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Filosofía desde la trinchera

Heterodoxias

Es una pena que mi admirado Javier Sanpedro desconozca tan profundamente a Popper. La refutación popperiana no se identifica con la mentira de lo refutado, sino que queda inscrito como una verdad particular dentro de una teoría más general, más verdadera, también refutable en el futuro, que es más rica, que aumenta la capacidad de explicación del mundo y de predicción, en definitiva, una teoría más fecunda. Es la relación entre falsación y progreso científico, que después Popper entendería como falsación y evolución del conocimiento y más tarde como falsación y evolución en general. Ya digo, una lástima. Y el ejemplo del horóscopo es esperpéntico. Lo que Popper dice explícitamente de ello es que el horóscopo es un claro ejemplo de que la ciencia no es verificable o lo verificable, porque todo horóscopo se cumple. Ahora bien, un hecho predecible particular de un horóscopo puede ser o no falsable y no es el caso, por tanto la astrología no es ciencia. Pero sí lo es la física. Y en el caso de la ciencia de Newton, pues lo mismo, Popper se encarga de señalar de todas las formas posibles que el edificio clásico es una verdad científica dentro de la teoría de la relatividad. Estos científicos que desprecian la filosofía de la ciencia sin haber leído una línea de ella son bochornosos. Al final lo que ocurre es que triunfa, como es el caso, o bien, la concepción de la ciencia como verdad absoluta, o bien la teoría posmoderna de los discurso que reduce la ciencia a la mera subjetividad y relativismo de cualquier discurso. Popper fue uno de los mayores defensores del discurso científico como discurso crítico, objetivo y racional que ha habido en el siglo XX.

Al final Einstein tenía razón, los neutrinos no viajan más rápidos que la luz. La luz sigue siendo una constante del universo. De todas formas los medios de comunicación dan una visión endiosada del científico. Toda teoría científica está abocada a su refutación. Las de Einstein también. Nunca nadie supuso que caería el edificio clásico de la física newtoniana y fue el propio Einstein el que lo tiró por tierra. La ciencia es la búsqueda de la verdad y, por el camino, van quedando verdades parciales. Por eso la ciencia es el ejemplo del saber crítico y objetivo, no relativo, ni absoluto. Este es el modelo que deberíamos adoptar para el saber ético y político, ya que éste está cada vez más anclado en el saber científico. A parte de todo ello quedaría el arte y lo místico.

MA RIO VARGAS LLOSA. La civilización del espectáculo. Alfaguara, Madrid, 2012.

 

            Es ésta la última obra del prolífico Vargas Llosa, esta vez un ensayo, ensayo que se dirige al centro de la cultura occidental y al centro de los problemas de las ideas en nuestra civilización. En definitiva una obra, profunda, excelsa y excelente que se pregunta sobre la posibilidad de un fin de la cultura, lo que tiene mucho que ver con un fin de nuestra civilización, y a la que da una respuesta negativa. Hay como una especie de pesimismo y nostalgia en la obra de Vargas llosa. Comparto ese pesimismo y esa nostalgia. En el fondo hay, aunque no aparezca, una crítica a la idea de progreso. Y eso al autor, aunque parece que no es consciente de ello, le debe afectar bastante siendo un liberal indomable que ha excedido en mucho, así pienso yo, las tesis de su maestro Popper o Hayek. Pero, en fin, esto son los problemas que trae el adherirse a creencias que son infundadas como lo es el neoliberalismo y el mito del progreso. No es mi intención aquí hacer un resumen de la obra de Vargas Llosa, lo que recomiendo encarecidamente es su lectura, así como el debate que se ha generado en los medios de comunicación, tremendamente enriquecedor. Sino que lo que yo voy a hacer serán una serie de reflexiones al hilo de las ideas del autor que comparto en gran medida.

 

            No sólo la cultura, la alta cultura a la que se refiere el autor, se ha convertido en un espectáculo, con lo que ha perdido valor y se ha trivializado, sino que es la propia civilización. Pero, curiosamente el mal procede de las ideas que durante tanto tiempo ha defendido Vargas Llosa. Por otro lado, hay que tener en cuenta que todo empieza y todo acaba. La cultura occidental, nuestra civilización tuvo sus orígenes en Grecia, y después de unos siglos de ocultamiento tiene su renacimiento y su culminación en la Ilustración. Pues bien, precisamente esta Ilustración, o más bien, lo que llamo la perversión de la Ilustración, que es cuando ésta endiosa a la razón y la convierte en absoluta e incuestionable, es la causa del propio declive de occidente y de su más alta cultura así como de los productos éticos y políticos que de ella han emergido.

