuestra existencia. La alegría está relacionada con la excelencia. Y éste es el sentido que le otorgaban los griegos a la virtud. Espero que estas reflexiones de A. F. que le han servido de autoconocimiento, con el placer y la serenidad que ello conlleva, le sirvan para impulsarse en el compromiso que debe surgir de la rabia, ahora, tras la alegría, de la indignación. Sí, ya sé que queda la solución contemplativa. Que somos animales y nos regimos por las leyes de la evolución, que hay que aceptar las últimas consecuencias de ello. Pero la vida es invenció cultural, aunque sea en el sentido de supervivencia. Y aunque considero que no somos más que biología, también sospecho y creo no equivocarme, ni engañarme con moralinas, que nuestra existencia es mejor por medio de la cooperación (invención de la democracia y de los derechos humanos como mecanismos  de supervivencia de nuestros propios genes) que con la guerra de todos contra todos. Y por eso hablaba de la acción. La alegría panteísta y estoica no debe impedir el sentimiento de indignación, aunque sepamos que éste no es más que un enmascaramiento de nuestros genes. La indignación, con la alegría de fondo que da el saber panteísta, tras haber buceado en el abismo del tedio y la desidia, es el motor de la acción.

 

 

                                   09 de diciembre de 2009

 

                        Son muchas y diversas las reflexiones que vengo haciendo sobre la educación. He atacado desde distintos ámbitos y perspectivas. Pero hay un ámbito, que quizás por prejuicio, no he tocado lo suficientemente bien. He tratado en algunos sitios el error epistemológico en el que se basan las teorías de la educación. Pero lo que no he dicho es que la causa de la introducción de la psudociencia de la psicopedagogía en la educación, con toda su parafernalia de terminología oscurantista y su pretendido tratamiento cuantitativo y empírico, no es más que una perversión de la ilustración. Creo que esto se me ha escapado por ser un defensor de la ilustración. Por pensar que la ilustración es un proyecto inacabado. Y sigo pensando lo mismo. Qué es lo que ha ocurrido en la educación en el siglo XX. Pues que han surgido una serie de ciencias, más bien falsas ciencias, que han pretendido el conocimiento total del hombre por medio del discurso científico. Es decir que han aplicado la racionalidad del cientificismo al mundo de lo humano, al proceso de aprendizaje y a las relaciones entre los participantes en la comunidad educativa. En definitiva es el vicio de la razón instrumental. Hay diferentes perversiones de la racionalidad ilustradas. Todas ellas llevan al totalitarismo y el siglo XX es un ejemplo de ello. Y todas ellas parten de la base de que la razón lo puede entender todo. De esta forma la razón se convierte en instrumental, como bien señalara la escuela de Frankfurt y su último valedor, Habermas. Pero el problema de la razón instrumental es, precisamente, que convierte en instrumento todo aquello que estudia y analiza. Es decir, lo objetiva. Ahora bien, el mundo humano, y eso es una conquista de la ilustración se caracteriza porque es un fin en sí mismo, no se puede objetualizar ni instrumentalizar. La base de la libertad y de la dignidad humana residen precisamente en que el hombre es un fin en sí mismo. Y en eso estamos. Ése es el proyecto ético inacabado de la ilustración. Pero cuando la pedagogía irrumpe en la enseñanza, además de los errores epistemológicos analizados en otros lugares, lo que hace es tomar al alumno y al profesor como objetos. Los instrumentaliza. Y aquí está el problema. La educación tiene más que ver con el arte y los conocimientos del profesor y la excelencia (ética) del alumno que con los criterios oscurantista de la pedagogía. La palabrería pedagógica no es más que una verborrea que intenta ocultar su ignorancia, haciendo pasar por ciencia, lo que no es mas que un discurso lleno de palabras vacías y generalidades inductivas que lo único que pretenden es justificar el status quo. La pedagogía es, de entre las ciencias, de las más ideologizadas, fundadas y alimentadas por el poder. La pedagogía instrumentaliza la enseñanza y a los que la componen al intentar hacer un análisis aséptico, racional y empírico del proceso de enseñanza. Por eso la psicopedagogía es un cáncer en la educación. Es un instrumento pervertido de la razón, que instrumentaliza al hombre eliminando su idiosincrasia particular y convirtiéndolo en un instrumento evaluable por oscurantistas fórmulas y conceptos probabilísticos, en los que la realidad humana y social se escapan. Pero el peligro es que estas perversiones ilustradas de la razón son un instrumento al servicio de los poderes totalitarios. Es curioso que se hagan desde la democracia, pero es que la democracia hoy en día –utilizando el oscurantismo de la educación y la manipulación informativa- es una forma de totalitarismo encubierto y, por ello, más peligroso. Hay que acabar de una vez por todas con esta dictadura de los políticos sobre la enseñanza que utilizan a los pedagogos y sus erróneas teorías para domesticarnos. La mejor garantía para perpetuar un sistema totalitario es a través de la educación. Y esto es lo que están haciendo estos salvajes políticos utilizando como instrumento de adoctrinamiento la pseudoeducación y los medios de desinformación.

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