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Filosofía desde la trinchera

 

La especulación en las apariencias produce daño en la realidad. Realidad y apariencias se confunden en este baile de máscaras de la sociedad posmoderna y poscapitalista en la que vivimos. Pero, al final, el sufrimiento de los muchos es real. El para, el hambre, la miseria,…son reales para el que los vive aunque sean materia de especulación en el mundo aparente de la economía financiera.

 

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            Leo un libro, no demasiado bueno, aunque el tema lo es, sobre una facultad humana, la estupidez. El título es sugerente, El poder de la estupidez. La verdad es que siempre he pensado que hemos fundado nuestra sociedad occidental, a cuyos epígonos asistimos, sobre un mito: el de la racionalidad humana. Fue Aristóteles el que nos definió como seres racionales, frente al resto del reino animal. La verdad es que nuestra racionalidad es escasa, más amplia es nuestra estupidez, si no, no hubiésemos llegado al mundo en el que estamos. Una locura organizada nacida de la estupidez, no de la razón. O de la razón estúpida; es decir, de la que está ligada a los vicios, soberbia, vanidad, ansia de poder, idolatría. El hombre es un ser con capacidad de conocer. Y en esto no es diferente al resto de los seres vivos: la adaptación es conocimiento. Dentro de esa facultad de conocer está la racionalidad, pero es escasa. La razón no es nunca pura, está cargada de pasiones. Nuestro obrar viene marcado por las emociones, los sentimientos y la razón. Todas estas facultades en unión indisoluble, desde luego, no inanalizables. El problema de la estupidez es que es más amplia de lo que pensamos. Su mal reside precisamente en que está ligada a la ignorancia. El estúpido ignora que lo es, a pesar de que pueda ser inteligente, pero su inteligencia está contaminada del vicio. Creo que la estupidez es algo común al vicio. Y de esto, poco hay que añadir a lo que ya dijo en su ética Spinoza. Que tomen nota los psiquiatras y psicólogos y lean el análisis de los afectos de Spinoza. Nuestros vicios residen en ideas inadecuadas, su raíz es una falta de conocimiento; de ahí lo de la estupidez y la ignorancia. El problema es que la ignorancia es un caldo de cultivo para aumentar la estupidez. De ahí el acierto de Freud, en la línea de Sócrates: conócete a ti mismo. Lo interesante es ser capaz de hacer esto por uno mismo y tomárselo como tarea vital. Como reza la más descomunal de las sentencias socráticas: una vida sin autoanálisis no merece la pena de ser vivida. El error de occidente, que no ocurrió en las religiones y filosofías orientales, es que nos consideramos animales racionales e inteligentes y nos olvidamos de nuestra amplia estupidez, entre otras el pensar que somos sólo racionales y eso nos ha llevado a donde estamos. La estupidez vinculada al poder se retroalimenta y se ciega definitivamente.

 

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            José Miguel, no es miedo. Tampoco pretendo una sociedad burocratizada y perfectamente organizada, eso lo denuncio como totalitarismo y tu bien lo sabes. Lo que no me gusta son las máscaras. Sabes que soy reacio al disfraz. Bastantes personajes representamos ya a diario, para qué ocultarnos en otro más. Lo que no me gusta es el posmodernismo. La máscara confundida con la realidad. Te acuerdas que nunca estuvimos de acuerdo con el tercer acto de tu excelente obra La sombra de un farol. Mientras que me sentía plenamente identificado con los dos primeros actos y admiraba la capacidad de proyección de valores éticos a través del arte, la estética, con el tercer acto, quizás no lo entendí nunca, no pude identificarme. Estéticamente, o artísticamente, era el mejor, pero ahí se traslucía, a mi modo de ver, el posmodernismo. El baile de máscaras, el camaleón, todo ello, a pesar de algún discurso serio que recobraba el sentido común y lo verdaderamente importante, me llevaba al relativismo. Para mí –es mi punto de coincidencia fundamental con la dogmática de la iglesia- éste es el máximo mal de la humanidad. Además creo, que, como siempre, los filósofos hemos favorecido al poder. Alimentando el discurso posmoderno hemos alimentado el relativismo que forma parte del pensamiento único hegemónico con el que el poder tiene adormecidas a las consciencias. Hay que retomar la heroicidad de la ética. Todo está en los griegos. La lucha contra el relativismo también. Y los cínicos son universalistas porque saben lo que es importante y lo que tiene importancia. De modo que el camaleón, como cínico actual, es el relativista, el oportunista. Nada tiene que ver esto contigo. Sólo digo que es una lectura del tercer acto, que, por lo demás, lo discutimos en profundidad en su momento. No hay que dar salida al relativismo, hay que quitarse las caretas y no tener miedo a equivocarse. El relativista se esconde en la relatividad del conocimiento y de la ética, es un cínico político: un oportunista. El relativismo es el triunfo del más fuerte. Frente a las máscaras y las falsificaciones mi propuesta es la de la búsqueda de la verdad y la virtud, con firmeza y con pasión. Nada de tibiezas, como muchas veces hemos dicho. Y, a estas cosas, si que el poder les tiene miedo. Lo otro queda en el vacío del arte posmoderno, sin mensaje ni contenido…sólo válido para la especulación.

 

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            Los filósofos han perdido el norte. Los podemos situar en dos bandos. Los que siguen los pensamientos de moda que hacen un flaco favor a la ciudadanía. En definitiva siguen al poder y fomentan el pensamiento hegemónico. Y los que se encierran en la academia. Estos ni siquiera son filósofos, son eruditos o doxógrafos y sus preocupaciones son de interpretación, no de problemática filosófica. Su interés es mantener el currículo a base de publicaciones hueras. Luego está el verdadero filósofo. El que se dedica, como decía Kant –y es curioso que él fuese de estos, aunque no lo parezca- a la filosofía mundana. El que intenta responder a las cuestiones de toda la vida en la versión en la que aparecen en cada momento histórico. El filósofo, hoy más que nunca, tiene que estar en el ágora. En la plaza está su lugar común. No hemos salido de los griegos. Sócrates sigue vivo. La educación, realmente, no está en los centros de educación. Estos son centros de control y domesticación.

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