 

            El desarrollo de las democracias liberales, después de la segunda guerra mundial, convertidas en neoliberales, después de la crisis de los setenta nos ha llevado al triunfo del mercado sobre todo lo demás. Y es la ley del mercado la que lo rige todo. Y al triunfar el mercado nos quedamos sin política ni ética. Todo está sujeto a un valor de cambio. Y lo que se ha llamado la cultura o la alta cultura va progresivamente desapareciendo porque carece de valor en el mercado. Pero al neoliberalismo hay que asociarle una ideología, una falsa filosofía que es la que nos permite vivir en este mundo esquizoide y maligno en el que estamos sometidos al triunfo de la tecnobarbarie, me refiero al posmodernismo. El posmdernismo es una filosofía maligna que justifica el mal, como ha ocurrido con muchas otras. Entendemos aquí filosofía como visión del mundo y de las relaciones del hombre con éste y con los demás, sin ninguna pretensión academicista. Pues bien, el posmodernismo niega la existencia de valores objetivos. Confunde lo objetivo con lo absoluto. Es una conquista de la Ilustración y de una sana filosofía acabar con las verdades absolutas, pero confundir lo absoluto con lo objetivo es dar el paso al relativismo, al todo vale, y con él al nihilismo. Y esa ideología es la que le conviene al mercado, porque no exige nada al ciudadano, todo lo contrario, el ciudadano mientras menos saber tenga, mejor, y mientras más se crea que sabe, pues mejor y mientras más crea que vivir en democracia y tener libertad de expresión es poder decir lo que se quiera sobre cualquier cosa independientemente de mi saber, sino porque yo quiero o me interesa, pues mejor para el poder del mercado. Y esto es así, porque de esta manera lo que tendremos serán ciudadanos sumisos, agradecidos y egocéntricos. Por otro lado las sociedades hiperdesarrolladas han producido un nivel tal de consumo que se confunde la naturaleza humana con el propio consumo y el hombre se diluye en él. Confunde felicidad y realización personal con consumo. Mientras que, por otro lado, ese consumo lo vuelve sobre sí mismo, egocéntrico hedonista, y lo hace olvidarse del otro, del que sufre, del que pasa hambre, de los problemas de la humanidad y de nuestro caos civilizatorio. Por eso la cultura, siguiendo a nuestro autor, se ha convertido en un espectáculo, la cultura ya no tiene sentido si no es desde el punto de vista del espectáculo. Y, claro, el nivel de formación de los ciudadanos es mínimo, cada vez menor. Se les forma alienantemente para convertirlos en instrumentos de producción. El objetivo de la formación no es el convertirse en ciudadanos, ni alcanzar la cultura superior,, no conquistar los cimientos de la ciencia, ni conocer la herencia de nuestro pasado que nos ha permitido conquistar la ciencia, la técnica, la filosofía, el derecho, no. Nada de esto. El objetivo de la educación es la adaptabilidad del sujeto a la sociedad en la que vivimos. Es decir, nada de transformación. Ahora bien, con el bagaje educativo que pueden llevar los alumnos poca capacidad de crítica y transformación pueden tener. Son devorados por el sistema. Su ignorancia de lo que son, de dónde vienen y de dónde pueden llegar a ir es supina. Y ya se ha encargado de ello el sistema educativo. Cómo van a poder valorar la cultura. Imposible. La cultura se hace plana, superficial y homogénea, como los grandes almacenes. Triunfa lo fácil, lo que está a la vista. Pero esto es una pescadilla que se muerde la cola, si el sistema de enseñanza produce ciudadanos aborregados interesados en adaptarse al mundo que se les ofrece, por un lado, y si la cultura está fuera de su alcance, porque ni siquiera saben que existe, viven como en un eterno presente paradisíaco semiinconsciente, cómo van a tomar conciencia de que este mundo, esta cultura, esta civilización se va al traste con sus grandes conquistas, sin ocultar sus grandes perversiones, precisamente una de ellas es la que comentamos y en la que, equivocadamente ha participado Vargas Llosa. Nuestro autor ha sido un gran defensor de la libertad, la libertad como el máximo valor, ahí coincido con él, pero resulta que políticamente esa libertad ha ido desapareciendo y se ha convertido en la libertad del mercado, de los especuladores y la sumisión inconsciente de los ciudadanos; además del destrozo del planeta y la hambruna de casi la mitad de la población. Mal camino ha seguido el liberalismo.

