10 de diciembre de 2009
Crisis económica. Aproximación un modelo económico y social alternativo.
La crisis económica que padecemos desde 2007 es una de las más profundas del capitalismo. En realidad es la más profunda porque en la crisis del 29 se pudo refundar el capitalismo desde la economía keynesiana de la que tenemos mucho que aprender y en éste y otros escritos hablaremos de ello. Lo que sucede y tiene de particular esta crisis es lo siguiente. En primer lugar, no es sólo una crisis de la economía real o productiva, sino de la economía financiera. Una creación esperpéntica del capitalismo salvaje de los últimos cuarenta años, del llamado neoliberalismo. En realidad, siguiendo a Naredo, no es un neoliberalismo ni un neoclasicismo, porque esto significaría aceptar las tesis del liberalismo. Y esto es algo que tiene que ver con la moral. Es un capitalismo sin bridas ni correcciones, fruto de la ambición del hombre y de sus vicios más corruptos, además de un error teórico, que también analizaremos aquí. De modo que la crisis no es sólo de la economía real, sino de la financiera, de la especulación sobre el propio dinero. A ello hay que sumarle también, que lo que entra en crisis es el modelo de la economía clásica que no tiene en cuenta para nada la ecología y las leyes básicas de la física. Por eso, el modelo de esta economía capitalista es el del crecimiento ilimitado. Una auténtica barbaridad desde el punto de vista de las leyes de la física y la ecología. Por otro lado, también hay que sumarle a este asunto la crisis medioambiental en la que nos encontramos, teniendo como problema de fondo el cambio climático. Y, por último, nos encontramos con otro problema que no tenía la crisis del 29, el de la superpoblación. En definitiva, lo que sucede es que además de tener sus semejanzas y sus diferencias, y en el sentido de las semejanzas la economía keynesiana nos puede ayudar, pues lo que ocurre es que la crisis económica es global. Es una crisis sistémica que es necesario abordar desde múltiples disciplinas. En definitiva, lo que se requiere es el cambio en el sistema de producción y en el sistema político e ideológico que lo sustenta. También he puesto el calificativo de crisis Terminal en el sentido de que estamos asistiendo al final de una forma de producción que viene marcada por la imposibilidad física del crecimiento ilimitado que conllevaría un colapso civilizatorio a nivel global. Como sostiene Desmond, muchas de las crisis civilizatorias se pueden entender desde la perspectiva ecológica. No se tomaron las medidas ecológicas oportunas y a tiempo y ello acarreó el empobrecimiento y el fin de las civilizaciones, son muchos los ejemplos de ellos y la obra monumental de este autor, Colapso, da buena cuenta de ello. Lo que sucede es que nuestra civilización es global y, por tanto, el colapso, por primera vez, se plantea de forma global. A no ser que haya una conspiración del poder político y económico en el que se plantee la subsistencias de unos 1500 millones de personas con crecimiento cero. Ésta es una idea de política ficción que se insinúa en la obra de Susan George, El informe Lugano. No tenemos pruebas ni a favor ni en contra de ello, pero lo que sí es cierto, como he sugerido en ocasiones, es que si damos el brazo a torcer a las teorías conspirativas de la historia, nos quedamos sin la racionalidad. Y sin ésta, nos quedamos sin la posibilidad de actuar y, en última instancia, estamos renunciando a la libertad.
De modo, pues, que tenemos claro que nuestra crisis es Terminal, única, aunque semejante en ciertos aspectos a otras crisis cíclicas del capitalismo, pero global y con unas notas ideosincrásicas que la hacen global y más grave. Una crisis frente a la que no sólo sirven las medidas económicas de rectificación, sino que se exige el cambio del propio sistema de producción, esto no implica el final del capitalismo, y el del sistema político. Esto último conlleva la refundación de la democracia en un sentido republicano. Y, por último, una nueva ética, que sustituya a los valores imperantes de la competitividad, el egoísmo e individualismo consumista, la fama, la juventud eterna y el éxito fácil, que ha conllevado el desarrollo del capitalismo salvaje que ha caído en crisis. Pero antes de proponer una aproximación de modelos económicos y sociales alternativos, quiero aproximarme un poco a los factores sociales, filosóficos y económico-políticos que han desencadenado la crisis. Después analizaré las raíces históricas de la economía clásica, siguiendo a José M. Naredo. Y luego terminaré con una serie de propuestas.
