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Filosofía desde la trinchera

 

Esta si que es buena. La Secretaria del Estado de Educación dice que los alumnos de 4º de primaria tienen un buen nivel de conocimientos, según se deduce del plan de evaluación, el problema es que no son capaces de aplicarlos. ¡Toma ya, ahí es nada! Y, añade, el problema es que tienen una educación excesivamente teórica. Estos señores no se bajan de la burra. Y lo de la burra me recuerda al chiste de aquel que decía que tenía un burro que sabía leer y tras la prueba, esperando una hora, sin que el animal dijese nada, soltó, como la secretaria, sabe leer, lo que pasa es que no sabe pronunciar. Pues eso es lo que les pasa a nuestros alumnos según los responsables de educación, que saben mucho, pero no lo saben aplicar. Hay que joderse la estupidez que hay que soportar. Y, encima, resulta que les enseñamos demasiada teoría. Venga, más folclore y tonterías, más motivación, y menos autoridad y disciplina. Más señoritos satisfechos. El daño es irreparable, los que se salvan son por cuestión genética, diría yo que están genéticamente blindados contra la estupidez de la LOGSE-LOE. Pero, están también los listillos, que en otro sistema, llegarían lejos, y aprovechan la coyuntura y se convierten en trepas y oportunistas. Cínicos sin moral ni principios. ¡Venga ya!

 

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Hay una poesía que actúa como fundamento de las patrias y sin la cual no podríamos entender el odio…Necesitamos controlar a la poesía, tras cada limpieza étnica hay un poeta" Zizek. Este filósofo intenta desenmascarar los enredos del poder. Hay que tener cuidado con las ideologías. El fin de las ideologías da paso a las ideologías, siendo él mismo una ideología. Y las ideologías son la consciencia que el poder introduce en los ciudadanos a partir de la cual ejerce su violencia. Y los intelectuales somos muy culpable de todo ello. Primero, porque somos los que producimos las ideas, y, segundo, porque no las analizamos y combatimos seriamente, transformándose en peligrosas y violentas en manos del poder. El filósofo debe enseñar. Y enseñar es esclarecer, desenmascarar las ideologías del poder. Y, para enseñar, lo primero que hay que hacer es acabar con las máscaras del relativismo.

 

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            No existe la identidad, solo la alteridad. Ése es el sentido de que el hombre sea un animal social o gregario. Somos seres en construcción. Y nuestra construcción siempre se da al calor de los otros. En la máxima soledad estamos en diálogo con los otros, porque nuestro yo es diálogo, alteridad. Lo de la identidad es una ficción, un mito. Necesitamos de los otros para existir y crecer.

 

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            Para recuperar el orgullo de ser sindicalista hoy en día se requiere la recuperación de todo lo que hemos perdido a manos del capitalismo desbocado. El problema es que los partidos de izquierda y los sindicatos le han hecho el juego y el camino más fácil a este capitalismo. Recuperar el orgullo requiere: recuperar la democracia por medio de varios pilares. Recuperación de las ideas de izquierda, transformación de los partidos políticos en verdaderos representantes del ciudadano, no en clase política ensimismada en sus luchas de poder. Recuperación de los sindicatos que unifiquen la consciencia de todos los trabajadores. El capital se ha preocupado por eliminar la consciencia de clase haciéndonos creer que no existen las clases sociales y dividiendo a los trabajadores en distintos sectores con intereses diversos. Sí existen las clases y el poder lo sabe. Los sindicatos no se recuperarán hasta que no asuman que son sindicatos de clase y que hay una sola clase de los trabajadores. Hoy, más que nunca, nos damos cuenta de que la sociedad está absolutamente polarizada. Pero nuestros gobernantes siguen haciéndole el juego al verdadero poder: el del capitalismo desbocado.

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