Equiparo la izquierda realmente existente con la que tiene capacidad de gobierno. La otra izquierda, si bien existe, su propia ideología la hace ser inexistente en el sentido de que no tiene capacidad de gobernar. Y esto es así porque, a nivel mundial, ha habido desde hace cuarenta años una derechización de la política. Es lo que se llama el neoliberalismo, que no es una teoría económica, sino una ideología política que utiliza a la economía como supuesta ciencia. Pero utiliza una visión distorsionada de la economía. El neoliberalismo se basa en un sistema de creencias que constituyen un catecismo, lo que llama el premio Nobel de economía Stigliz, el catecismo neoliberal. Y eso es lo que aplica el FMI, ese catecismo, que, por lo demás, ha producido desequilibrios del reparto de la renta del capital por doquier. Además, no han dado ni una en sus predicciones. ¿Qué ciencia se puede preciar de no ser capaz de predecir? La economía está al servicio de la política neoliberal como ideología. La izquierda realmente existente, desde el punto de vista de las ideas, ocupa un lugar extremadamente minoritario. Y, yo diría, que como no sea que esta crisis cree consciencia de clase, que es lo que se ha perdido, hemos perdido la posibilidad y vamos directamente dirigidos a un fascismo económico, en el que ya estamos, y un fascismo de extrema derecha, en el que nos estamos adentrando. La ideología neoliberal ha sido la triunfante y ha sido capaz de hilar un pensamiento hegemónico que tiene varios pilares, y que son los que hacen inviables la izquierda de verdad y la derechización de los partidos de izquierda con posibilidad de gobierno a la hora de gobernar. Esos pilares son: el fin de la historia y las ideologías y el pensamiento único. Tras la caída del muro se proclamó el fin de la historia. La única forma de organización posible era la democracia liberal. Esto es una gran mentira, una ideología que todos fuimos aceptando. Un engaño del poder económico que tenía como objetivo disolver las clases sociales. Pero hoy en día, y lo vemos con la crisis, lo que tenemos es un enfrentamiento de clases, pero no lo vemos porque el obrero ha perdido su consciencia de clase. Una característica importante de esa democracia liberal y del pensamiento único que la acompaña es la autonomía de la economía. Es decir, que el devenir histórico viene determinado por las leyes de la macroeconomía que los economistas neoliberales han descubierto. Ésta es la tesis del determinismo histórico económico. El determinismo no es ciencia, sino ideología. Además, quedaría falsado en la medida en la que las predicciones que se han hecho no se han producido. Por otro lado, esta ideología anula la libertad y la individualidad, que la reduce al mero consumo, cosa que le interesa a la clase del poder para mantener el sistema económico del crecimiento (para ellos, una minoría cada vez más minoritaria.) Y esto es lo que ha paralizado al ciudadano. La crisis en la que estamos no solo es de origen económico, eso sería una interpretación neoliberal. Es una crisis política. No se adoptaron, ni se adoptan, las decisiones políticas adecuadas que pongan freno al poder económico. Por el contrario, las decisiones políticas que se adoptan son a favor del poder económico. Y, por supuesto, el poder, por su propia naturaleza derechiza. Además, hay que tener en cuenta que gran parte de la clase política tiene intereses en la clase dominante económica y no van a hacer política en contra. Esta crisis brinda la oportunidad a la izquierda de recobrar sus ideales. De tomar consciencia de que la lucha de clases sigue existiendo. De que es posible una ética y una política internacional por enzima del poder económico. Que el neoliberalismo y las democracias liberales son una ideología; y, el consumo, motor de ese sistema, el opio del pueblo.