Tras la crisis del 29 que acaba desencadenando la segunda guerra mundial, (las crisis económicas tienden a solucionarse por medio de lo que se llama la economía de guerra. Ésta ha sido la situación de los EEUUU en los últimos años,) sale la nueva economía basada en las propuestas de Keynes. Éste sugiere una regulación del estado en los procesos económicos, sin caer en la socialización de los medios de producción, ni en una regulación absoluta del mercado laboral, pero quiere tener las manos de los empresarios atadas por medio de la regulación del mercado. El mercado no es libre. Lo que se pretende es el pleno empleo, con un crecimiento lento y progresivo, pero que garantice el estado de bienestar y un déficit público moderado. Pero tras treinta años de crecimiento y de consolidación del estado de bienestar se produce la crisis del petróleo que, a su vez, trae consigo, el cambio del patrón oro. Esto significa que la moneda de referencia mundial, el dólar, que era el acuerdo al que se había legado en Bretron Wod, deja de estar respaldada por el oro de la reserva federal. El cambio es al petróleo. Ello conlleva también que la moneda más fuerte entra a formar parte del intercambio y la dinámica monetaria internacional. La respuesta a la crisis es el pensamiento neoliberal. Se dice que el problema es el estado. Antes el estado era la solución, ahora se considera que es el problema. De ahí resurge el neoclasicismo y el neoliberalismo que tiene sus bases filosóficas en Hayeck y su base económica en Friedman y en el consenso de Washington. Hayeck considera que el máximo valor es la libertad. Y la máxima expresión de libertad es la de la propiedad privada. Son herederos esta escuela del pensamiento de la teoría de la propiedad de Locke que comentaremos después. El estado no debe inmiscuirse en la libertad individual, por tanto, el estado debe desregular, de tal forma que el estado se reduzca a la mínima expresión. Lo único que se demanda del estado es la política de seguridad. Estas tesis también se alimentarían de la teoría del estado (anarquismo liberal) de Nozick. En definitiva, el estado debe ser reducido a su mínima expresión, como se solía decir, que quepa en una bañera. Por su lado, los economistas lo que plantean es que la salida de la crisis debe venir dada por la liberalización absoluta del mercado en sus múltiples dimensiones. Se recupera la teoría clásica de la mano invisible que considera que el mercado tiene la posibilidad de la autorregulación. Así surge un credo y un catecismo neoliberal (véase Stiglizt) que se ha aplicado a los países en desarrollo por parte del FMI y del BM y que ha llevado a múltiples países a la quiebra. Esta situación comienza en los setenta y alcanza su máximo apogeo con la caída del muro de Berlín. Esto significó la muerte de la alternativa del socialismo real –en definitiva no era más que el capitalismo de estado- al capitalismo tras lo cual se instaura el famoso pensamiento único y la teoría del fin de la historia y de las ideologías. Sólo existe una forma política y económica de organizarnos que es la sociedad democrática neoliberal. Y una única forma de pensar, el neoliberalismo. No hay sistema político alternativo, ni ideología que pueda reemplazar al sistema político hegemónico. Pero el sistema político hegemónico, instaurado como pensamiento único, es una justificación y apalancamiento del poder económico; es decir, la catapulta del poder económico, aquello que mantiene las manos libres de los grandes empresarios y ricos. Una de las ideas rectoras de ésta economía neoliberal es la del crecimiento ilimitado. Además