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Filosofía desde la trinchera

 

 

                                   18 de noviembre de 2009

 

            Hay un tema importante de la ética, la política y la legislatura. Me estoy refiriendo a la capacidad de juzgar las culpas de un sujeto colectivo. Desde el punto de vista legal de momento esto es imposible, en la medida que las colectividades no son consideradas sujetos, y por tanto, caen fuera de ámbito del derecho. Pero la cuestión es grave. Podemos decir que cuando existe el conocimiento por parte de una sociedad del mal que desde el poder se está realizando, ésta, de alguna manera, es responsable. Así se ha llegado a la conclusión de que de alguna manera hay cierta responsabilidad moral en la sociedad alemana del exterminio de los judíos. Pero por ese hecho no fueron juzgados ni pueden serlo. Hubo el juicio de Nurenberg que juzga a los directamente culpables y a los ejecutores, pero deja sin juzgar la responsabilidad moral de todo un conjunto de ciudadanos, intelectuales y científicos, una gran mayoría, que participa de las ideas del régimen y que, de cualquier forma, consienten el mal. No hay juicio legal sobre esto, lo único que tenemos es la responsabilidad moral que la historia nos puede ayudar a reconocer en cada caso.

 

            Pues bien, esta reflexión también viene al caso de reconocer quienes son los culpables y los responsables de la crisis económica que vivimos, el cambio climático, el hambre, las enfermedades en el tercer mundo, los etnocidios, etc. Podemos señalar claramente a los culpables de cada uno de estos males, muchos de ellos coinciden. También una inmensa mayoría de los ciudadanos son conniventes de este mal. Hay una responsabilidad moral. En el caso de la crisis actual, con el hambre, el paro, la miseria,…que lleva aparejada podemos reconocer claramente a los culpables: los gobiernos de las superpotencias, los grandes bancos, el FMI, el BM, y algunas entidades más. Ahora bien, el problema es que no podemos juzgar a los que ocupan los cargos directivos, ellos están dentro del sistema. Si no hubiesen estado ellos estarían otros y todo seguiría igual. Cómo podemos juzgar a estos sujetos colectivos que son el origen del mal. El problema y la mala noticia es que no existen instrumentos legales para ello, sólo tenemos la posibilidad de la crítica y la denuncia moral. En el caso de la crisis económica la situación nos ha llevado a un cinismo espantoso. Los fondos públicos han sido utilizados por los dirigentes políticos para paliar la crisis que las mismas entidades habían producido, de tal manera que los ricos han seguido siendo ricos y el sistema se sigue manteniendo –aunque hemos sobrepasado los límites del crecimiento, luego estamos viviendo de un crédito que no podremos pagar- y los pobres han aumentado y son más pobres. Como digo no existen instrumentos legales ni nacionales ni internacionales que puedan juzgar a estos sujetos colectivos, ni siquiera, como en el caso del ejemplo alemán que he puesto, hay un reconocimiento moral de la culpa. De ahí el cinismo de la situación en la que nos encontramos. ¿Qué hacer entonces? Creo que la única salida es la revolución al estilo ilustrado. Hay una serie de gentes amparados en entidades que funcionan como sujetos colectivos que están fuera de la ley. La revolución consistiría en que el principio de igualdad ante la ley les llegara. Lo mismo que ocurrió en la ilustración, con las dos revoluciones, americana y francesa, se estableció el principio de igualdad de tal manera que los privilegios del antiguo régimen que dejaban fuera de la ley al clero y la nobleza, desaparecieron dando paso al concepto de ciudadano. Algo similar es necesario hoy en día. Sabemos quienes son los culpables, debemos exigir a nuestros políticos,poder ejecutivo, que elaboren los mecanismos que posteriormente el poder judicial pueda aplicar a estos malhechores fuera de la ley. Pero la tarea es larga porque todavía estamos en pañales en cuanto a la justicia universal en lo concerniente a los crímenes de guerra. La Corte Penal Internacional está en pañales y los estados, amparándose en la soberanía, pueden aceptar este tribunal o no, o restringir al poder judicial de la nación la investigación sobre casos de justicia universal como ha hecho España, habiendo sido un ejemplo por haber sido capaz de sentar en el banquillo a varios dictadores criminales de guerra.

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