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Filosofía desde la trinchera

El burka, la prohibición y la esclavización de las mujeres.

 

            Vamos a extender aquí, por simplicidad el burka a cualquier velo islámico, incluso el velo corto que lleva toda la cara descubierta. Lo que nos queremos es plantear una cuestión de fondo. El problema es si se debe permitir el uso del velo islámico o no. Mi respuesta es que, de ninguna de las maneras, ni en público, ni en privado. El uso del velo islámico, mucho más el burka que es de la tradición de Afganistán y anterior al Corán, no tienen nada que ver con la religión. Se ha hecho un flaco favor en la discusión sobre este asunto a las mujeres, sobre todo cuando los interlocutores son hombres. Hay muchas dimensiones sobre el uso del burka y el velo. El asunto no es religioso, sino político.

Una primera dimensión política es que el velo fue utilizado por las mujeres en el proceso de descolonización como seña de identidad contra occidente. El velo marcaba las diferencias de civilización. La ropa musulmana, en este caso también masculina, era una proclamación de identidad frente al invasor occidental. Pero hay otra dimensión política mucho más importante. No existe en el Corán ninguna relación con el burka, es decir, que esto tiene que ver con las instituciones eclesiásticas. Y, como sabemos, el Islam no es como el catolicismo, sino que las escuelas varían y conforman sus doctrinas altamente contaminadas de la política. El burka y el velo son cuestiones de poder del hombre sobre la mujer. Deben prohibirse en lo público y en lo privado en nombre de la libertad.  El burka y el velo es el símbolo de la posesión del hombre sobre la mujer. Es tremendo ver en occidente a los hombres musulmanes ataviados con la ropa y accesorios occidentales y a las mujeres ocultas tras sus velos. Esto no es más que poder, opresión y esclavismo. Existe una realidad oculta tras el velo que es la del integrismo religioso y político que elimina la libertad de las mujeres y las tortura.

Pero también hay otro factor importante que ayuda a mantener este estado de cosas y es lo que la autora Tamazali  en su El burka como excusa llama terrorismo intelectual. Me estoy refiriendo al relativismo cultural alimentado por la izquierda feminista. El relativismo pone en pie de igualdad a todas las culturas, exigiendo el respeto de todas las costumbres. Esto es una farsa absolutamente inhumana que impide el proyecto ético de la humanidad. Que impide la consecución de los derechos humanos y de la democracia. Es una doctrina posmoderna que ha calado en la izquierda progre acarreando tremendos males sociales. La izquierda feminista asume este relativismo y pretende defender a la mujer. Pero confunde su identidad, con su libertad. Ve antes la cultura que el individuo, reduce al individuo a un conjunto de normas culturales. Tremendo error. Se nos dice que hay mujeres que voluntariamente quieren llevar el velo, y tenemos testimonios abundantes de ellos. Pero esto es falso, en una sociedad cerrada, en la que no existe la libertad, en la que hay una jerarquía, es fácil asumir el papel. La libertad no se da en este tipo de sociedad, no es más que apariencia. La libertad sólo es posible en las sociedades abiertas. Aún así podríamos cuestionarnos cuánto grado de libertad tenemos cuando hacemos, hablamos y vestimos como lo hacemos. Por eso Fátima Mernisi en su El Islam en el occidente titula su último capítulo, de forma provocadora, El burka en occidente es la talla 38. Que cada cual reflexione y se analice para saber hasta qué punto es libre. Nunca viene mal un poco de conocimiento de sí mismo.

Y para otro artículo queda las manifestaciones públicas de los santos del catolicismo en procesiones seguidas de altos cargos públicos. Lejos nos queda el laicismo y la pluralidad de ideas que él defiende. La pasión y muerte de Jesús, además de ser un acto privado hecho público con la connivencia del poder político, es sádico y masoquista. Nos enseña un mundo de dolor, sufrimiento y venganza contra los no creyentes. Es una religión excluyente y torturadora que elimina al ser humano de su horizonte en el que sólo cabe el poder.

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