 

            Por otro lado, la revolución digital y tecnológica está transformando drásticamente el periodismo y la literatura, así como el ensayo y los tratados, aunque estos menos. Internet, las redes sociales y los blogs sustituyen a los verdaderos talentos y nos dan gato por liebre. Es cierto que la información es infinitamente abundante, pero dispersa, inabarcable y, en gran medida, obsoleta. Por otro lado, todo ello, producirá un cambio en nuestra forma de acceder al conocimiento que, por un lado, nos dará nuevas facultades pero perderemos otras. El progreso es un mito, no creo que la sociedad futura sea mejor gracias a las nuevas tecnologías, sólo puedo decir que será diferente. Y también, que tenemos una gran suerte la generación que nos ha tocado vivir a caballo de las antiguas formas de aprender y acercarse a los libros y a los múltiples usos de Internet, nos podremos quedar con lo mejor de las dos cosas. Pero los que sólo se han formado en las nuevas tecnologías tendrán unos cerebros estrictamente distintos, con amplificación de ciertas capacidades y merma de otras. Lo malo, y es una sospecha, es que todo esto no sea más que un juguete con el que entretener a la ciudadanía haciéndole pensar que es participativa, que está informada, cuando realmente está profundamente engañada.

 

                                   Juan Pedro Viñuela.

Frente a un mundo globalizado, cuya crisis capitalista es una crisis sistémica, nos encontramos con el añadido de la superpoblación. Ésta procede, precisamente, del desarrollo industrial típico del capitalismo. La cuestión es que el crecimiento es limitado. Es más, es necesario el decrecimiento, por un lado y es necesario que todo el mundo coma y tenga vivienda, así como que se respeten los derechos humanos. Pues todo ello no es posible si no iniciamos una senda de decrecimiento basada en un modelo político ecosocialista y en una auténtica república cosmopolita de ciudadanos libres. Éste debe ser el marco para el siglo XXI no el crecimiento. Es imposible el crecimiento ilimitado, luego es imposible el capitalismo tal y como se desarrolla desde el siglo XIX.

Mercedes, se agradece tu comentario. Muchas de tus preguntas son retóricas, yo contestaría que sí. Otras, sobre todo las que tienen un tono personal, pues no contestaría o diría que no. De todas formas como son tantas las preguntas expongo brevemente mi argumentación que está repartida en toda mi obra. Antes de empezar lo que tengo que decir es que mi discurso, aunque parezca anticlerical e incendiario, no lo es, eso son sólo las formas. Digamos que hay que exagerar un poco para que el resto dé el tono justo. Para empezar considero que no debería haber clases de religión en los centros públicos, de ninguna confesión. Sí el estudio del hecho religioso desde sus diferentes dimensiones como un discurso que ha sido determinante en la construcción de la civilización occidental. El anticlerical quiere eliminar a la iglesia o las iglesias. Éste no es el caso del laico o del laicismo, sin el cual no hay democracia. Las distintas confesiones tienen cabida dentro de la libertad de pensamiento, conciencia y religiosa, en un estado de derecho, siempre y cuando estén dentro de los límites del derecho. Por eso la libertad consiste muchas veces en prohibir.

