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Filosofía desde la trinchera

Los grandes espíritus siempre han
tenido que luchar contra la oposición feroz de mentes mediocres.
(Einstein) Una sentencia del gran físico fantástica. La podemos entender dirigida a la propia actividad científica e investigadora y a la vida misma. Los grandes espíritus son los espíritus libres, los que se hacen a sí mismos, los autónomos. Los que llegan a tener ideas propias porque son capaces de poner en cuestión todo lo pensado anteriormente. Éste es el caso del genio científico de Einstein. Se atrevió a poner entre paréntesis la validez universal de toda la física clásica. Nadie sospechaba esto. Se pensaba que la física al final del XIX estaba concluida. Einstein, con su genialidad, su independencia de espíritu, produce las dos grandes revoluciones de la física del siglo XX: la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. Pero en el mundo cotidiano ocurre igual. Los mediocres son los que, por pereza y comodidad, siguen las costumbres, lo asumido por la mayoría, no se atreven ni a pensar ni a actuar por sí mismo. Porque lo que caracteriza al mediocre es que no tiene ideas, sino creencias y prejuicios. Luego está también el genio moral, como los grandes fundadores de religiones y filosofías morales. Todos ellos fueron espíritus libres e inadaptados. Personas tremendamente molestas a la sociedad porque la ponían, y la siguen poniendo, en cuestión desde sus cimientos. La educación tendría que tener por objetivo fundamental conseguir que los ciudadanos sean lo más libres posible. Éste es el ideal ilustrado. Pero esto no se consigue por la obligatoriedad y la extensión de la educación. Al revés, esto último produce mediocridad y borreguismo. El mismo Einstein pensaba que había que salirse un poco del sistema para ver las cosas desde fuera y construirlas desde sí mismo. Los grandes revolucionarios han sido autodidactas y ácratas. Son y deben ser así enseñados en la escuela, como paradigmas éticos de la humanidad.

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