24 de noviembre de 2009
Interesantísimas las 40 reflexiones y cuatro moralejas del ministro Gabilondo en la inauguración de las 23 jornadas sobre educación de la Fundación Santillana. Si realmente esto es lo que piensa (hemos puesto un enlace de audio en el blog) entonces estamos salvados. Pero me temo, que son buenas intenciones de un profesor, profundas reflexiones de alguien sabio, pero políticamente ineficaces. Creo que será arrastrado por el devenir político que no hace más que adaptarse a las circunstancias del momento. Desde luego que habría que imprimirlas y leerlas en las aulas y los claustros para que recordemos a nuestros políticos lo que realmente debemos reivindicar y lo que realmente es la educación.
24 de noviembre de 2009
Gran figura la de Hypatia de Alejandría. Su muerte es el fin de una época de pensamiento y el inicio de la intolerancia. Su muerte en el siglo IV a. C. representa el fin del helenismo y el comienzo del cristianismo. El surgimiento de la filosofía –o el conocimiento racional en general- representó el surgimiento de la tradición crítica. Y esta tradición es la tradición del diálogo. Y para que el diálogo se pueda llevar a cabo es necesario poseer una virtud moral que es la de la tolerancia. Esta tradición es el gran invento del helenismo y por eso la democracia fue necesaria para que cuajase la filosofía y la ciencia. La democracia introduce una sana relativización del pensamiento que abre las puertas al pluralismo y la necesidad del diálogo. El surgimiento de la ciencia es el surgimiento de la crítica a la superstición. Fue una conquista progresiva de siglos. Y su pérdida fue algo de siglos también. La muerte de Hypatia, que se ha hecho famosa con la película de Amenazar, Ágora (lugar de encuentro y diálogo, sede de la enseñanza y la política, plaza pública) no es más que el símbolo último del fin de una época: la época del pensamiento libre.
Hypatia fue matemática e hija del matemático Teón, último director del museo de Alejandría. Esta ciudad fundada por Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles, fue el centro del saber durante ocho siglo, justo hasta la muerte de Hypatia, que se convirtió en la última profesora e investigadora de Alejandría. Alejandría fue la sede de la gran biblioteca que lleva su nombre, la mayor de la humanidad hasta los tiempos modernos, y del museo, centro de enseñanza e investigación al más estilo moderno universitario. Durante sus ocho siglos de existencia, tanto la biblioteca como el museo, aunque sufrieron grandes avatares, se mantuvieron como los centros del saber del mundo conocido de entonces. Sólo la intolerancia del poder político y de la religión acabarían con este ejemplo de libertad de pensamiento que sumirían a la humanidad en una época de oscuridad intelectual y espiritual en la que el saber fue eliminado prácticamente de la faz de la tierra. Precisamente fueron los musulmanes españoles, junto con los judíos, pero más los primeros, los que iniciaron un primer renacimiento de este saber recopilando y ampliando las obras perdidas de la biblioteca de Alejandría. Y éste renacimiento, en un cierto clima de tolerancia que hizo posible hasta la teoría de la doble verdad de Averroes, fue el que hizo posible el renacimiento europeo del que ya hemos hablado aquí desde distintos ángulos.
La tremenda muerte de Hypatia, a manos de la intolerancia, el machismo, la superstición, el ansia de poder, el delirio de grandeza, nos hace pensar en la naturaleza humana. Y nos hace pensar también en lo difícil que es la conquista de los valores de la libertad del pensamiento, la dignidad de la persona y lo fácil que es caer en la intolerancia. Toda religión, todo ideología no son más que opiniones establecidas por el poder en las que se cree. El hombre es mas un ser de creencias que de razones. Las creencias no necesitan del esfuerzo del análisis. Las razones necesitan del continuo escrutinio, de la evaluación, la verificación, la refutación, la búsqueda de nuevas explicaciones. Las razones implican una tarea y un respeto al otro. Necesitan de la igualdad. Las creencias, por el contrario, son fruto de la pereza. Nos ofrecen la explicación y el sentido de nuestra existencia sin la necesidad del mayor esfuerzo. Cuando estamos en una creencia (ideología política o religiosa, vienen a ser lo mismo al caso) no podemos reflexionar. Somos esclavos de ellas. Y somos capaces de dar la vida y matar por ellas. Las creencias, todas, tienen en sí el germen de la intolerancia que genera por sí misma el fanatismo y la violencia. La época helenística, con todos sus altibajos, fue una época en la que surge el pensamiento crítico y se relativiza el poder religioso y político. Pero igual que floreció desapareció. Nosotros somos herederos, a través de los musulmanes españoles, como no me cansaré de decir (porque el mismo fanatismo y la misma capacidad de modernización hay en ella como en el cristianismo frente a lo que mantiene la ideología del choque de civilizaciones) de la modernidad. Y ésta es el símbolo de la nueva conquista del pensamiento en su dimensión intelectual y ética. Y, por ello, nos debe servir como advertencia el fin del helenismo. Creo que nuestra cultura está en peligro debido a ciertas ideologías que se han instalado en el poder y que están creando muerte. Recuerdo el título de una obra que precisamente se llama: El crecimiento mata. Y, efectivamente, la ideología del crecimiento ilimitado, del neoliberalismo, del estado mínimo, ha producido muerte y miseria. Pero, quizás, las cosas no han hecho más que empezar. El siglo XX fue el siglo de los totalitarismos que estaban basados en ideas que se transformaron en ideologías totalitarias que sustituyeron el pensamiento y la ética por la barbarie y la violencia. El siglo XXI, naciente del seno mismo del XX, se nos muestra incierto. Se proclama el fin de las ideologías, pero esto no es más que una ideología para producir un pensamiento único, una creencia, con la que justificar el poder. Los discursos oscurantistas y supersticiosos abundan por doquier, el relativismo radical del todo vale, justifica el vacío del pensamiento y la barbarie de la acción violenta, guerra, intervenciones armadas con la excusa de la democracia. Quiero decir con todo esto que estamos necesitados de una profundización en la ilustración. Estamos necesitados de la recuperación del pensamiento como actitud intelectual y ética: la crítica y la tolerancia. Si no conocemos nuestro pasado estamos condenados a repetirlo. La muerte de Hypatia fue terrible, pero no menos que la de millones que han muerto por las ideologías, las creencias, el fanatismo y la intolerancia. Me pregunto, siempre, ¿cómo pueden entender esto nuestros alumnos?, ¿cómo puedo enseñarles el valor básico de la tradición crítica nacida en Grecia, la tolerancia?, ¿y si quizás el hombre necesite repetir la barbarie en sus propias carnes para aprender? ¿o, quizás, dentro de un clima de tolerancia, por contagio, aprenderá este valor? No lo sé, pero mientras tanto la barbarie continúa y el mundo –salvo excepciones- sigue siendo injusto y cruel; pero no porque deba ser así, sino por nuestra culpa.
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