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Filosofía desde la trinchera

 

            25 de febrero de 2010

 

La actualidad del pensamiento político de Hobbes.

            El pensamiento hobbesiano es el fundamento del absolutismo político.  Lo podemos considerar como los cimentos del despotismo ilustrado. Pero el pensamiento hobbesiano va más lejos porque de sus principios se puede seguir que nos encontramos en un orden social hobbesiano o absolutista enmascarado de democracia.

            Hobbes es partidario del materialismo determinista. Todo se puede reducir a materia y ésta se rige por leyes necesarias. Y ésa es la labor de las ciencias y lo que había conseguido la ciencia de Newton. Pero el hombre también es materia y, por ello, su comportamiento se puede explicar por medio de leyes deterministas. Esto nos lleva a pensar que el hombre no es libre. Éste es el fundamento antropológico del absolutisno de Hobbes. Si el hombre no es libre el estado no tiene que garantizar la libertad. El poder debe ser absoluto y los ciudadanos le deben obediencia, son, llanamente, súbditos. La ausencia de la libertad real justifica, pues, el poder absoluto. Hemos mencionado aquí, varias veces, el problema de la aporía de Hume, que el hombre valora la libertad como el mayor de los bienes pero delega en otro su posibilidad de decidir. También nos hemos referido a la tesis de la Boète de la servidumbre humana voluntaria. El hombre voluntariamente decide ser siervo. Lo que nos aporta Hobbes es que el hombre, desde su fundamento antropológico natural, simplemente, no es libre. La libertad, pues, será una apariencia. Y éste es el presupuesto de un estado absoluto. Pero curiosamente, y se me ocurre pensar ahora, Spinoza, también consideraba que la libertad es un espejismo y lo reduce todo a la sustancia infinita, dios y acaba, con ello, en el panteísmo, pero es un defensor a ultranza de la tolerancia y la libertad de pensamiento. Su tratado teológico político abre las puertas al pensamiento ilustrado sobre la tolerancia, los derechos humanos y la democracia. Ésta observación es interesante y digna de estudio. De todas formas apunto, como sugerencia, que el pensamiento de Spinoza es metafísico-ético, mientras que el de Hobbes es naturalista (cientifico-mecanicista) y político. Aquí podemos encontrar la explicación de esta discrepancia.

            En fin, volvamos ahora al tema de Hobbes. Si la voluntad humana no es libre será porque se rige por leyes necesarias como las que describen el movimiento de los planetas en la física de Newton. Efectivamente así es. Hobbes considera que la libertad se reduce a la voluntad; esto es, querer o no querer. Pero no somos libres de querer o no querer. Nuestra voluntad está gobernada por leyes necesarias que se pueden enunciar de la forma siguiente. Principio de la avidez natural. Toda persona quiere para sí mismo todos los bienes. Esta ley regula nuestro querer. Queremos todo aquello que nos permite vivir y nos produce placer. Básicamente alimento y sexo. Y lo queremos todo, porque el querer o el deseo es insaciable. Esto es semejante al conatos de Spinoza, todo ser intenta persistir en su ser, o al principio darwiniano de la supervivencia. Todo ser aspira a su propia supervivencia. O los genes impulsan a la supervivencia de los individuos y de las especies para su propia perpetuidad. El principio de Hobbes, como vemos, se puede llenar de contenido empírico desde las ciencias actuales. También sería similar al principio del placer freudiano. El segundo principio es el del miedo. Éste regula el no querer. Huimos del dolor, el sufrimiento y de la muerte. Huimos de todo aquello que nos puede aniquilar. Y el impulso de la huida es el miedo, temor. Así, nuestra voluntad queda regida por estos dos principios. El estado de naturaleza, donde no hay leyes, sería un estado de guerra de todos contra todos. De ahí lo de Hobbes homo hominis lupus est. Frase que no hace demasiado favor al lobo, animal social, pero, en fin. Y, además, el lobo, como cualquier depredador natural es un depredador que vive en simbiosis con la naturaleza. Sin embargo, el carácter depredatorio del hombre es parasitario. El hombre es un parásito de la biosfera. En definitiva, en el estado de naturaleza estaríamos sumergidos en el miedo, estaríamos paralizados. No podríamos vivir. Todos queremos todos los bienes y tenemos que luchar por ellos, siempre habrá alguien más fuerte que yo que me ponga fin, siempre habrá un momento en el que tenga que descansar y que el enemigo aproveche. El estado de naturaleza es un estado de miedo por máxima inseguridad. Y esto es lo que da lugar al contrato social. Los hombres se unen para elegir a un gobernante al que se le otorga el poder absoluto. El gobernante, desde el poder absoluto y estando más allá del poder y la ley, garantiza la seguridad de los súbditos por medio de la ley. Ley que los súbditos deben acatar por su propia seguridad. La seguridad elimina el miedo, pero también la libertad. Pero esto a Hobbes no le importa  porque sabe que el hombre no es libre y que ante el miedo prefiere la seguridad que, al menos, le permite vivir. La libertad es un estado de ansiedad que te paraliza y te impide vivir. Y esto enlaza muy bien con lo de la servidumbre voluntaria y con la autoculpable minoría de edad kantiana. Pero, sobretodo, y es lo que quería señalar cuando hablaba de la actualidad del pensamiento político de Hobbes, enlaza con la política internacional enmascarada de democracia y libertad. La política internacional es hobbesiana. Se fomenta el miedo para que el ciudadano renuncie a su libertad en pos de la seguridad que garantiza el estado. Y esto es lo que sucede en el nuevo orden social en el que vivimos. Vivimos en un estado de miedo permanente que permite la guerra preventiva permanente, de tal forma que el ciudadano va perdiendo su ciudadanía y va convirtiéndose en súbdito paulatinamente. Es la servidumbre humana voluntaria.

            Creo que los principios de Hobbes son en lo esencial correctos y vienen abalados por las ciencias biológicas contemporáneas. Pero hay algo que le falta, además del principio de la avidez, que es el principio de supervivencia, el hombre es un animal social. Y esto lo unifica Kant cuando habla de la sociable insociabilidad humana. Hoy en día lo podemos entender, desde la etología contemporánea, como el altruismo recíproco o egoísmo mutuo, da igual. Pero lo que sí nos queda claro es que la libertad es extraña al hombre. Es una invención que puede eliminar dolor y sufrimiento al defenderse desde un prden jurídico. Pero, antológicamente, nuestra propia naturaleza, tiende a la servidumbre para protegerse y esto es lo que da alas al poder y por eso éste tiende siempre a absolutizarse.

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