Considero que la enseñanza religiosa ha de ser privada en sus propios centros o iglesias. Ahora bien, las diferentes religiones tienen voz en el debate público en pie de igualdad, no como pensaría el anticlerical, que yo no soy. Por otro lado, para que ese diálogo sea posible la religión tiene que renunciar a una de sus esencias, ser poseedora de la verdad absoluta. Esto es algo, y lo quiero matizar porque mi discurso va más contra la institución que contra los pocos creyentes y menos practicantes, imprescindible. Si en un diálogo en el que la verdad es fruto del consenso, aunque objetiva, porque se basa en la razón, alguien se alza con la voz de la verdad absoluta rompe las reglas del juego democrático y ocupa el espacio de la ciudadanía. Y eso es lo que le ocurre a la institución de la iglesia. Desgraciadamente en los dos últimos papados hemos ido hacia una iglesia dogmática y no hacia una iglesia de praxis ética. Lo que le interesa a la institución es el dogma, esto es claro porque si no empezaría el proceso de autodisolución. El problema es que su praxis y su dogma están en contra de la ética evangélica. Y esto sin entrar en la verdad de los evangelios y del nuevo testamento, como testamento histórico, que esto es otra cosa, no menos importante. En cuanto a los que enseñan religión, pues habrá de todo, yo hice un juicio general porque creo que es el que predomina. Pero es que además, las supuestas verdades de la religión no son más que un conjunto de mitos, diferentes en cada una de las religiones y que existen porque son el mejor mecanismo adaptativo (dentro de la evolución de la cultura) que encontró el Homo sapiens para sobrevivir. De todas formas esto tiene su base neurofisiológica. Ver, p.e. Francisco Rubia, Francisco Mora y Llinás. Aquí encontrarás argumentos empíricos muy interesantes y propuestas de investigación más interesantes todavía. Las creencias son delirios, quizás delirios necesarios (como diría Castilla del Pino), pero delirios. Lo que sucede es que son colectivos y se han ido formando evolutivamente. Las sectas nos pueden ayudar a pensar el cómo se puede llegar a estos delirios colectivos. Pero de lo que yo hablo tiene un fundamento neurofisiológico detrás.

En cuanto a la ética evangélica yo me refiero a dos discursos: el discurso de la montaña (ética social) y la parábola del buen samaritano (ética individual con proyección social) Éstas éticas son fundamento de la ética laica de la ilustración. Pues bien, este discurso es el que ha seguido la teología de la liberación que, por cierto, me he encargado de estudiar un poco, y son el fundamento de una ética cosmopolita, a mi modo de ver. Pero la teología de la liberación está perseguida por la iglesia. Hay un libro de Jon Sobrino, un jesuita teólogo de la liberación que se titula “Fuera de los pobres no hay salvación” Y es un título como respuesta al dogma eclesiástico que dice: “fuera de la iglesia no hay salvación”. Sé que la mayoría de los creyentes está más cerca de esto, por tanto más cerca de mí, que soy un ateo recalcitrante que se ha hecho a sí mismo después de mucha reflexión, lectura y, desgarro, que de la postura oficial de la iglesia. Y, si eso es así, algo anda mal en la iglesia.

Para terminar una sola cosa. A pesar de mi ateismo, considero que uno de los males de nuestro tiempo ha sido la pérdida de espiritualidad que la inmensa de la mayoría encontraba en las religiones tradicionales y que ha sustituido por bagatelas y hedonismo. No todo el mundo es capaz de resistir la intemperie en la que se ve obligado a vivir el ateo (el que está convencido hasta el tuétano de la inexistencia de dios y del sin sentido del mundo) Un saludo y gracias.

“En conclusión, para todos los sofistas las normas morales vigentes son convencionales, pero mientras que para algunos (Protágoras) son producto del acuerdo, pero no antinaturales, para otros (Calicles y Trasímaco) además de convencionales son antinaturales.”

 

            Esto es necesario que sea comentado porque mucho tiene que ver con la actualidad. Para los sofistas las normas morales son convencionales, efectivamente, así es. Son producto del acuerdo. Pero convencional no implica ni arbitraria ni trivial. Hay que distinguir entre la alta sofística y la demagogia. Los sofistas hicieron posible la democracia, porque no creían en verdades absolutas, sino en verdades consensuadas. Las normas morales y políticas proceden del nomos, no del logos. El segundo es universal y necesario, el primero es convencional y fruto del acuerdo. Pero, ni arbitrario, ni subjetivo, en tal caso estamos en la demagogia que no es más que el poder absoluto, la tiranía de la palabra o sofística o retórica. Es decir lo que hoy es la propaganda que nos inunda y nos convence desde nuestra ignorancia. Por su puesto, si las normas proceden del hombre no son naturales, y en eso estamos, no existe el derecho natural, las normas morales no están inscritas por naturaleza en el hombre. Ahora bien, no son antinaturales, porque en el hombre se da la base natural, etológica, de la conducta moral. Y esa base es el altruismo recíproco o egoísmo recíproco, según los gustos o tendencias, pero dicen lo mismo y tienen que ver con la ineludible (necesidad del logos) sociabilidad del hombre. Así pues la verdad ético-política es provisional y objetiva, pero no relativa ni subjetiva.

