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Filosofía desde la trinchera

No entiendo lo que quieres decir. Siempre ha sido lo mismo desde el neolítico para acá. ¿Por qué no salir a la calle? El poder siempre es el poder y querrá mantenerse en el poder y utilizará para ello todo el poder que pueda que siempre tiende a ser absoluto, incluso en las democracias en la que el poder aparece camuflado, pero se absolutiza bajo máscaras. Hay un mal que es cómplice del mal radical y es el mal consentido. No se puede admitir el mal y hay que salir a la calle, sea lo que sea la calle, lo que no se puede permitir es que se pisotee la dignidad y eso es algo común y cotidiano. Por tanto, todos somos conniventes. Habría mucho que reflexionar sobre el mal consentido, primero para darnos cuenta de que nuestra naturaleza humana es la causa del mal, todos por igual, y, segundo, para ser conscientes de que el mal radical existe porque existe el mal consentido. Si ninguno admitiésemos el abuso del poder no existiría ese mal. Pero lo permitimos, lo consentimos. Y en las sociedades democráticas lo hacemos con mucha más facilidad, porque todos somos tremendamente egoístas e insolidarios. Es nuestro estado normal de conciencia, el que el propio sistema de producción ha producido. Todo sistema de producción tiene su ideología alienante, la nuestra es el posmodernismo: relativismo y narcisismo egoísta, unido al conformismo: no se puede hacer nada, todo está determinado. Nada de esto es cierto, es pura ideología. Somos culpables de participar en el engaño porque no hacemos el esfuerzo de desengañarnos y, cuando lo hacemos, caemos en el engaño de que  el proceso es necesario, inevitable. Otro engaño de la ideología dominante. Y esto, como digo, no es nada nuevo. Tiene dos fundamentos, la naturaleza humana entendida en su nivel biológico, en primer lugar, y, en segundo lugar, nuestra historia; todo comenzó en el neolítico: desigualdad, división del trabajo y poder.

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