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Filosofía desde la trinchera

Mientras buscamos nuestro propio beneficio, ¿quién cuida del planeta? El aire es más espeso, el agua más ácida, hasta la miel tiene cierto rebusco metálico gracias a la radiactividad. El mundo se acaba. No hay tiempo para pensar, para prepararse. Han hipotecado el futuro, a corto plazo, ¡pero no hay futuro! Estamos sobre un caballo desbocado.

De la película: Pactar con el diablo

 

            La frase que citas al final lo dice todo. El mal está en el hombre. De ahí la sabiduría de los mitos fundantes, como es el caso del Génesis. El mal entra en el mundo por el hombre, su acto libre, que no es más que la vanidad y la soberbia. Desde entonces toda acción humana está contaminada. Pero ahora tenemos argumentos desde la etología humana. La evolución de nuestra conducta se basa en una síntesis entre la sociabilidad y el egoísmo (vanidad), que no es más que la supervivencia. Pero ya lo decía Kant, aquello de la sociable insociabilidad del hombre. Y esto es una síntesis fantástica entre el homo hominis lupus est de Hobbes y la ingenuidad rousseouniana de que el hombre es bueno por naturaleza. Por eso Kant sabía que el hombre era capaz del mal radical y es él quien lo define. Y también sabía que el hombre era capaz de lo sublime, y su estética es una reflexión sobre ello. Pero también sabía que había dos cosas que le conmovían, la ley que rige el movimiento de los cielos (se refiere a la física newtoniana) y la ley moral en nuestro corazón. Es decir, la ciencia y la ética, que junto con el arte y el derecho son los grandes logros del hombre. El resto es vanidad. Y para seguir con esta reflexión habría que comentar el Eclesiastés, uno de los libros más sabios que jamás se haya escrito…vanidad de vanidades…eso es la vida.

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