Y todo esto es muy actual porque lo que al poder le interesa es el relativismo, de esa forma nos quedamos sin verdad. En la actualidad, si no hay verdad y el individuo está preso de su propio placer egoísta-hedonista, pues el poder tiene las manos libres. Y eso es lo que ocurre. Cuando no hay verdad, y me refiero a la verdad consensuada, democrática, provisional, etc, la verdad es la del más fuerte. Por eso desde hace unas décadas vivimos en un fascismo económico del que ahora nos damos cuenta y los que contribuyeron a ello, entre estos la izquierda europea y el PSOE, por su puesto, pues se llevan ahora las manos a la cabeza. En el 73 hubo una doble posibilidad, o neoliberalismo o seguir el consejo del informe del club de Roma sobre Los límites del crecimiento. Se hizo lo primero y ello llevaba aparejada la idea de que existía como un determinismo económico al que se le sumó un pensamiento único a nivel ético y político. Ésta es la teoría de la muerte de las ideologías y el fin de la historia. Las dos cosas constituyeron el final de la democracia que es donde hoy estamos. Pero también estamos en el principio del fin del capitalismo.

La verdad.

 

Vamos a ver. El tema de la verdad es uno de los temas más importantes de la filosofía y de la ciencia. Por eso no se puede abordar a la ligera. Yo sólo voy a hacer un esquema de lo que, desde mi filosofía (visión general del mundo que procede de una generalización del saber científico, en primer lugar y, en segundo, un saber ético político, una praxis, una acción), podemos entender como verdad.

La verdad absoluta forma parte del ámbito de las religiones, fundamentalmente de las religiones monoteístas. Esto no nos interesa aquí, salvo cuando la política, la ciencia o la filosofía se endiosan. El peligro de esta verdad es el dogmatismo que degenera en fanatismo y éste acaba en violencia y exterminio, siempre que tengamos el poder, del que piensa de otra manera, hereje o disidente, que es lo que viene a significar lo primero. Por eso hay que vigilar constantemente que nuestras verdades políticas y filosóficas, también las científicas, no se conviertan en la Verdad. Por eso es necesario siempre un sano escepticismo, una duda perpetua o la docta ignorancia.

Las verdades formales son las de la matemática y la lógica. Éstas si suelen ser verdades necesarias pero, en principio no hablan del mundo, no son empíricas, aunque la matemática es el lenguaje de la ciencia, pero esto es otra cosa. Por tanto aquí si encontramos verdades necesarias, pero incluso aquí tenemos un límite, el teorema de incompletad de Gödel…pero eso lo dejamos.

Luego tenemos las verdades de las ciencias naturales. Estas son verdades altamente probables surgen de la huida del error hacia la verdad, pero ésta, por nuestra propia estructura cognitiva es inaccesible. Lo único que nos es dado saber con certeza es la falsedad de algo. Lo que llamamos verdad en ciencia es lo que es altamente probable que sea verdad, pero puede que un día no lo sea.

