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Filosofía desde la trinchera

Leo en un periódico nacional que el Islam y la democracia son incompatibles. Lo que se quiere producir es un enfrentamiento entre civilizaciones. La tesis del choque de civilizaciones es un cuento. Es pura ideología para justificar la invasión y el control de los recursos energéticos. El Islam ha de ser demonizado por el capitalismo, como lo fue el comunismo y el marxismo. Hoy, con la crisis económica, y yo sin ser marxista, vemos cuánta razón tenía Marx en muchas cosas de importancia. Y, por su puesto, su gran impronta ética, que en el capitalismo salvaje no existe ni por asomo. Éste, por el contrario, lo que pretende es convertir a la persona en mercancía, instrumentalizar, eliminar su dignidad.

 

            Pero a lo que íbamos. El Islam es tan antidemocrático como el Judaísmo y el Cristianismo. Las tres religiones, llamadas religiones del libro, tienen en común la teocracia. La unión entre el poder político y el religioso. La única ley auténtica es la ley que emana de dios. Y ésa está en el antiguo testamente. La cuestión es la del poder. La religión cristiana no se separó, hoy en día sigue queriendo una cuota, del poder de buena gana. Durante siglos fue absolutamente perversa, intolerante, cruel, fanática e, incluso, genocida, como en la destrucción de las Indias. Pero la revolución del pensamiento fue poniéndola poco a poco en su sitio. Hasta que llega la ilustración y se proclama el laicismo, separación del estado y la iglesia. Pilar indispensable de la democracia. Para que ello fuese posible tuvo que producirse una revolución intelectual, como fue el renacimiento y la ilustración, el nacimiento de la ciencia moderna y las guerras de religión que asolaron a Europa durante cien años.

 

            Pero, curiosamente, el Islam conoció su época dorada en Al-Andalus. Aquí hubo una auténtica ilustración en los dos sentidos. Se recuperó el saber griego y se tradujo al latín y al árabe. Sin la traducción al latín, el renacimiento europeo hubiese sido imposible. La alta escolástica, tuvo acceso a los textos científicos y filosóficos a través de las traducciones que hicieron los musulmanes españoles, aquellos que llevaban ocho siglos en España y que fueron expulsados por el fanatismo integrista del cristianismo. En segundo lugar, este acopio de saber iba acompañado del ideal de la tolerancia. Se intentó un primer diálogo entre culturas y, durante siglos, hubo una convivencia y coexistencia. También hubo una interpretación de las escrituras, que se la debemos al filósofo Averroes que hicieron posible el nacimiento de la ciencia. Este filósofo mantenía la llamada teoría de la doble verdad. Una es la del Corán y otra la de la razón o la filosofía. La verdad única es sólo accesible a Alá. Tomás de Aquino puso todo su empeño en rebatir a Averroes en la universidad de París. Si Averroes tenía razón, como efectivamente la tiene, la religión está en peligro y, con ella, su poder político que ostenta. De tal forma que se establece la doctrina de la subordinación. La ciencia, la razón, la filosofía, son siervas de la teología. Su actividad no puede exceder la verdad revelada. El saber no es investigación sino recapitulación. Galileo recupera a Averroes en su juicio cuando responde al jesuita Bellarmino: La Biblia nos dice como ir al cielo, la astronomía como van los cielos. Es la teoría del doble lenguaje o la doble verdad, en versión de Averroes. Pero, mientras tanto, el nacionalcatolicismo hispano, se encargó de expulsar a los judíos y musulmanes. Y, desde entonces, salvo honrosas ocasiones, no hemos levantado cabeza, ni científica, ni filosófica, ni políticamente. El Cristianismo es esencial en la cultura europea, pero, del mismo modo, el Islam. Demonizar al Islam es incultura, fanatismo e incitación a la violencia.

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