¡Toma ya!, a opinar, que todas las opiniones son iguales. Este relativismo posmodernista...me mata. La opinión se convierte en distracción y tiranía del poder. Mientras tanto, por el hecho de poder opinar creemos que nos otorgan libertad de expresión y de conciencia...ja. Ya lo decía Ortega. La filosofía (conocimiento racionalmente bien fundado, podríamos decir) es paradoxa, más allá de la opinión, intento de trascenderla. ¿La ética y la política son opinables?, ¿y la ciencia? La pretensión del poder es que todas las opiniones sean respetables para eliminar la posibilidad del pensamiento. Si todas las opiniones son respetables, todas valen lo mismo. Y entonces es cuando se impone la del más fuerte. Vivimos bajo un pensamiento único al más estilo orwelliano del que difícilmente podemos escapar. Además el que se escapa deja de existir porque sus reflexiones no se contemplan en ninguna parte. Y si tiene la capacidad de ser escuchado es un disidente. Peligroso… Ya lo decían Les Luthiers en plena dictadura argentina: el que piensa pierde.
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