de ser una idea es una necesidad. El sistema necesita del crecimiento para aumentar su propia voracidad, el ansia de acumular riqueza. Porque hay que tener en cuenta que lo que realmente crece no es la economía de un país, esto ocurre de rebote. El crecimiento es el de las grandes empresas y es el que aumenta el PIB de un país. Otra medida universal donde las haya, que elimina la política y la ética; en definitiva, el bienestar y la felicidad. Pero, como sabemos, el crecimiento económico, según mantienen los neoliberales, es una cuestión matemática y numérica, neutral, exenta de las valoraciones políticas y éticas. En definitiva, la economía neoclásica se ha convertido en la nueva teología y sus defensores en los nuevos redentores. Pero para alimentar el crecimiento ilimitad es necesario del consumo innecesario y superfluo. El sistema económico parapetado en el político crea las necesidades de consumo transformando los valores sociales. Aparece el individuo consumidor compulsivo que se olvida absolutamente de la existencia de los otros y, sobre todo, de la existencia de la injusticia y el mal. Vive en una burbuja de pseudofelicidad, porque se basa en los deseos insatisfechos. El consumo le hace caer en la dinámica del deseo que es una espiral que no tiene fin. Pero sin consumidores no hay crecimiento. Estos son la base. Así, la economía neoliberal se asienta sobre el pensamiento único que nos viene a decir que la única forma de organizarnos es la que tenemos y que la única vida posible es la que tenemos. De esta manera el ciudadano está teledirigido y se convierte en un siervo-señor, que diría Quesada, La era del siervo señor. Esto significa que la ciudadanía deja de ser tal y se convierte en esclava. El desarrollo del neoliberalismo llega a su paroxismo con la economía financiera. Y ésta es realmente la idea de la globalización. La única globalización ha sido la del mercado financiero y la de las multinacionales. Pero el crecimiento financiero es un crecimiento que no tiene una base real en la economía productiva. Es una especulación sobre los valores del mercado. De ahí que la economía financiera no sea una economía real, sino virtual. Pero que sí tiene consecuencias en la economía real cuando se produce una crisis financiera como ha ocurrido a partir del 2007. Y ello tiene lugar con las hipotecas subprime que animan al consumo (en este caso la adquisición de viviendas) a las rentas que no pueden pagar esas hipotecas y después, para repartir los riesgos, se titularizan esas hipotecas y se pueden comprar. Claro, esto es introducir un veneno en los bancos porque estos no tienen pasivos para responder a la demanda. A partir del 2007 se empieza a sospechar esto y en 2008 entramos en plena crisis. El resto es bien conocido. Aunque sí quiero hacer una matización. En los momentos de crisis –y en realidad hemos estado al borde del colapso económico mundial si no se interviene públicamente a tiempo, y esto por la avaricia de unos cuantos ricos que poseen entre unos pocos los bienes de casi todo el planeta- los neoliberales ya no lo son tanto. Es aquello tan famoso de “privatización de las ganancias y socializacion de las pérdidas”. La solución al problema creado por la libertad absoluta del mercado viene dada por el estado que socializa las pérdidas. Ahora bien, las ganancias se reparten entre unos pocos. El neoliberalismo no contempla ningún estado de bienestar. Considera, gran error del que tenemos evidencias históricas, que el mercado produce justicia y equilibrio social por sí sólo. Como sabemos, y no es ningún mantra, es todo lo contrario.
