Blogia
Filosofía desde la trinchera

Mal consentido.

Sólo una movilización popular e intelectual, insistida y de gran calado, podrá ayudarnos a acabar con tanta patraña y tantas desvergüenzas. ¿Cuándo dejaremos de tolerar tanta ignonimia, cuándo pondremos fin a tanta indignación? José Vidal-Beneyto.

 

            Quería escribir sobre el peliagudo tema del mal consentido que, a mi modo de ver, es el que realmente hace posible el mal radical y todo tipo de mal. Tres libros que he leído recientemente hacen referencia a él. El primero de Aurelio Arteta lleva ese título precisamente y es un análisis en profundidad del tema. El segundo es el recientemente aparecido Reacciona de varios autores en el que se proponen diez razones para reaccionar ante los males del mundo. Y el tercero un panfletillo de Federico Mayor Zaragoza Código de silencio. El título lo dice todo. El silencio es el mal consentido.

            Vivimos en una sociedad en el que el mal se hace, en todos los ámbitos, cada vez más profundo. Una sociedad que nos está esclavizando. Nos hemos convertido en súbditos de los diferentes poderes sin darnos ni cuenta. Somos siervos voluntarios. A lo mejor, o a lo peor, eso está en nuestra naturaleza. Pero eso es algo que excede en mucho este artículo. Vamos a partir del hecho de que podemos ser libres y debemos serlo. Y ser libres es ser responsable de nuestras acciones. Por eso es menester actuar. Pero la cosa se hace más profunda e importante porque somos animales políticos, vivimos en ciudades y nuestra existencia tiene que ver con lo que se hace en la polis. Por ello es imprescindible nuestra participación política. Y es aquí donde surge el problema del mal consentido. Éste consiste en recluirse en la vida privada y consentir el mal que se produce en la sociedad y del que somos conscientes. Es nuestra cobardía y nuestra comodidad, así como nuestro egoísmo, el que nos lleva a esta postura. Pero en las llamadas sociedades democráticas avanzadas e hipercapitalistas, hemos perdido casi la conciencia social. Se nos convierte en siervos por medio del consumo y los falsos valores egoísta-narcisistas que nos despachan los medios de comunicación de masas. De esta manera el poder se ve con las manos libres para hacer todo lo que quiera. Nuestro silencio es su mejor aliado, por eso es necesario reaccionar ante los males sociales. Porque estos males sociales son un atropello contra la dignidad de las personas.

            Nos creemos que nuestras sociedades son menos malas que las anteriores. Esto es un error porque es un engaño. Lo malo es que la ciudadanía prefiere el autoengaño, de ahí lo de mal consentido. El orden mundial y estatal son nefastos para una gran mayoría de la población. Es necesario tomar conciencia de esos males para reaccionar frente a ellos y actuar. El pensamiento y el conocimiento son un camino de libertad, pero la libertad política es compromiso con la polis, con la cosa pública. La libertad es valentía, lo contrario de la actitud del mal consentido. Si nosotros consentimos el mal, el poder lo hará. No debemos aceptar esa actitud porque en última instancia el poder se hará con todo el poder y llegará al mal radical. Ocurrió en los fascismos y a ellos se llegó desde la democracia y tras una crisis económica. Esto es un aviso para lo que está ocurriendo hoy en día. Es necesario tomar conciencia de que la política se ha convertido en una profesión. Que los partidos gobiernan para sí mismos y por el poder, que vuelven la espalda a los ciudadanos porque los consideran súbditos. Y en última instancia lo somos por nuestra servidumbre voluntaria. Servidumbre voluntaria que no es más que mal consentido. Los políticos abarcan el poder de los ciudadanos, lo absorben. Eliminan nuestra libertad. Y nuestra cobardía y pereza nos permiten consentir. Hay que reaccionar contra el orden económico mundial que elimina al poder político y del que este último se hace connivente. Pero este poder económico enriquece a unos pocos y produce miseria. El crecimiento económico, basado en el mito del crecimiento ilimitado, simplemente, mata. Tenemos que denunciar esto, no podemos callar, el silencio es cómplice. La educación está en manos del interés político, que, a su vez, obedece al mercado. Se ha mercantilizado la educación, que produce individuos acríticos perfectamente domesticables y adaptables al sistema. No podemos aceptar los medios de comunicación que tenemos. Son puro vicio público. Además de distraer las conciencias inoculan, como perversos virus, falsos valores. Es necesario reaccionar ante esta dictadura, que en forma de democracia se nos impone. No podemos permitirlo, si lo hacemos estamos dando paso al mal radical que en algunos lugares del mundo ya existe; y que ya empieza a llamar a nuestras puertas. El silencio es consentir.

0 comentarios