Las verdades ético-políticas y prácticas. Éstas dependen de la teoría pero también de la acción, sin la praxis no es posible saber el grado de verosimilitud. Estas verdades no persiguen un conocimiento, parten de él, la naturaleza humana, sino que persiguen una acción. El objetivo de esa acción es: la felicidad, el bien, la virtud, la libertad y la justicia. Estas verdades, además de ser prácticas, están dentro de lo opinable. Todo hombre, por el hecho de serlo es capaz de emitir juicios sobre el bien, el mal, la justicia, la felicidad, etc. es algo común. Ahora bien, aquí hay dos niveles, el de la mera opinión, que es el saber común que todo el mundo tiene sobre estos temas y que procede de sus circunstancias de las que es, en la mayoría de los casos, ignorante, y el saber ético, político y filosófico, que pretende ir más allá de la opinión común. Utiliza dos instrumentos fundamentales: el conocimiento científico de la naturaleza humana y la historia de las ideas. En este caso la opinión es conjetura. Es un saber más universal, más autoconsciente de las circunstancias y más fructífero, pero nunca verdad y menos, Verdad Absoluta; porque si lo consideramos así caemos en los totalitarismos políticos. En resumen, las verdades ético-políticas son teorico-prácticas, no son relativas, sino objetivas porque parten del saber sobre la naturaleza humana, pero no son absolutas y, además, hay que vigilar que nadie las tome como tales. El sistema de organización político que coincide y salvaguarda esta forma de concebir la verdad ético-política es la democracia. La democracia estaría constituida por la comunidad de hablantes que son los ciudadanos, sujetos libres capaces de pensar por sí mismos y llegar a verdades objetivas consensuadas a través del diálogo.

Primero, sobre virtud y libertad. Lo que yo mantengo, muy sintéticamente, es que lo importante en una sociedad democrática es la libertad. Y que la libertad está unida a la virtud y que la virtud tiene dos acepciones, excelencia, por el lado griego y fuerza o valor, por el lado latino. Creo que las democracias deben formar a los ciudadanos en estos dos valores. Lo que hoy en día está ocurriendo es que lo importante, lo valorado es la felicidad, pero no la felicidad auténtica, sino un estado de bienestar adormecido a base de placeres inmediatos y pasajeros que adormecen, por un lado, y nos obligan a buscar satisfacción por otra. Esto nos lleva a olvidarnos del otro. Primero, perdemos nuestra libertad y segundo dejamos de ser fraternos, o solidarios como se dice hoy en día. Desde el punto de vista de la educación considero que los valores de virtud y libertad en el sentido que he señalado antes son imprescindibles para formar una sociedad de ciudadanos, hombres libres y participativos. Y creo, lamentablemente, que la educación no va por ahí, sino por crear individuos adaptables, es decir, que se les priva de la libertad.

Segundo, mi posición con respecto al ecologismo, también sintéticamente, es la siguiente. Creo que hemos vivido, en nuestra tradición occidental, en sociedades antropocéntricas. Esto nos ha acarreados tremendos problemas que se derivan de nuestra propia cultura, de su idiosincrasia: el surgimiento de la ciencia, la técnica, el mito bíblico, la idea (mito de origen bíblico) del progreso, etc. por eso propongo que en la nueva sociedad que tiene que surgir de las ruinas de ésta se pase del antropocentrismo al biocentrismo. Esto es, el centro no es el hombre, sino el medio en el que el hombre vive y en el que su vida es posible. Ello implica una nueva forma de producción no capitalista. Una nueva ética que es la ética de la responsabilidad que implica la responsabilidad no sólo con el cercano, sino con el lejano (el lema de los altermundialistas: actúa localmente y piensa globalmente) y con los no nacidos, las generaciones venideras. Esto es una novedad en la ética y el derecho. Para ello hace falta una ética cosmopolita con visión de futuro y, posteriormente una construcción legal de todo ello, un largo camino ético, jurídico y político. En cuanto a las relaciones hombre-naturaleza, pues no pueden ser de explotación sin conciencia del límite, que son las capitalistas, sino como decía Manuel Sacristán, de cuidado del medio. Decía que debíamos sustituir el paradigma de la producción por el paradigma del cuidado. El capitalismo es unidimensional y nos ha hecho pensar, por eso nos es tan difícil ver fuera de él, que la única forma de realizarse es el consumo que produce el crecimiento, tanto en nuestras propiedades, como del propio capital, de otra manera éste es inviable. Capitalismo es igual a crecimiento económico, lo contrario es crisis y recesión. Pues bien, existen muchas otras dimensiones en la vida que no pasan por el consumo o que están más en armonía con el medio –que en definitiva somos nosotros mismos-. Nos falta una cultura del ocio. Y, encima vamos para atrás, en lugar de que esta idea prospere, lo hace la de mayor jornada laboral, jubilación posterior… Un saludo.