Pasamos ahora a las raíces histórico-filosóficas de la economía clásica. En un principio la economía no estaba desvinculada ni de la moral ni de la política, ni de la naturaleza. Es a partir del siglo XVII y XVIII cuando esto se produce y se consolida en el XIX con los desarrollos teóricos de la economía. En principio la economía estaba dentro de los fisiócratas y estos consideraban que las relaciones económicas formaban un todo con la naturaleza. Qué es lo que sucede. Pues que aparecerá el sistema productivo que lo que hace es desvincular a la actividad económica de la naturaleza. Y ahí es donde apareen por primera vez las ideas de crecimiento ilimitado y de progreso, alimentadas por la idea ingenua y secularizada de progreso de la ilustración. Se empieza a considerar que el sistema productivo es autónomo y tiene sus propias reglas, con lo cual se desvincula del sistema político. Y esto tiene lugar con la revolución francesa y americana, sobre todo la primera. De lo que se trata es de desbancar al antiguo régimen, es decir, sus privilegios, que son, económicos y a raíz de ahí político-sociales. Por eso se dice que la revolución francesa fue una revolución burguesa y por eso no se pudo llegar a un triunfo definitivo. De lo que se trataba era de un cambio en los privilegios que ahora pasarían a la burguesía. Es decir, que el sistema burgués, su ideología, que veremos en parte, lo que hace es justificar su posición de privilegio. Y esto conlleva la separación del sistema de producción, del sistema político, en el sentido de que éste último no interviene pero si garantiza el estatus quo del primero. De la burguesía emerge la ideología que justifica su situación de poder y de privilegio. Pero lo que podemos sacar en conclusión de aquí es que al separarse ambos sistemas se desnaturaliza la economía descontextualizándola de su origen dentro de las relaciones naturales –algo que habrá que recuperar en la nueva economía- y se separa del sistema del poder político proclamando su independencia. Ello implica de pasada la ausencia de la ética en la economía. Y, precisamente, junto con la desnaturalización, éste es uno de los grandes problemas de la economía, se ha pretendido formar una ciencia que elimina al hombre, que es el sujeto (las acciones económicas, decisiones, expectativas, predicciones) que la hace. Hay que recuperar la economía como ciencia humana y social, que tiene como centro al hombre, y no como ciencia natural. Esto ha ocurrido porque la economía ha intentado imitar, en su intención de garantizar su cientificidad, la metodología de las ciencias naturales. Pero esto es un error que nos ha llevado a la deshumanización de la economía, teniendo en cuenta que lo humano es su raíz, y a la separación de la acción política. Es más, el sistema político se ve supeditado al económico y, de rebote, el ciudadano-esclavo se ve dirigido por los intereses particulares de ambos.
Otro punto importante a tratar sobre las raíces del sistema económico actual es el del origen del concepto de propiedad. Éste lo encontramos en Locke que es el padre del liberalismo económico y político. La propiedad es para este autor un derecho natural. Todos los bienes pertenecen a todos, pero si yo me apropio dentro de la libertad natural de un bien, ya pertenece a mi propiedad. Ahora bien, hasta aquí podríamos estar de acuerdo. Pero el problema es cuando Locke afirma que la hierba que come su cabalo y las frutas que recolecta su sirviente son de su propiedad. Ahora si que nos encontramos con una paradoja y con un intento de justificar la propiedad privada, no basada en la naturaleza, sino en los privilegios sociales admitidos. Y esto es la base filosófica de la propiedad y el fundamento de la justificación de la misma y su progresiva acumulación en detrimento de los otros. Es una aporía, porque el mismo Locke defiende la igualdad. Ahora bien, si lo que recolecta mi sirviente cogiéndolo libremente de la naturaleza me pertenece, es que entonces mi sirviente no es libre. En realidad lo que está justificando Locke es la riqueza adquirida por privilegios, no la propiedad privada como algo natural. Y, de paso, se justifica la propiedad sobre los hombres y se fundamenta el sistema de producción capitalista. El obrero intercambia su mercancía, el trabajo realizado, por un salario para poder comer. No es propietario de lo que produce. Esto lo vieron claro Marx y los anarquistas. Si queremos igualdad hay que abolir la propiedad privada. Por eso Marx ataca al concepto de propiedad de Locke y prefiere a Rousseau. Pero el problema del marxismo es que no escapa al paradigma, a pesar de la crítica a la propiedad, de la economía como sistema de producción separado de la naturaleza. Habrá que esperar al final del siglo XX para que algunos teóricos del marxismo, como Manuel Sacristán, introduzcan el problema ecológico dentro de los parámetros del marxismo. Pero esto requiere un cambio de fondo en toda la concepción económica del marxismo que en su fundamento interno es la misma que la del capitalismo. Por eso la apuesta sería por el ecosocialismo, o una economía ecointegradora que dice Naredo o de la autocontención, en su versión más ética, que dice Riechmann.