En cuanto a los sindicatos han perdido su capacidad de ser agentes sociales. Lo que ocurre es que la única manera, por el momento, de convocar una huelga es a través de los sindicatos. Pero ya va siendo hora de que conozcamos que existen muchos otros sindicatos que no le deben tanto al poder político. Además, si la crisis se agudiza, que es lo que va a pasar, porque el capital quiere acabar con el estado de bienestar e, incluso, con el estado de derecho, las organizaciones de protestas vendrían de la ciudadanía. Serían populares. Si esto ocurre, lo que veo difícil, por lo de la situación de nihilismo en la que vivimos, a la que nos ha llevado el capital, estaremos dando un paso hacia una nueva concepción de la democracia y de la gobernabilidad mundial. Como digo, esto no sólo es una crisis económica, con las tremendas consecuencias sociales: pobreza y miseria, sino una crisis política que tiene que llevar a nuevas formas de hacer política. Yo opto por cambios ilustrados, no revolucionarios. Pero la historia nos muestra que las crisis producen guerra y violencia. Hay que aprovechar la coyuntura para replantearse todo el sistema social. Si los sindicatos y yo coincidimos en la huelga, pues bienvenidos sean. Ahora bien, los seguiré considerando unos farsantes. Sobre todo, en el ámbito educativo que es donde mejor los conozco.
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No se puede profundizar en la democracia sino participamos activamente en los movimientos sociales desde abajo. El no ir a la huelga por no dar más dinero al gobierno no es más que una justificación de nuestra pereza y comodidad. Aquello que nos impide ser libres, mayores de edad. Aquí la cuestión es de prioridades. Y la prioridad es la justicia social sobre los intereses particulares. Y de lo que se trata es de tomar consciencia de que lo que se está dando es un ataque del poder del capital contra las clases de todos los trabajadores; esto es, la ciudadanía en general. Y esto es lo realmente importante, lo que debe unirnos a los ciudadanos. La clase política está siendo el vehículo de las intenciones del gran capital; y, no ahora, sino desde hace cuarenta años. Ahora es la oportunidad de enfrentarnos, en lo que todos los ciudadanos tenemos de común como obreros, a la clase política y al gran capital. Lo demás son intereses particulares. Hay que ir a lo general.
En cuanto a los sindicatos han perdido su capacidad de ser agentes sociales. Lo que ocurre es que la única manera, por el momento, de convocar una huelga es a través de los sindicatos. Pero ya va siendo hora de que conozcamos que existen muchos otros sindicatos que no le deben tanto al poder político. Además, si la crisis se agudiza, que es lo que va a pasar, porque el capital quiere acabar con el estado de bienestar e, incluso, con el estado de derecho, las organizaciones de protestas vendrían de la ciudadanía. Serían populares. Si esto ocurre, lo que veo difícil, por lo de la situación de nihilismo en la que vivimos, a la que nos ha llevado el capital, estaremos dando un paso hacia una nueva concepción de la democracia y de la gobernabilidad mundial. Como digo, esto no sólo es una crisis económica, con las tremendas consecuencias sociales: pobreza y miseria, sino una crisis política que tiene que llevar a nuevas formas de hacer política. Yo opto por cambios ilustrados, no revolucionarios. Pero la historia nos muestra que las crisis producen guerra y violencia. Hay que aprovechar la coyuntura para replantearse todo el sistema social. Si los sindicatos y yo coincidimos en la huelga, pues bienvenidos sean. Ahora bien, los seguiré considerando unos farsantes. Sobre todo, en el ámbito educativo que es donde mejor los conozco.
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No se puede profundizar en la democracia sino participamos activamente en los movimientos sociales desde abajo. El no ir a la huelga por no dar más dinero al gobierno no es más que una justificación de nuestra pereza y comodidad. Aquello que nos impide ser libres, mayores de edad. Aquí la cuestión es de prioridades. Y la prioridad es la justicia social sobre los intereses particulares. Y de lo que se trata es de tomar consciencia de que lo que se está dando es un ataque del poder del capital contra las clases de todos los trabajadores; esto es, la ciudadanía en general. Y esto es lo realmente importante, lo que debe unirnos a los ciudadanos. La clase política está siendo el vehículo de las intenciones del gran capital; y, no ahora, sino desde hace cuarenta años. Ahora es la oportunidad de enfrentarnos, en lo que todos los ciudadanos tenemos de común como obreros, a la clase política y al gran capital. Lo demás son intereses particulares. Hay que ir a lo general.
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