Otra idea que está a la base de la economía clásica es la relación de explotación del fuerte por el débil. Es el modelo parásito huésped. Una herencia de una lectura interesada del darwinismo. La economía capitalista neoliberal se ha entendido como competencia. Lo que garantiza el crecimiento, que es la idea rectora, como venimos diciendo, es la competencia. Ahora bien, esto ha llevado al schock a la economía capitalista porque no ha tenido en cuenta los principios físicos y biológicos de limitación. Si el parásito acaba con el huésped, se acabó tanto uno como otro. Hay que introducir el concepto de cooperación, de simbiosis, en el sentido en el que explica la evolución Margulis, en las relaciones económicas. Y aquí también es necesario introducir una de las ideas más importante. El límite del crecimiento es el límite marcado por la entropía. Al desnaturalizar a la economía, hemos olvidado un principio que lo rige todo y es el de entropía. Hemos considerado que los sistemas económicos funcionan independientemente de la naturaleza y hemos matematizado su dinámica sin el límite que al crecimiento pone la propia naturaleza, por ser limitada y por estar regida ella misma y la economía por el principio de entropía. Y ésta es la gran novedad, que rompe con el paradigma clásico y que aún no se enseña en las facultades, salvo tímidamente con el asunto de las externalidades, que introduce Rogen –Reugescu en su obra Entropía y economía. Un cambio paradigmático en la economía requiere la introducción del principio entrópico lo cual supone la vuelta a la naturalización de la economía y la aceptación de que el crecimiento ilimitado es una utopía. Una utopía que se nos está convirtiendo delante de nuestras narices, en una utopía negativa que puede terminar con todas las conquistas ético políticas de la humanidad.
Con el concepto de simbiosis y cooperación y con el de la entropía hemos puesto las bases de lo que debería ser una nueva economía que no esté separada de la naturaleza. Se requeriría también una acción directa, siguiendo a Naredo, para dar el paso a una economía sostenible o del decrecimiento en el que el lema sería “mejor con menos”, sobre la propiedad, el trabajo y el dinero. Habría que replantearse el sentido de la propiedad refutando a Locke y haciendo posible un reparto más equitativo de las grandes riquezas, cosas como la tasa tobin y demás…Lo mismo podemos decir del trabajo. Es necesario, urgentemente, en una sociedad de la autocontención, reducir el trabajo. No se trata de producir mucho, éste es un camino inviable. Se trata de que todos puedan trabajar mínimamente para vivir de forma feliz y satisfecha. Y en cuanto al dinero es necesario un sistema financiero internacional regulado por los estados. Pero, como se puede percibir, para la reforma en estos tres aspectos es necesario voluntad política y para que haya de esto es necesario un cambio político.
La democracia, como la entendemos y la vivimos hoy en día, es insuficiente. Es una plutocracia de partidos en la que los ciudadanos son teledirigidos. Es necesario una reforma radical de éste sistema político que está justificando el sistema económico de explotación y que además es inviable. Es necesario recuperar el concepto de ciudadanía y para eso es necesario arbitrar los mecanismos institucionales que hagan posible una mayor participación de los ciudadanos. Lo cual requiere, de entrada, una modificación de los partidos y de la ley electoral. La reforma de los partidos debe ir encaminada a la democratización de los mismos y la de la ley electoral debe garantizar el pluralismo. Estas dos reformas harían posible una mayor participación de los ciudadanos en la cosa pública. Lo cuál conllevaría una mayor virtud civil. Y esta reforma de la democracia va aparejada también con una reforma de la ética. Y ésta tiene dos dimensiones. En primer lugar su vena política. Fomentar la virtud pública, el compromiso del ciudadano con los problemas de la polis y, en segundo lugar, fomentar la ética del placer, del hedonismo, en el sentido de los epicúreos. El placer se puede obtener y se puede obtener con poco. Los placeres naturales, los de la alimentación y el vestido, son fácilmente accesibles. Ante lo superfluo hay que ser austeros. Es necesario fomentar la amistad para ser feliz. Los mayores placeres son los derivados de la contemplación. Los que proceden de la ciencia y el arte. No hay que afanarse en tener, sino en ser. Y esto placeres que hemos expuesto escuetamente son los de la autocontención, que es la idea que baraja Riechmann.
Son varios los aspectos que he señalado y que pretendo desarrollar en escritos y reflexiones posteriores. Podemos tomar todo esto como una guía de trabajo para el futuro que nos permita entender por qué hemos llegado a donde hemos llegado y cómo podemos salir del agujero.
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